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EL RESUCITADOR DE LA DC


VOXPRESS.CL.- No deja de sorprender el nivel de agresividad con que algunos personajillos de la izquierda reaccionaron contra la DC por el apoyo de sus diputados a la reforma tributaria del Gobierno.

Un parlamentario del Frente Amplio, Pablo Díaz, anunció que “no hay posibilidad de diálogo” con dicho partido “mientras lo presida Fuad Chaín”; el irrefrenable locuaz Francisco Vidal (PPD) advirtió que “hemos llegado a un punto de quiebre”, en tanto el PS –todavía golpeado porque se le recordó su vínculo con el narcotráfico- se limitó a recordar que “hace tiempo que rompimos la alianza histórica”.

No fue ésta, la primera ocasión en que la DC aporta los votos para que el Gobierno, aunque remendados, pueda sacar adelante sus proyectos en un escenario de minoría parlamentaria. Al borde de la ira, el PC fue más allá y toreó a dicho partido, asegurando que “el Gobierno lo tiene en el bolsillo”.

El progresismo sangra por la herida, porque, con la DC manejando los pesos de la balanza, se aleja cada vez más de su sueño de unificar el obstruccionismo, y, en particular el PS y el PPD, saltan de indignación cuando se aprueba alguna iniciativa que cambie para mejor o simplemente corrija “la obra” de Michelle Bachelet.

La postura de la izquierda refleja, por una parte, su carencia de un líder con visión de futuro, que la saque de su óptica del metro cuadrado que no tiene más metas que hacer fracasar lo más pronto posible al Gobierno de Chile Vamos, y, por la otra, sin caudillos con contenidos e inteligencia, le resulta imposible sacar ventajas políticas, pese a tener amplia mayoría en el Parlamento.

Siendo mucho más en número que la oposición durante el Gobierno socialista, perdió el poder, precisamente, por la falta de un líder potente y de gran lucidez. Reflejo de ello es que eligió al peor candidato presidencial.

No deja de ser revelador que la voz cantante de la izquierda opositora la lleva el Frente Amplio, aún un partido inmaduro, multipropósito y fraccionado, que sigue observando con recelo el tradicionalismo del PS y del PPD, ambos todavía pegados al trasnochado bacheletismo.

Indudablemente, al periodismo comprometido tampoco le gusta el modo de actuar de la DC, y ofrecen espacios y tribunas a todos quienes, con gran entusiasmo, se hallan siempre dispuestos a atacarla y, con especial énfasis, a su presidente Fuad Chaín. Las ligeras conclusiones de sus críticos apuntan a un solo objetivo: poner énfasis en que gracias a su conducta, la centroizquierda, no podrá recuperar el poder. Le atribuyen ser un “colaboracionista” con La Moneda, un pecado de la mayor gravedad.

Chaín, abogado de discurso claro y palabra fácil, en su intimidad es el más satisfecho con esta campaña izquierdista concertada en su contra: si lo estuviera haciendo mal, nadie hablaría de él ni de la DC.

El ex diputado, tras su derrota senatorial, postuló a la presidencia decé, siendo todo un enigma. Pero tenía clarísimo el panorama: reposicionar a su partido; levantarlo, luego del desplome por la campaña de Carolina Goic y sacarlo como vagón de cola del convoy progresista.

No era fácil el camino que lo esperaba, porque se distanció del criterio común y simplista del resto de la oposición, y debió dedicar tiempo y paciencia a apaciguar las aguas internas, agitadas por el activismo de los infiltrados socialistas que sueñan con correr los deslindes del partido hacia la izquierda más extremista.

El sendero que le aguardaba a la DC para su recuperación era muy empinado: fiel a sus históricas ojerizas anti-derechista, con aguas separadas del PC y el FA; con el obstruccionismo total del PS y el PPD y consciente de que desde 1960 jamás podrá flotar sola otra vez, optó por la única vía con valor agregado, convirtiéndose en la salvación o condena del Gobierno en el Congreso.

Dicho rol le permitió tener una incidencia gravitante en las iniciativas oficialistas, logrando introducir intereses propios –lo que no ha podido hacer la izquierda- y, con ello, posesionarse como clave en el devenir político, por sobre todos los demás opositores.

Chaín ha conseguido, incluso, doblegar la oposición interna de quienes persisten en votar de acuerdo al interés del socialismo y no de la DC. Hace años que no se observaba un alineamiento tan amplio detrás de un presidente del partido, lo que, de paso, ha redundado en un considerable engrosamiento del padrón de militantes.

Es de justicia anotar que, claramente, en la conducta DC no ha existido entreguismo, como le reprochan sus antiguos socios, porque hay pruebas en que se ha negado a dar los votos. El mismo Chaín rechaza cualquier acercamiento con el oficialismo: “nuestro pensamiento es soberano” dice.

De quedar postrado y con un futuro extremadamente incierto, tras la solitaria aventura de Goic, la DC no sólo salió del pantano en que se hundía, sino recobró una gran vida propia, con injerencia neta en la agenda legislativa y con un manejo político llamativo, el mismo del cual carecen sus antiguos socios de coalición.

El responsable de esta resurrección de la DC tiene nombre y apellido: Fuad Chaín. Un dirigente claro en sus ideas, enérgico para decir no y hábil negociador para condicional el sí, los partidos de izquierda hasta podrían sacarle un molde.

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