UNA VOCERÍA SIN CONVICCIÓN NI CARÁCTER

VOXPRESS.CL.- El impensado cambio de Gabinete decretado por el Presidente de la República incomodado por un fuerte descenso en la percepción popular, no puede interpretarse como el último, y menos, como el más importante en su casi año y medio de Gobierno.
Casi por más tradición que por una lógica política, suele creerse que un cambio relativamente importante de ministros implica, a su vez, un cambio de rumbo en la navegación. Ello no es frecuente y, es más, casi nunca es así. Los reemplazos de Secretarios de Estado están, generalmente, motivados por cuestiones puntuales, como fue lo ocurrido ahora.
Una modificación drástica en la gestión gubernamental hubiera sido, por ejemplo, plantear una alternativa a la desmedrada situación de minorista en el Congreso Nacional, que ha sido el sello timbrado a hasta hoy. Son muchos meses los transcurridos -desde marzo del 2018- en que se ha puesto énfasis, y con mucha razón, en el obstruccionismo de la oposición para impedir que el Gobierno concrete los proyectos de ley de origen propio, arregle los malos que heredó e imponga su pensamiento en otros en los que, obligado por las circunstancia, debió montarse de la noche a la mañana, como en los de Ideología de Género, adopción monoparental, eutanasia y las infinitas aristas de una tormentosa irrupción de la revolución feminista.
Es entendible el sentimiento de frustración que un gobernante y sus ministros sienten cuando, convencidos de estar en lo correcto, son ninguneados y menospreciados sólo por intereses políticos. Pero por muy obtuso que resulte el obstruccionismo, el Gobierno tiene muchas otras iniciativas que exhibir y no son necesariamente las que deben pagar un peaje en el Parlamento. Jamás, la obra de una administración se ha remitido exclusivamente a proyectos que, sí o sí, deben ir a parar al Parlamento. De ahí que constituye un error insistir, como lo hace la ministra vocera Cecilia Pérez, en resaltar que "quien ganó las elecciones fue Piñera", porque ese recordatorio no hace más que profundizar la herida del adversario político. Ella debe saber que un Ejecutivo sin mayoría en el Legislativo siempre estará en problemas.
A no ser por la insistencia de la esposa del Presidente en difundir lo que hace y por la intervención de algunos ministros que se dan el tiempo para comunicar grandes, medianos o pequeños beneficios para las personas, lo que queda al final del día es la crítica opositora.
Una cojera notoria de este Gobierno ha sido su déficit comunicacional. Al igual que sus antecesores, tiene dos vías "oficiales" para transmitir su mensaje: la estación de TV estatal, dirigida por ejecutivos designados por el Ejecutivo, y la ministra vocera, con oficina en La Moneda, Cecilia Pérez.
La primera de estas vías, el canal, con dos señales, una pública y otra por cable íntegramente de noticias, falla porque su dotación de periodistas y conductores simpatizan con el progresismo opositor, y lo hacen sentir. A simple vista es fácil advertir que se privilegia, directa o indirecta, la crítica al oficialismo, y, puestas en una balanza, son más las entrevistas a políticos de izquierda que de derecha. Más descarado es que cuando preguntan a un dirigente del oficialismo sólo es para exigirle explicaciones por sus errores o por los de su Gobierno. Éste es el motivo porqué los políticos de derecha contestatarios o que, enérgicamente, rechazan tendenciosas imputaciones, muy pocas veces son requeridos por las cámaras.
La otra vía comunicacional es la ministra de la SEGOB, Cecilia Pérez, la piñerista número uno del país. Es un enigma desmadejar acaso su cautela y poca fortaleza comunicacional se deben a su ilimitada reverencia a la figura del Presidente o, simplemente, porque adolece de los adornos fundamentales para una labor que requiere de gran coraje y poder de convencimiento. Resulta inevitable una comparación con la locuacidad y desfachatez de Francisco Vidal, que le mentía con gran naturalidad al país -y le creían-, o con el carácter fuerte, y hasta prepotente, de Paula Narváez, que rechazaba con insolencia el menor asomo de crítica a Bachelet. Ambos personajes, en todo caso, no son aludidos para imitarlos, pero en dicha función, y más en estos momentos, se requiere en ese puesto a un político hecho y derecho, de espaldas anchas, de personalidad fuerte y poseedor de lo más importante: facilidad de comunicación.
Por los juegos e intereses políticos es difícil, o derechamente imposible, modificar la planta comunicacional de la TV estatal, pero es fácil dar con la persona apropiada para que las oficie de vocero o de vocera, con la capacidad de eludir las críticas y de difundir lo bueno, en diversas áreas, que hace el Gobierno de Chile Vamos. Incluso, en las horas previas al cambio ministerial, circuló al interior de Palacio que Pérez no seguiría y hasta se sugirió el nombre de su reemplazante -Gonzalo Blumel-, pero por tratarse de un cambio ministerial acorde al disgusto del Presidente por su mala evaluación, este cargo tan relevante quedó de lado.
Antes de que sea tarde, es la hora de empezar a vocear lo bueno, y con la persona adecuada.