LA INSTITUCIÓN DEL SOPLONAJE INVOLUCRA PELIGROS

VOXPRESS.CL.- Desde que la sociedad chilena logró darse un tipo de organización homogénea y comenzaron a estructurarse sus instituciones, el soplonaje fue calificado como uno de los peores delitos, casi al nivel de la traición. Encuentros personales y colectivos se cautelaban con celo para que algo de lo tratado no fuese filtrado hacia el exterior. El “pa´callao” era una ley tácita, inviolable. Al autor de un soplonaje se le condenaba poco menos que al destierro: era víctima de un aislamiento total.
No obstante, con el pasar de los años, con la infinita heterogeneidad de las comunidades y de un individualismo capaz de lo peor por ser más y ganar más que el del lado, la sociedad terminó por premiar a los autores de filtraciones: se les felicita y premia por su valentía y entereza. Responde a la impronta del hombre actual.
Algunas instituciones parecen no haber tomado razón de este cambio brutal de las personas, y muchas de ellas no han asumido las prevenciones para evitar efectos negativos, a veces irreversibles. La generosa existencia de la antigua “gente de confianza” parece haberse reducido al mínimo, y hoy ni la más empoderada autoridad puede estar segura de que algún cercano filtre una información no de su conveniencia.
El gran estallido del financiamiento irregular de la política se conoció porque a un “gerente de confianza” del grupo PENTA no se le quiso pagar un dinero que él aseguraba se le adeudaba. Los ilícitos negocios de CAVAL quedaron al descubierto, luego de que un comisionista a quien se le desconoció un pago, recurrió a un –desaparecido- semanario para contar los malabares de la mini empresa.
Con poca diferencia de tiempo, dos diputados de la DC fueron entregados al juicio público por denuncias, “dese dentro del partido”, referidas a violencia intrafamiliar.
La Justicia atraviesa por su más negra fase de cuestionamientos de la historia, a raíz de filtraciones de subalternos que dejaron al descubierto la corrupción de tres ministros en la Corte de Rancagua, y dos fiscales se hallan en la punta de la picota por conductas reprochables, surgidas por una pugna de poder entre ambos.
El que Chile haya dejado de ser un país hermético en las relaciones humanas, hizo posible el descubrimiento del mugrerío y la podredumbre existentes al interior de señeras instituciones, destinadas a ser las más ejemplares. El nuevo escenario obligó al surgimiento de entes de control y fiscalización, y hasta de un Consejo Nacional para la Transparencia…que, por su nula efectividad, es transparente: no se ve.
Es de muy buen tono que, al revés de antes, el chileno de hoy no viva engañado: un ocultismo impuesto a la fuerza, casi por reacción natural, impedía la visibilidad de homosexuales, borrachos de alcurnia, enfermos mentales, solteras embarazadas, hijos ilegítimos, relaciones extramaritales y estafas con dinero o en los negocios. Quien sufría una quiebra pasaba a ser un mal visto y peor recibido.
Hoy, sea por intrusión, venganza o simplemente por maldad, cualquier vecino descuidado, y con mayor razón una autoridad o personaje público, es ventilado en las redes sociales, presentándolo como autor de conducta indebida.
El exceso de libertades personales, la auto desvalorización humana, el individualismo, la copia de modelo foráneos y el placer de aprovecharse de cualquiera circunstancia del diario vivir, terminaron por sepultar el respeto, mataron las confianzas y le cambiaron el rostro al país. Hoy, se premia a quien se atreve y se condena a quien encubre. La gente se empoderó, impone sus propias pautas –buenas o malas- y así como se ha desvergonzado a extremos inauditos, lo quiere saber y difundir todo, hasta lo más escabroso. Pero este exceso de morbosidad implica un riesgo inmenso en el que nadie parece reparar.
Increíblemente, reflejan hasta signos de satisfacción lo que ha ocurrido al interior de dos instituciones tremendamente sensibles y trascendentales para la seguridad, interna y externa, del país: Carabineros y Ejército. Ambas han sido estremecidas por feroces escándalos financieros en que resultaron claves revelaciones de oficiales y suboficiales en contra de sus superiores.
Moral y éticamente, procedieron bien quienes no quisieron ser cómplices de manejos turbios. Pero el punto de inflexión es que la ruptura de las confianzas y el descalabro en el rígido mando vertical se produjeron en dos instituciones en las cuales se trabaja con información privilegiada y confidencial para la seguridad de la nación.
Carabineros está a cargo de servicios de Inteligencia nacional y el Ejército se encuentra cotidianamente en alerta por la preservación del territorio.
Los funcionarios, de alto, mediano y bajo rango, de ambas instituciones están a cargo, o al tanto, de datos estratégicos, y por lo ocurrido parece ser que algunas jefaturas los exponen en las mesas de los casinos. El descuido y la falta de celo profesional, le han significado al Ejército, recientemente, dos episodios casi domésticos que debieron, como antes, quedar en la privacidad de los cuarteles.
Es tremendamente grave, y preocupante para todos, que en el Ejército existan soplones y que haya espionaje casero por venganzas personales, siendo que todos, absolutamente todos, deben estar actuando en absoluto secreto y con discreción en beneficio de un solo objetivo: la seguridad de la soberanía de Chile.