LO TUYO, LO MÍO Y LO DE TODOS

VOXPRESS.CL.- De todas las anti-virtudes que, día a día, acumulan los chilenos, la intolerancia se ha ubicado, lejos en el primer lugar. Por la sin razón que sea, todos dicen tenerla y actúan bajo su personal convicción de estar, siempre, en lo cierto.
Las confrontaciones, con agresiones de por medio, en plena calle entre conductores privados y del transporte son, ya, pan de cada día. Hace algunas semanas, con filmaciones como prueba, una turba de extremista agredió por puro gusto al presidente del Tribunal Constitucional y, pese a los testimonios fílmicos, los atacantes le revelaron al juez que fue la víctima, Iván Oróstica, quien los golpeó a ellos.
Días atrás, convocado por un conocido líder comunista de San Antonio, una veintena de muchachas –previo pago de $ 10 mil por persona- atacó una sala de espectáculos en Llo Lleo por presentar un espectáculo de vodevil con “la fascista” Patricia Maldonado. El divertimento nada tiene que ver con política, es satírico/humorístico, pero las manifestantes lanzaron excrementos y hasta vómitos y las protagonistas debieron ser evacuadas en un bus de Carabineros.
Es cada vez mayor el número de flamantes y esforzados propietarios de viviendas que las reciben ‘tomadas’ por inescrupulosos que exhiben contratos de arrendamiento brujos, se parapetan, encerrándose dentro de ellas, y ni Carabineros ni la Justicia puede expulsarlos.
El concepto de intolerancia llegó a su máximo con el episodio del jardín privado de la casa de veraneo del empresario Matías Pérez Cruz en el Lago Ranco. Las reacciones fueron espontáneamente extremas, insultantes y agraviantes, y nadie, ni la autoridad, se detuvo a reflexionar sobre la antigua y permanente polémica de los espacios compartidos. Es un problema de vieja data que se vive a diario no sólo en playas y lagos, sino también en plena ciudad por la decisión de algunos vecinos que resuelven cerrar pasos, cruzar cadenas e instalar rejas para protegerse de la delincuencia.
Existen normativas al respecto y, se supone, las respectivas municipales las conocen y deben aplicarlas, pero es un tema que sólo las convoca cuando hay conflictos y escándalos, porque su personal fiscalizador suele estar abocado a entuertos de mayor envergadura.
El ministro de Bienes Nacionales dejó en claro que “todas las playas” -lacustres y del litoral- son públicas. Siempre ha sido y fue así, pero jamás un municipio raya la cancha a un vecino que les solicita el permiso para construir a las orillas de un lago o del mar, porque sólo les preocupa lo que van a recaudar por el concepto de edificación. Sólo cuando estalla algún problema, como el del presidente de GASCO en el Ranco, recuerdan no haber hecho la fiscalización respectiva y se encuentran con sorpresas: embarcaderos, muelles y boyas particulares son autorizados por la Armada Nacional...
El modo en que salieron disparadas las esquirlas por el estallido del entredicho de Pérez Cruz con tres mujeres, entre ellas una religiosa, es el ejemplo más sublime de intolerancia. El propietario actuó con una prepotencia y soberbia inexcusables (“tengo invitados, y si ustedes siguen aquí, ellos se van a ir…”), y la monjita, con una rebeldía impropia de su rango, difundió el video en redes sociales, originando una despiadada campaña nacional en contra del empresario, al punto de amenazarlo con una concentración masiva en su contra en su propio jardín.
Por el enardecimiento general originado por la presencia “no autorizada” en el jardín de la casa de Matías Pérez, se omitió un hecho no menor que pudo haber atenuado el conflicto: a dicho lugar sólo se puede acceder por el agua, en alguna embarcación, o por un terreno vecino, un camping con tarifa. No es un lugar para ir a pasea frecuentemente y con facilidades para hacerlo, pues entre el césped del jardín –privado- y el lago hay apenas cuatro metros de arena.
Los lagos y los mares son de nadie, pero la expansión humana se les ha acercado hasta sus orillas. Es un fenómeno similar al de los aeródromos y estadios: éstos se construyeron muy distantes de los centros urbanos, pero la expansión de las ciudades llevó a sus habitantes a instalarse en sus límites.
Hoy son frecuentes las protestas cada vez que se registra un accidente en el aeródromo Eulogia Sánchez de La Reina y los vecinos, indignados, exigen que sea cerrado, e idéntico conflicto se vive en las inmediaciones de los estadios Nacional y Monumental, ya sea para partidos de fútbol o espectáculos masivos.
Se trata de realidades con las cuales las personas tienen que convivir, porque en ninguno de los casos consignados, la responsabilidad total está de un lado o del otro. Un vecino no puede apropiarse de un espacio público como el público tampoco tiene derecho a ocuparle un sitio, en este caso muy evidente, el de un jardín de una propiedad que da a un lago, y menos una comunidad puede soñar siquiera con la posibilidad que se silencie un estadio porque le molesta el ruido o el desorden que provoca.
La tolerancia consiste en entender que los intereses de todos, los propios y los del otro, tienen que conciliarse, porque, en definitiva, es la única forma de vivir con un poco de paz, aunque ello cueste y duela.