top of page

SI ES DISTANTE DEL RODEO, LEA ESTO


VOXPRESS.CL.- En medio de la sobre exposición de choripanes, anticuchos y terremotos con que las audiencias fueron bombardeadas durante las Fiestas Patrias, la gran noticia en ese largo feriado fue la difusión de arteros ataques y descalificaciones en contra del deporte del rodeo.

Sus autores, en las sombras o en terreno, se definen erróneamente como “animalistas”, un vocablo que el idioma lo reserva exclusivamente para “el arte de representar a los animales”, ya sea en pinturas, esculturas, tejidos, tapices o en otros materiales. Nada más lejos, entonces, que ese afán de perseguir a un deporte nacido en los albores de la Patria.

“Guste o no, el rodeo representa algo muy identificador en la conciencia chilena” asegura el académico del Instituto de Humanidades de la Universidad de Los Andes, Francisco Javier González.

El rodeo surgió en las praderas del pueblerino Santiago de la Colonia, cuando el gobernador Hurtado de Mendoza ordenó el encierro del ganado vacuno para marcarlo y, así, identificar a sus propietarios. Para tal efecto, los animales se arreaban, se atajaba a los que se salían del piño y, luego, se encerraban, todas ellas acciones de una rutina campesina que se mantiene hasta hoy.

Dada su antigüedad, no hay otra disciplina deportiva en el país con el acervo cultural del rodeo, ya que sus actividades son siempre complementadas con el folclor, la música campesina y la cueca, reconocida por ley como ‘el’ baile nacional.

Quien se da el lujo, o el gusto, de negarle su característica de tradición, es un ignorante o un mal intencionado. El senador PPD Guido Girardi manifestó que “las tradiciones son cuestiones del pasado, ya no existen…Durante el imperio romano, fue una tradición la lucha de gladiadores, pero hace siglos que desapareció…”. En una exhibición de su desconocimiento, puso al rodeo en el mismo nivel de maltrato que a los perros callejeros o a los caballos de carretones. Redondeó su argumento con esta frase monumental: “estos que torturan al ganado en las medialunas son proclives a torturar seres humanos”.

De los 12 mil jinetes oficialmente inscritos en las distintas Federaciones de Rodeos reconocidas por el Estado, el 80% de ellos se trata de personas que toda su vida, al igual que sus antepasados, han hecho de su razón de ser las actividades del campo, entre ellas su pasión por los caballos y por la crianza de ganado. Nada de eso se parece a una afición por la tortura.

Fruto de la creciente degradación de los valores sociales y consecuencia de la galopante deshumanización, millones de individuos que se enfrentaron a la dura realidad de no tener a quién darle cariño, se volcaron con loca pasión hacia los animales. Hoy, bajo la denominación de mascotas, éstas gozan de leyes, reglamentos, salud y ordenanzas que los protegen, y, en algunos casos, de un bienestar que se lo quisiera un niño de campamento de emergencia.

Para millones de parejas, estos animales domésticos sustituyen a hijos que rehuyeron traer al mundo, y para otras tantas familias son seres que les dan el cariño que le niega su propio entorno o les llenan vacíos y soledades y les cubren ausencias.

Este frenesí por los animales, ha producido una severa enfermedad del alma, tanto en adultos como en jóvenes, al punto que en el orden social los sitúan por encima de los seres humanos.

Tiempo atrás, un enfermo mental semidesnudo se coló hasta la jaula de los leones en el Zoológico Metropolitano, y ante la inminencia de ser devorado ante el público, dos felinos fueron sacrificados por los guardias: a las pocas horas se organizó una gran marcha en protesta de la muerte de los animales, pero a nadie se le ocurrió organizar una en apoyo de las personas con demencia. Existe un registro nacional de mascotas con sus respectivos chips -por si se extravían-, pero no hay una lista de humanos con enfermedades psíquicas.

Con motivo de las festividades patrias, uno de cuatro automovilistas controlados dio positivo en el control de consumo de drogas. Dicha cifra ni siquiera alcanza a ser estadística, porque las mediciones se hicieron en torno al Parque O’Higgins y al Estadio Nacional y en apenas dos Regiones, ello por falta de equipos. En cuanto al consumo de alcohol, el país continúa teniendo el mayor promedio de ingesta en Latinoamérica, y en cuanto a obesidad es el octavo en el mundo. ¿Sabe alguien de alguna manifestación masiva en protesta contra los estupefacientes, el licor y la comida chatarra? El ser humano tiene el pleno derecho a consumir voluntariamente el veneno que se le antoje, mientras brigadas juveniles recorren las playas para impedir que desechos sean tragados por la fauna marina.

Este desbordado encanto por los novillos del rodeo nunca ha sido transparente, porque desde la aparición de los primeros grupos organizados, siempre prevaleció un componente ideológico. Apenas asumió la Presidencia en 1970, Salvador Allende ordenó a su Director de Deportes “terminar en breve con las prácticas oligarcas del rodeo y del golf”.

La gran masa de aficionados y practicantes del rodeo se halla en comunas rurales, particularmente en las agrícolas. Nunca ha sido, ni es, una recreación urbana, y el objetivo de los manifestantes es atacar a una mínima proporción en su seno (10%) de empresarios citadinos, no acuñados en el campo, que se sirven del deporte como vitrina de notoriedad.

La masa ganadera existente en las zonas agrícolas, y de la raza que sea, está destinado a proporcionar o convertirse en alimento, ya sea por su leche o por su carne. La reproducción y crianza de los vacunos tienen un solo destino final: el matadero. Estos grupos de asalto a los rodeos deberían conocer el proceso de matanza y escucharían los mugidos de angustia que origina lo que, en veterinaria, se conoce como el estrés de la muerte.

Que a nadie le quepa duda: si los novillos pudieran expresarse, pedirían quedarse para siempre al interior de una medialuna en lugar de vivir aquel último trance de sus existencias.

bottom of page