¿RIDÍCULO O RIDÍCULOS?

VOXPRESS.CL.- La foto muestra uno de los andenes de la estación Hospitales de la línea 3 del Metro de Santiago. Su espacio para pasajeros suele estar colmado de viajeros durante gran parte del día, porque se encuentra ubicada, estratégicamente, a poca distancia de varios centros hospitalarios del Cordón avenida Independencia, siendo el más importante el Clínico de la Universidad de Chile. Este último es, además, un antiguo y reconocido campus universitario, el que lleva el nombre de Eloísa Díaz, la primera médico cirujano del país y de toda Latinoamérica. En su honor, una plazoleta vecina, por iniciativa de la municipalidad, también fue bautizada con su nombre.
Que un centro asistencial y su entorno le informen y le recuerden a los chilenos quién fue Eloísa Díaz es todo un aporte cultural, no sólo por su condición de pionera, sino porque fue una tenaz luchadora por los derechos de la mujer en el marco de una sociedad -1890- marcada por la postergación femenina y el predominio absoluto y dictatorial del machismo. Como estudiante, en clases de anatomía, con cadáveres desnudos, a Eloísa Díaz se le ubicaba detrás de un biombo para que escuchara al profesor, pero no mirara, por ser algo impropio a su condición de mujer. Desde hace décadas, una calle de la comuna de Las Condes lleva su nombre.
No obstante, nada parece templar la obsesiva presión pública ejercida por el socialismo a través del Colegio Médico y, particularmente, por su militante y activista Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile y novio de Michelle Bachelet en su época de estudiantes de Medicina. A como dé lugar, exige que la estación Hospitales deje de llamarse así para reemplazarlo por el de Eloísa Díaz.
La línea 3 quedó diseñada y prácticamente en terminación en el Gobierno de Bachelet y con los nombres de todas sus estaciones debidamente establecidos. La ex Mandataria, en su condición -aunque siempre dudosa- de médico pudo perfectamente encabezar una campaña para que la actual Hospitales llevase el nombre de Eloísa Díaz, su colega pionera. No lo hizo, y ello porque desde que se inició la construcción del ferrocarril subterráneo, en el Gobierno de la Unidad Popular, prevaleció la idea de 'sectorializar' las denominaciones de los paraderos como una forma de orientar a los usuarios. De ahí que desde su inauguración, en el régimen militar, y hasta la fecha, las estaciones tienen una identificación territorial, con alusiones a calles o barrios, ello con la criteriosa finalidad de guiar a los pasajeros.
Bautizar con identidad de personas las estaciones configuraría tres conflictos: desconocimiento masivo del personaje, ausencia de una señal de ubicación y una competencia desleal por imponer apellidos de acuerdo a intereses ideológicos y corporativos, lo que, de seguro, originaría una permanente modificación de acuerdo a la autoridad de turno.
Es ridículo, y son ridículos quienes presionan torpemente por imponer un nombre a una estación, porque en medio de su descriterio ignoran que ello genera automáticamente una injusticia. ¿Por qué la primera médico cirujano y no la primera ingeniera civil de Chile y también de Latinoamérica, Justicia Acuña?
Los ejecutivos del Metro, de una vez, deben poner fin a esta polémica artificial, tendenciosa y prepotente, encabezada por el rector de la Universidad de Chile, que no tiene otra finalidad que, públicamente, torcerle la mano a un Gobierno que está lejos de ser de su agrado. Así, él no hará más el ridículo y se callarán definitivamente los ridículos que le llevan el amén.