CON LA COLA ENTRE LAS PIERNAS

VOXPRESS.CL.- No será recordado como un hecho inédito, pero la reciente huelga ilegal de profesores, con una duración de 50 días, puede considerarse uno de los grandes papelones del movimiento gremial y, en particular, del ideologizado, y ahora dividido, magisterio.
El Colegio de Profesores, cada vez más distante de sus antiguos inspiradores y cada vez más fraccionado internamente, falló de lleno al visualizar erróneamente un escenario propicio para su movilización, haciéndola coincidir con los días en que el Gobierno más se flexibilizó y más cedió ante la oposición para destrabar sus proyectos retenidos por la izquierda en el Congreso.
Los profesores, conducidos por el militante del Frente Amplio, Mario Aguilar, creyó equivocadamente que era, también, el momento de chantajear al MINEDUC en la obtención de antiguas y nuevas demandas, algunas de ellas tan elementales que nunca, algún dirigente gremial del pasado, las hubiese incluido en un petitorio.
Pero Aguilar se estrelló contra un muro y no tuvo ideas para saber sortearlo: la ministra Marcela Cubillos. Mientras los huelguistas “cacerolaban”, ella, en Coquimbo, disfrutaba del eclipse solar.
El Frente, todavía en un proceso de maduración y de aprendizaje, más allá de sus discursos extremistas, carece de la sabiduría de los antiguos para conducir movimientos reivindicadores. De ello pecó Aguilar, un entusiasta profesor, sin capacidad de transmitir su mensaje y, en apariencia, poco brillante.
Desde un principio se le vio muy forzado montando una movilización nacional, y cuando los días pasaron sin haber señales de su existencia por parte del ministerio, “se pegó” en una frase que nunca fue digna de crédito, ni para los huelguistas: “aquí estamos esperando que nos llamen para dialogar”.
Fueron, al menos, tres semanas de espera a que el ministerio los atendiera, lapso en el cual, para entonar el paro, fueron agregando demandas.
El movimiento partió con la exigencia de todos los Colegios de Profesores por décadas: el pago de la conocida como “deuda histórica”, y de la cual, ningún Gobierno, de izquierda o de derecha, se ha querido hacer cargo por no existir recursos para satisfacer un compromiso que no fue adquirido por ninguno de ellos. Luego agregaron a sus denuncias que no pueden garantizar una “educación de calidad” por haber salas sin vidrios y con ratas y baños sucios, sumándole, más tarde, un bono adicional para las educadoras diferenciales y educadoras de párvulos –que no son reconocidas como pedagogas por el resto del magisterio- y reponer como obligatorios los ramos de Historia y Geografía y de Educación Física.
Durante casi un mes, la directiva del Colegio fue recibida por el subsecretario de la Cartera y no por la ministra Marcela Cubillos. Al aceptar un interlocutor secundario, el propio Mario Aguilar le restó jerarquía a su paralización.
Cuando logró, por fin, que Cubillos lo tomase en cuenta, se convinieron sólo dos de los puntos demandados: el pago de un bono trimestral a las educadoras diferenciales y una obligatoriedad intermedia de dictar los ramos ahora considerados no obligatorios. Ante el riesgo de que podría perder en toda la línea, el dirigente discurrió una singular estrategia para pedirles a las bases la deposición del paro: a través de las redes sociales.
El gremio votó y él quedó helado por la respuesta: por un mínimo margen, las directivas comunales decidieron continuar con la huelga. Se percató, así, y demasiado tarde, que un 50% del magisterio no lo maneja ni lo lidera él, sino el PC, gracias a la influyente presencia en la directiva de Jaime Gajardo. Para mal de sus males, muchos de quienes se pronunciaron por alargar el paro fueron profesores que, en esos momentos, estaban haciendo clases…Si tan negro panorama no fue lo suficientemente convincente para demostrarle su fracaso, Aguilar convocó a todos los gremios progresistas, como el suyo, a una masiva marcha, que no tuvo más compañía que los encapuchados de la CONFECH, en su mayor parte seguidores del Frente.
Tratando de sostener lo insostenible, Aguilar se enfrentó ´al peor de los escenarios: las vacaciones escolares de invierno. Al menos durante una semana, su movimiento sindical batió lo que debe ser un record mundial: negarse a hacer clases en momentos en que, por descanso, éstas se encontraban suspendidas. Vencido, llamó a otra consulta y en ésta, por rubor y por paliza, los profesores votaron por poner fin a una paralización que desde todos los ángulos se advirtió inviable por tratarse exclusivamente de un oportunismo político mal calculado.
El profesorado público del país debe tomar muy en serio esta nefasta experiencia: un gremio quebrado y con sensibilidades tan contrapuestas y sin líderes de categoría, no trasciende y es incapaz de hacer sentir sus reales inquietudes. El bachillerato –la PSU de hoy—correspondiente al año escolar 1961 se rindió en febrero de 1962, dejando a los estudiantes sin sus vacaciones de verano. Ello fue consecuencia de un paro del magisterio que duró meses.
Sería mezquino no asignarle una cuota importante de incidencia en este fracasado paro de profesores a la ministra Cubillos. Fuerte de carácter y contestataria, con una actitud franca y valiente, puso en su lugar la pequeña dimensión del paro, dado su carácter de ilegal, y obligó a los dirigentes a conformarse con lo mínimo, casi con la nada, infligiéndoles uno de los más duros golpes a uno de los gremios más extremistas e ideologizados del país.