¿ALGUNA NOVEDAD, SEÑORA?

VOXPRESS.CL.- Decepcionante, hecho con pinzas, con datos poco frescos y con indisimulada complicidad con el dictador, la Alta Comisionada para los DD.HH. de la ONU, Michelle Bachelet Jeria, hizo un liviano análisis de "la grave situación en Venezuela".
De una funcionaria internacional de ese rango y encargada de un tema tan sensible, se espera que hable con valentía, que refleje una investigación mucho más profunda de todo lo que el mundo sabe y que, con firmeza y coraje, condene al autor de todo tipo de violaciones a los derechos humanos, incluidos 245 ajusticiamientos, 37 de los cuales han ocurrido sólo en los tres meses de este año.
Por tercera vez durante el cuadragésimo período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Bachelet se refiere a Venezuela. En la anterior oportunidad lo hizo exclusivamente para denunciar "el excesivo uso de la fuerza" en el intento de la oposición de ingresar camiones con ayuda humanitaria. En esta ocasión leyó un discurso templado, sólo cuatro días después de que un equipo del Consejo llegase a Caracas para conocer en terreno los hechos y para entrevistarse con los oprimidos y presos políticos.
Resultó evidente que para su oratoria no hubo información fresca de sus enviados, porque pidió para ellos las mayores facilidades de parte del régimen y que no hubiese represalia en contra de los disidentes entrevistados. Su poco novedoso discurso se basó en la ruma de denuncias acopiadas en su oficina de Ginebra durante meses y años. Recién ahora hace alusión a la crisis de salud y alimentaria y, sutilmente, para evitar referirse a una dictadura, reconoce la existencia de una "reducción del espacio democrático"…
Con todos los antecedentes de encarcelamientos, secuestros, torturas, persecuciones y asesinatos, no sólo la Alta Comisionada tiene material más que suficiente para condenar, e incluso sugerir la expulsión de Venezuela de la ONU. Pero el silencio permanente del Secretario General, Antonio Guterres, y las vaguedades de Bachelet, son claros indicadores de no querer provocarle un daño al socialismo internacional.
La izquierda está rigidizada por el desprestigio socialista en Venezuela. Absolutamente consciente del fracaso y colapso del 'sistema e imposibilitada de criticar a una dictadura afín -en este caso, de Maduro-, sabe que gran parte del mundo aborrece lo que está aconteciendo y a sus responsables ideológicos. ¿Con qué cara puede pregonar que su pensamiento es la panacea para el mundo entero? ¿A cuántos partidos y colectivos socialistas hoy mismo les están enrostrando la tragedia que originó en Venezuela?
Bachelet, hija de una comunista y adherente socialista desde su adolescencia, sabe bien esta encrucijada de camaradas y compañeros, y solidariamente piensa en el efecto que la Venezuela de Maduro puede tener en el sueño dorado del progresismo de recuperar La Moneda. Su izquierdismo le brota, incluso, sin proponérselo, cuando aludió a que "se corre el riesgo de que la crisis desestabilice a la región" (Sudamérica), en su convencimiento de que el final de dicho régimen dejará ideológicamente desbalanceado al subcontinente.
Piadosamente pide "una solución pacífica, mediante un "diálogo y entendimiento", consciente ella y el resto del mundo, que a Maduro nadie lo considera un interlocutor válido. Le tendió una mano, al atribuir "parte de la crisis" al congelamiento de venta de petróleo venezolano por parte de Estados Unidos, dejando una puerta abierta a que continúe a toda vela la criminalización de Donald Trump.
En una actitud de complicidad con el dictador, aludió a que los manifestantes opositores se expresan públicamente armados: "el Gobierno debe obligar a los cuerpos de seguridad a dejar de emplear el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes armados…(?) y ciudadanos comunes".
El tono y el lenguaje de la Alta Comisionada de DD.HH. carecen de simetría con la gravedad de la crisis en Venezuela. En el Consejo con sede en Ginebra, la tienen caratulada como la segunda en importancia después de la interminable Guerra Civil en Siria; no obstante, el diagnostico y las soluciones planteadas por Bachelet están lejos de revelar la dimensión de los daños provocados por la dictadura. Debió condenarla formalmente ante el mundo y proponer duras sanciones por su política de violaciones y asesinatos. ¿Por qué no lo hizo? Ella fue admiradora y socia del chavismo, rebautizado después constitucionalmente por Maduro como socialismo.