LAVÍN, CADA VEZ MÁS SHOWMAN

VOXPRESS.CL.- Casi en un modo festivo, sectores del ámbito comunicacional y del mundo político han asumido el papel del alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, de utilizar a programas de televisión como plataforma de popularidad.
A los ediles se les evalúa, quizás como a ninguna otra autoridad, por su gestión en favor de los vecinos. Por lo mismo, el área de trabajo de los alcaldes tiene que ceñirse a conocer los problemas de los habitantes de su comuna, a solucionarnos y a convivir con ellos. Ser más o menos populares por sus apariciones en las redes sociales –con poca ropa- o en la TV participando en programas de farándula, es más que un exceso: es, simplemente, una frivolidad.
Los asesores de imagen son como el cilantro (bueno, pero no tanto) y en su libertad de imaginación suelen cruzar los límites de lo razonable.
Tras la irrupción de José Antonio Kast en las encuestas presidenciales, coincidentemente el alcalde de Las Condes aumentó su número de apariciones en TV: es panelista de dos programas –canal 13 y La Red-, en los cuales comenta livianamente temas de la coyuntura y hasta canta el karaoke.
Podría interpretarse que lo suyo es un sueño oculto, porque cuando niño anhelaba ser un reportero dedicado al deporte: le enviaba cartas a Julio Martínez. Incluso, se permitió el (mal) derecho de dictar una cátedra de Periodismo Informativo en la universidad de la cual es copropietario.
Sin embargo, Lavín no participa en programas con probada audiencia para satisfacer un vacío de infancia, sino para acrecentar su popularidad fuera de su comuna, esto es, a nivel nacional, dado su interés –y el de la presidenta de su partido- en ser el próximo candidato de la derecha a La Moneda. Si bien, en cada vez que se le consulta al respecto evade una respuesta, su nuera, la alcaldesa de Maipú, Katy Barriga lo echó al agua, confesando que “lo único que mi suegro quiere es ser Presidente”…
Lavín, militante UDI, tiene claro que en Las Condes nadie puede hacerle el peso, pero, también, sabe que su ‘cosismo’ no es replicable en el resto del país, porque la casi totalidad de las comunas carece de recursos.
Ha asumido la TV como un trampolín electoral sin que ello aparezca como campaña y, mejor todavía, sin costo monetario. Está entre las cinco autoridades con más apariciones públicas a través de las pantallas, y no desaprovecha el menor incidente en su comuna para ser el primero en llegar y en hablar, a la hora que sea. Pero se extralimita, como ocurrió con un peligroso socavón originado en la construcción subterránea de Vespucio Oriente: no teniendo responsabilidad alguna la municipalidad, sino la concesionaria, asumió la vocería sobre el contratiempo y dio instrucciones –al aire- a aquélla para que revisara, o reforzara, los muros de la futura vía subsuelo.
El riesgo que enfrenta Lavín en su farandulera labor es su absoluta carencia de manejo político. En su reconocido afán de caerles bien a todos, instado a dar opiniones de riesgoso contenido, deja en evidencia su superficialidad. El acomodarse a las circunstancias lo lleva a cometer errores, los que ya le están significando descensos en las encuestas de percepción popular.
En una última y muy difundida consulta pública hecha a nivel general y también sectorial, se preguntó exclusivamente a personas declaradas de derecha acerca de quién le gustaría que, de su sensibilidad, fuese el próximo Presidente de la República: por primera vez, Lavín salió del primer lugar, el que fue ocupado por José Antonio Kast, y con una ventaja significativa. Más atrás quedaron Felipe Kast, y con poca votación, Manuel José Ossandón y Evelyn Matthei.
Esta consulta le dio una gran pista a José Antonio Kast en cuanto que, de mantenerse esa tendencia sectorial, perfectamente podría ganar la primaria de la derecha si es que decide presentarse a ella. La mala noticia para Lavín es que está pagando el costo de no jugarse, y ello lo dejó en claro cuando en su programa matinal declaró que “nadie puede ser pinochetista después de conocerse todo lo malo que hizo”, una voltereta vergonzosa de quien colaboró con el régimen militar e incluso, en un alarde de admiración, escribió un libro titulado “La Revolución Silenciosa”, para alabar la reconstrucción nacional, tras la debacle socialista, que la atribuye a la implementación de un programa de economistas de Chicago, universidad de la cual él también fue alumno.
Justo en momentos en que los sentimientos del país se han polarizado en virtud de la expansión del terrorismo, de la delincuencia, de la escalada comunista y de la falta de autoridad gubernamental, el alcalde de Las Condes se echa encima no sólo a buena parte de los residentes de su comuna, sino, además, a una considerable fracción de chilenos que, aunque silenciosamente, mantiene viva la gratitud al golpe militar por haber salvado al país de una dictadura comunista. Su poco feliz intervención fue más desafortunada que la vez en que se declaró “bacheletista”.