EL MATRIMONIO NO TIENE EXCEPCIONES

VOXPRESS.CL.- Sin que mediara algún tipo de apuro o necesidad superior del país, la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia del Senado desempolvó el proyecto de matrimonio homosexual que hace dos años dejase presentado la ex Presidenta Bachelet, como parte de su obra”.
El presidente de la comisión, el ex seminarista y abogado Francisco Huenchumilla, reconoció “estar de acuerdo” con el documento.
Puede ser una simple coincidencia, pero la Comisión retomó el trámite de este proyecto, que no tiene indicaciones de urgencia, poco después de que, en esos momentos, la candidata a ministra de la Corte Suprema, María Angélica Repetto, les confesara a los senadores integrantes que “así como están las cosas, el matrimonio homosexual y la adopción homoparental parecen no tener vuelta atrás”. La expresión no corresponde a un vocero del Orgullo gay, sino a una jueza que, llegado el momento, tendrá que fallar en derecho sobre estas controvertidas materias. Antes de que los senadores aprobasen su nombramiento, uno de ellos reconoció que “a contrapelo estoy a favor de aprobarla, porque se trata de una persona ultra conservadora en asuntos valóricos”…
Ante la misma comisión, la magistrada se reconoció enemiga del aborto y censuró “los excesos” que han degradado el verdadero concepto del “histórico y antiguo movimiento feminista”.
Curiosamente, al momento de sacar de los cajones el proyecto en cuestión, en la sala de sesiones de la comisión se hallaban presentes representantes de dos conocidas agrupaciones pro homosexuales. Uno de ellos, sin discreción alguno, afirmó que “en este Parlamento hay mayoría para aprobar el matrimonio gay, porque es un anhelo que también cuenta con el respaldo de la ciudadanía”.
Es este tipo de imprudencia lo que induce a la confusión y al engaño. Existe sólo un estudio de opinión pública serio al respecto y éste concluyó que un 64% de la población cree que el matrimonio debe seguir siendo entre un hombre y una mujer.
Voceros de organizaciones homosexuales se contentaron con el “gran gesto” de la comisión de poner en tabla, quizás, su más grande sueño de poder contraer matrimonio con su amor del mismo sexo y, más tarde, poder adoptar hijos. Reveló que una eventual aprobación del proyecto “hará justicia, porque todos somos iguales”.
Es en este punto en el cual jamás se ha centrado la atención en las discusiones parlamentarias que involucran al mundo gay. Todas las “igualdades”, a que se apela hoy casi a diario, equivalen a paridades de distinta índole, pero no transgreden -hasta el momento- la naturaleza humana.
Es lógico y humano que las mujeres tengan el mismo trato socioeconómico que los varones y hasta la discutible ley de cuotas es aceptable, en la medida en que las competencias sean acorde a las habilidades y el intelecto de cada cual.
Hay igualdades que, se dice, existen, pero no existen, como la ante la ley. La prevaricación de los jueces se conserva intacta y hay ciudadanos con fuero, como los parlamentarios, a quienes hay que despojarlos de ese privilegio antes de someterlos a juicio, pese a la magnitud de sus ilícitos.
El matrimonio entre homosexuales ni siquiera es un derecho, sino un mero capricho, porque las parejas tienen vigente su respectiva norma de convivencia que rige para el Registro Civil, conocida como AUC (Acuerdo de Unión Civil), que les permite salvaguardar sus intereses en común.
El homosexualismo no puede alegar desigualdad, desde el momento en que está incorporado íntegramente a diferentes actividades del mundo laboral, donde ejerce, incluso, con más exposición que los heterosexuales y, al revés de éstos, con leyes que lo protege y que condenan duramente arbitrariedades en su contra. Los gay gozan, diríamos, de un estatus privilegiado, pero, inagotables y pertinaces, van por más y en materias, como el matrimonio y la adopción, que contravienen la naturaleza humana.
Equivocadamente, consideran que “es igual” una pareja entre un hombre y una mujer, que entre dos hombres o entre dos mujeres. No es así, porque a los héteros, la naturaleza los hizo distintos para que pudieran cumplir la misión de desarrollar la humanidad. El sexo entre géneros diferentes ha sido el único y exclusivo responsable de la reproducción de la población mundial.
El matrimonio –así, a secas- no es un derecho ni un igualitarismo, sino fruto de la naturaleza. Cuesta creer la tremenda contradicción de tantos y tan diversos grupos que dan tenaces luchas por el respeto a la naturaleza de la Tierra y de los animales que la habitan, pero no dan la menor batalla por proteger la más importante de todas, la naturaleza humana. Ésta no puede ser alterada mañosamente por leyes ideologizadas y utópicas, a no ser que se basen en la ciencia, como ocurre en los casos de cambio de sexo forzados por motivos psíquicos y clínicos.
La etimología del vocablo matrimonio proviene del latín “matriz” o “madre”, acepciones, ambas, vinculadas directamente a la REPRODUCCIÓN, y ésta es posible exclusivamente por la relación entre un hombre y una mujer.
Desde esta perspectiva, un matrimonio entre homosexuales es un atropello y una violación a la naturaleza humana. Esta afirmación no habría para qué explicárselas a los parlamentarios, cuya totalidad es fruto de un padre y una madre, y que han prolongado el proceso natural de la concepción como motor de la humanidad, a través de sus hijos.
Lo que sí hay que aclararles a los parlamentarios es que por un afán populista y electoralista van a violentar la raíz de lo que significa matrimonio. No puede utilizarse dicha denominación, de no mediar una matriz (útero) y un factor reproductivo. Si por intereses políticos están dispuestos a aprobar otro vínculo entre homosexuales –porque legalmente ya existe uno-, tendrán que ser ingeniosos y buscar alguna definición distinta.