ENTENDIÉNDOSE A LA BUENA CON LOS MALOS

VOXPRESS.CL.- La presidenta de la UDI, Jacqueline Van Rysselberghe, tuvo una expresión dirigida a la oposición que le salió del alma: "de una vez por todas, convénzanse que éste es un Gobierno de centroderecha y no de centro izquierda". El mensaje fue un llamado a la obstinada postura de los adversarios del Gobierno de hacer en ésta, administración de sus rivales, lo que no pudieron hacer en la de su emblemática Presidente socialista, pese a tener mayoría en ambas Cámaras.
Sus exponentes se mueven en el escenario político como si continuasen siendo dueños del país -porque fue así como actuaron durante el régimen bacheletista-, imponiendo sus ideas y, derechamente, chantajeando al Gobierno para que éste, a saltitos, pueda continuar avanzando.
Incluso, ha ocasionado hasta rubor en algunas ocasiones la necesidad del Ejecutivo de "adecuar" sus primitivas iniciativas para que, a los empellones, puedan ser aprobadas por un Congreso adverso.
Las concesiones han sido evidentes en proyectos, por ejemplo, como Aula Segura, Admisión Escolar Justa y Control Preventivo de Menores. En un gesto inesperado -¿o desesperado?-, el Mandatario invitó a La Moneda a los titulares del PS, PPD, PR y DC con la finalidad de tantear acercamientos. Hasta hoy (domingo) el Frente Amplio no decidía sobre su asistencia, en tanto el PC descartó de plano su presencia, porque a juicio de Guillermo Teillier "es un intento de dividir a la oposición".
Basándose en comentarios de los jefes de partidos tras su reunión a solas con Piñera no hubo ningún sí a sus requerimientos, y, peor aún, el stalinista Álvaro Elizalde (PS) reveló haberle solicitado al Mandatario que "terminara con las injurias" a la (ex) Presidenta Bachelet". En medio de la jornada de "suavizaciones" con el adversario, el Jefe de Estado reconoció que lo hizo "para quitarle presión al encrispado ambiente", aunque, a título de ejemplo de la situación, la reforma tributaria sigue en la Comisión de Hacienda sin certezas sobre su futuro y hasta con la incertidumbre de que ni siquiera llegue a la idea de legislar.
En estos momentos, la oposición, en acuerdo con las universidades, presiona para que el Estado -corto de plata por herencia- desembolse más recursos para la gratuidad, ley aprobada con júbilo por la Nueva Mayoría en respaldo a Bachelet. ¿Para qué la sacaron adelante con vicios que ahora están descubriendo? La izquierda se equivocó y hoy le exige al Gobierno de centroderecha que envíe un proyecto para enmendarla y que pague los perjuicios por culpa ajena.
Sin embargo, todos los record los batió el flamante presidente del Senado, Jaime Quintana (PPD), todo un personaje de la política criolla, y sobre el cual no resulta fácil comprender que sus pares de izquierda lo hayan escogido a él para suceder a Carlos Montes (PS) en la testera del Senado.
Carece de los atributos mínimos exigibles a un conductor de una rama del Legislativo, porque en su condición de político -mal político- fue el protagonista del más bombásticos de los chascarros de la Nueva Mayoría. Él fue quien anunció, oficial y formalmente, la puesta en marcha de la retroexcavadora en la institucionalidad chilena, esto es, sepultar el modelo neoliberal y sustituirlo por uno socialista, del cual, incluso, se escribió un libro. La máquina no alcanzó a entrar en acción, ante el anuncio de su colega y correligionario Rodrigo Valdés, en cuando a que el Fisco carecía de fondos para financiar "reformas profundamente transformadoras". Proclamó la revolución de Bachelet ("para hacer realidad la obra inconclusa de Allende") y ésta, para felicidad de los chilenos, nunca llegó.
Para entender mejor la poca anchura de su espalda, el senador es portador de un estigma que la propia población se encarga de enrostrárselo: el haber atropellado y muerto a un carabinero y negarle ayuda. Hasta la fecha, la familia de la víctima no ha recibido un solo peso de indemnización, y a él, la justicia (?) lo eximió de responsabilidad.
Pues bien, este privilegiado personaje, a las pocas horas de asumir el cargo (12 de marzo) se dirigió a La Moneda en compañía de su vicepresidente, el socialista Alfonso de Urresti, para entrevistarse con el Mandatario. Su propósito: pedirle que no retire desde el Congreso un proyecto archivado por innecesario. ¡El de una nueva Constitución!
Así como Carlos Montes se propuso como su primera acción "aglutinar y coordinar a toda la oposición", el gran desafío de su sucesor es revivir y reactivar el proyecto de una nueva Constitución (estatista) dejado por el Gobierno de la Nueva Mayoría y del cual nadie más habló…hasta ahora.
Cree el senador -y así lo dijo- que discutir una nueva Constitución es el único eje capaz de unir a toda la oposición, lo que hasta la fecha ha sido imposible pese a los innumerables intentos.
El Presidente -era que no- se comprometió a no retirar el proyecto archivado en el Congreso, pese a que la encuesta CEP del último semestre del Gobierno socialista estableciera que apenas un 5% de la ciudadanía le interesa un "cambio profundo" a la Carta Fundamental.
Chile Vamos y el Mandatario, así como la casi totalidad de los chilenos, consideran que hay muchos y más variados problemas sociales y económicos que urgen una solución, antes de estar pensando en una nueva Constitución. Quintana se tomó el tiempo de solicitarle a abogados especialistas de la Universidad de Chile que le elaboren un informe en que conste que es indispensable reanalizar el 'proceso constituyente', que derivó en uno de los más estrepitosos fracasos del Gobierno socialista.
La buena voluntad de Sebastián Piñera de mantener ese show populista de Bachelet en el Congreso para que en cualquier momento Jaime Quintana lo ponga en tabla, fue respondido por el Presidente del Senador con su grosera negativa de asistir a un almuerzo con el Jefe de Estado de Brasil en La Moneda. Es tanta su limitación que interpretó como invitación personal una participación oficial a una corporación de la República.