ADIÓS A LAS 'HORAS SILLA'

VOXPRESS.CL.- El proyecto de ley de adaptabilidad laboral firmado por el Presidente debe ser el primero en no convulsionar a la oposición y el único en que el progresismo -hasta el momento- no ha anunciado destruirlo o impedir que siquiera se discuta. Aunque hubo una excepción: la presidenta de la CUT, la comunista Bárbara Figueroa, lo calificó de "lo peor que se ha conocido en el sector", fue contradicha por su camarada, la diputada Karol Cariola, quien celebró "este alivio para los trabajadores".
Se trata de una iniciativa populista que tiende a favorecer a la clase trabajadora asalariada, la misma que es disputada con fervor cada vez que hay elecciones.
Para la izquierda, el proyecto tiene un plus que le contenta: no constituye un favoritismo -aparente- hacia los empresarios, no es comida servida para "los capitalistas".
La iniciativa incluye varias aristas que adecuan y actualizan viejas normas que rigen los vínculos laborales, pero el sentimiento generalizado de la gente se remite a la propuesta de rebajar el horario semanal y de hacerlo más flexible en la medida en que se pacten acuerdos con los empresarios, como también horarios de ingreso y salida e igualmente variar los lapsos para colación.
Sin embargo, la prudencia insta a tomar conciencia de que existen sectores laborales y algunos trabajos específicos en los cuales no será posible una movilidad de horarios. También, la complejidad del nuevo trato puede originar algunas trabas, ya que los acuerdos de flexibilidad laboral podrán ser pactados en forma individual, colectiva y sindical.
La sola idea de que gracias a la nueva normativa se podrá completar la jornada semanal entre lunes y jueves, ha generado casi un enloquecimiento en la clase trabajadora. Según el Instituto de Estudios Económicos (IEE), Chile es uno de los cuatro países de la OCDE que más horas trabaja al año en promedio, luego de México, Corea del Sur y Grecia. Casi para no creerlo, organizaciones mundiales vinculadas al sector han calificado al nuestro como "un país trabajólico"…
El año pasado, sin éxito, la diputada comunista Camila Vallejo y, ahora, la naciente Central Clasista de Trabajadoras y Trabadores (CCTT) propusieron que no sean más de 40 las horas laborales a la semana.
A excepción de las faenas en terreno -construcción, vialidad, agrícolas-, existe la convicción de que el trabajador es "sacador de vuelta", especialmente aquél que se desempeña en oficinas, sean del ámbito privado o público.
En Santiago, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción y Talcahuano se realizó una encuesta a trabajadores mayores de 18 años, quienes calificaron de "floja" a la masa laboral chilena.
La respuesta fue parte del estudio “Diversidad Cultural y Meritocracia, hacia mercados laborales inclusivos” preparado por Acción e Ipsos. La primera agrupa a empresas comprometidas con la Responsabilidad Social Empresarial y el Desarrollo Sustentable.
De acuerdo a dicha investigación, los chilenos tienen una mala percepción general de sus trabajadores: el 72% le asigna características negativas, como "sacadores de vuelta" o "irresponsables".
Ponen como ejemplo el hábito del "cafecito", del "voy y vuelvo", del "depósito en el banco", de una "diligencia breve", una "hora al médico", y ello sin considerar el tiempo que el trabajador dedica a conversaciones telefónicas privadas y al mal uso del computador de la empresa.
El sistema actual de trabajar un determinado número de horas -ocho al día- ha sido permanentemente criticado por las organizaciones laborales y por especialistas del área, ya que el añoso sistema de control de permanencia no responde a ninguna equivalencia con la productividad. Dicho esquema no prioriza el rendimiento, sino sólo la presencia.
Esa brecha puede aminorarse e incluso terminarse, acaso el foco se pone en el estímulo, una práctica asumida hace tiempo por países desarrollados y con economías ejemplares.
Los adversarios del sistema actual -horas silla-- aducen que "el poco entusiasmo" por rendir un ciento por ciento durante las ocho horas de estada en el lugar de trabajo, se debe al letargo originado por los largos desplazamientos entre los hogares y la oficina o la obra. Critican que esa suma de tiempos vacíos atomiza "el tiempo dedicado a la familia", argumento que se desploma con un dato revelador: los chilenos dedican 3 horas y media diaria a ver TV…
Cualquier argumento que distraiga la esencia de lo que aspira el proyecto, será fácilmente destruido en los debates. El objetivo central apunta a los estímulos que, simultáneamente, benefician a empresarios y trabajadores.
El propósito elemental de un empresario es optimizar la productividad de su negocio, y si ésta se logra con una menor permanencia del trabajador, bienvenido sea.
Es efectivo que el chileno es uno de los que más tiempo permanece diariamente en su lugar de trabajo, pero es una realidad incontrastable la que afirma la OCDE, en cuanto a que dentro de sus países afiliados, el nuestro es el penúltimo en cuanto a productividad.
Hay sectores del ámbito laboral que hace años adoptaron la modalidad de metas: cumplidas éstas se le sobresee de más obligaciones o, en la eventualidad de que la sobrepase, se le premia con distintos estímulos.
La novedad de este proyecto es que, por primera vez, demandará acuerdos que no involucran pugnas ni enfrentamientos entre empresarios y trabajadores. Deberán acordar tiempos y modos en el uso laboral cotidiano que redunden en beneficios para ambas partes.