LOS FANTASMAS DEL SEGUNDO AÑO

VOXPRESS.CL.- No se trata de cábalas ni de visiones de videntes, pero se ha hecho una tradición que, más o menos, a esta altura de un segundo año de un Gobierno, empiecen los cosquilleos y picazones que indican los deseos de hacer cambios de estrategias y hasta de Gabinete.
Casi cronológicamente, un Gobierno demora en instalarse un semestre, para, al siguiente, entrar de lleno en funciones. Así, el primer año se va rápido, sin evaluaciones muy drásticas, y en el caso puntual de éste de Sebastián Piñera, con los "hurras" por el crecimiento económico (4%).
Para este segundo año se pronosticaban dificultades, las que desde el verano empezaron a vivirse. El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, predijo, ya en 2018, que durante éste, el crecimiento sería muy menor "pese al incremento de las inversiones". El IMACEC de febrero fue un golpe bajo: el país creció 1.5. A ello hay que añadir que el empleo ha ido muchísimo más lento de lo previsto, que ha crecido la desconfianza de los consumidores -por el alza en los precios- y la delincuencia se ha disparado a límites inimaginables. Ello trajo como consecuencia el inmediato descenso del Presidente en las encuestas (38% de aprobación).
Luego del encanto, y posterior desencanto, del buen clima que dejaron las mesas de diálogo sobre "los cinco pilares" en La Moneda a comienzos de su gestión, Sebastián Piñera sufrió una fuerte afectación a su ego: la pertinaz negativa opositora a sus proyectos. Volvió de sus vacaciones con la idea de "tomar el toro por las astas" y enfrentar personalmente a sus adversarios en La Moneda con el propósito de mostrar al país, por un lado, lo positivo del gesto de invitar y, por el otro, lo negativo de rechazar el convite o, peor, salir asegurando que "igual nos vamos a seguir oponiendo".
El resultado de dicha personal estrategia del Presidente fue un fracaso. La ciudadanía no castigó por su negacionismo a la izquierda, porque la población es sensible a su problemática cotidiana y ni siquiera entiende el contenido de las grandes reformas, como la tributaria y la previsional. Sólo le interesa la estabilidad en el empleo, la garantía de salud y su poder adquisitivo.
Para hacerle menos grato el momento al Mandatario, los diputados de Chile Vamos le solicitaron que "por favor, no siga mendigando y rogando apoyos", porque ello refleja debilidad. Al menos, le piden, que no continúe clamando por ayuda a quienes, con un fanatismo enfermizo, le niegan la sal y el agua, como el PS, el FA y el PC. Esto es, los inconversables.
Ante el lento avance de sus proyectos emblemáticos, el Presidente ha optado por demostrar que la acción del Gobierno continúa intacta, y calendariza con meticulosa periodicidad el envío de más iniciativas, como el "Elige Vivir sin Drogas" que, si bien tiene visibilidad popular, es casi una utopía su aplicación, dado el catastrófico estatus sociocultural del país. Sus propios partidos lo critican por este exceso, "con políticas públicas que nunca estuvieron en el programa de Gobierno", al igual como ha ocurrido con iniciativas "sobre las cuales se montó a última hora por la conmoción pública".
Piñera, fruto de su personalidad, es un individuo que vive las 24 horas trepado en la ola, de tal modo que si ve o percibe el surgimiento de alguna expresión que no la había considerado, rápidamente la incorpora como idea suya y la anota en su agenda.
Muchos, desde todos lados, no han entendido la dimensión del rol que está jugando el Presidente chileno en el conflicto de Venezuela. Se le impugna "descuidar el frente interno" por estar a la cabeza de la campaña anti-Maduro. Pero, independiente de los dividendos personales a nivel internacional a que aspire, lo que hace Piñera es mantener vigente en el día a día todo lo nefasto del socialismo. Al alejarse, y mucho, un desenlace en Venezuela, a las poblaciones democráticas, como la chilena, hay que mantenerlas con sus orejas alertas a las tragedia que origina mundialmente la izquierda..
No son pocos los políticos oficialistas que están a la espera de "algunas correcciones" en el rumbo del Gobierno, y ellas pasan, obviamente, por su gabinete ministerial. El 2012, segundo año de su primera administración, Piñera -aunque tarde- detectó que su ministro del Interior, su amigo Rodrigo Hinzpeter, había fracasado prematuramente con su teoría de "la nueva derecha" y que, por ello, se estaba descapitalizando políticamente. Lo cambió.
Hoy se recuerda ese episodio para animar a quienes aseguran que el Presidente no desvincula a sus amigos y parientes. No vaciló en hacerlo con su ex ministro de Agricultura y, en este período, (ex) Intendente de La Araucanía, Luis Mayol.
Este juego de percepciones surge por el convencimiento de algunos oficialistas peso pesados de que la vocera Cecilia Pérez, una piñerista acérrima "no ha sabido comunicar, notándose muy distante". Proponen para ese cargo a uno de los ministros más cercanos a la gente y que es, lejos, el mejor evaluado del gabinete: Gonzalo Blumel (EV).
Ha trascendido que la UDI destinaría a su mejor hombre negociador para la SEGPRES, a cambio de guardar silencio por una eventual salida de Andrés Chadwick de Interior, y responsable número 1 de la "inseguridad nacional" , primo hermano del Presidente. Para mal de males de esa Cartera, se creó una comisión investigadora parlamentaria para indagar una adquisición agrícola del subsecretario Ubilla en La Araucanía.
Atado de manos por no poder revertir la adversidad en La Araucanía, el Presidente recibe presiones sobre la incongruente permanencia de Alfredo Moreno en el gabinete, pero personas confiables de Palacio aseguran que "aunque a contrapelo" podrá sacar a cualquiera de sus amigos o parientes, pero "al ministro de Desarrollo Social no se le toca", pese a que el gran tema de la integración social se le entregó, para revivirlo, al titular de Vivienda, Cristián Monckeberg.
Si -como suena- la doctora Karla Rubilar, actual Intendenta metropolitana, llega a reemplazar a Emilio Santelices en Salud, y si arrastra al subsecretario Luis Castillo, sería un triunfo muy preciado para la oposición, tal como fue que sus dirigentes invitados a La Moneda le dijeran "no" en su cara al Presidente.
El Gobierno, ya en su segundo año, no sólo permanece enfrentado a una oposición porfiadamente obstructiva, sino, además, empieza a sufrir los síntomas de las picazones propias del lapso transcurrido. El punto de inflexión es que cualquier cambio debe hacerlo sin que la oposición se lo atribuya como consecuencia de su permanente presión.