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UNA VÍCTIMA DE LA 'NUEVA' SOCIEDAD


VOXPRESS.CL.- Seguramente con alguna dosis de agobio, la ciudadanía se halla harta de tanto escuchar acerca de "la profunda crisis de Carabineros". No sólo Se ha transformado en frase favorita de los medios de comunicación, sino, además, del ámbito político, incluido el oficialismo y, desde luego, las autoridades de Gobierno.

Cuando una institución tan antigua y señera se enfrenta a una cadena de escándalos casi irrefrenable, sin duda que vive un período anormal. En nueve meses, La Moneda ha designado a dos Directores Generales, Hermes Soto y Mario Rozas, con la expresa instrucción de que la ciudadanía vuelva a recuperar la confianza y la fe en la institución.

El Ejército se enfrenta a un juicio público similar por fraude financiero, tráfico irregular de viajes y pasajes aéreos y mercado negro de armamento menor. Pero el impacto de sus irregularidades en la población es diferente al provocado por los escándalos en Carabineros, dado el vínculo estrecho y permanente de la policía uniformada con la ciudadanía: es un socorro espontáneo, cotidiano diríamos, para ella. Frente a cualquier alboroto público o privado y ante la menor acción delictual, la gente no vacila en recurrir al auxilio de sus funcionarios.

Ello ha sido siempre así, y lo sigue siendo, pese a que están plenamente vigentes en la memoria colectiva el mal uso de los gastos reservados, el millonario desfalco piramidal, la obstrucción a la Justicia en la Operación Huracán y -en pleno desarrollo- el disloque causado por el engaño de sus subalternos al depuesto general Hermes Soto Isla.

Carabineros tiene casi 60 mil hombres y resulta tremendamente injusto para todos ellos cargar con el estigma de deshonestos y traidores que corresponden sólo a unos pocos. Es arbitrario que se mantenga artificialmente en primer plano la definición de "crisis institucional", porque ello es inexacto, pues no involucra a todos, sino, como se dijo, a un puñado de oficiales y suboficiales.

La policía uniformada es particularmente sensible a las explosiones atentatorias contra la ética y la honestidad, precisamente por su misión de garante de la seguridad: su vínculo con la sociedad civil se sustenta en la confianza y en su rol de autoridad. De ahí que cuando en su interior se devela alguna irregularidad, su trascendencia supera a cualquier otro organismo del mundo público o privado.

Hace años que Chile dejó de ser un país exento de corrupción: ésta se encuentra en todas partes, incluso en individuos que por su investidura deberían ser un modelo de honestidad y transparencia. Gobernantes -como el pasado régimen socialista-, congresistas y dirigentes políticos han dado, y siguen dando, malos ejemplos "de crisis", y parecen los más empeñados en calificar de la peor manera a Carabineros. Dentro de este panorama generalizado de deshonestidad que se ha extendido en el país, es difícil, casi imposible, que alguna institución, pública y privada, se salve.

Erróneamente se ha querido atribuir este censurable escenario en Carabineros, y también en el Ejército, a la 'herencia autonómica' que venía desde el régimen militar. Fue en ese período cuando la autoridad les dio independencia absoluta a las instituciones castrense y de Orden. La autofiscalización y el autocontrol de gestión son perfectamente factibles en la medida en que no intervengan deshonestos, y éstos son consecuencia de una corriente muy fuerte que recorre Chile. Sinvergüenzas, frescos, abusadores, codiciosos, ventajeros, aprovechadores, envidiosos, traidores y atropelladores abundan en todos los sectores y segmentos de la sociedad. Con tanta abundancia es imposible impermeabilizar a las instituciones del ámbito que sean.

Un avezado político socialista insinuó que -en Carabineros- el problema "está en la formación", pero la aclaración le llegó desde las propias estadísticas, porque decenas de miles de funcionarios reciben idéntica instrucción ética y policial, y los involucrados en los ilícitos enumerados no llegan ni al 1%.

La "profunda crisis de Carabineros" sería digna de preocupación acaso los deshonestos e inescrupulosos, como igualmente quienes atornillan en contra de su propia jefatura, estuviesen aún al interior de la institución. Pero se hallan fuera, presos algunos y otros tantos en manos de la justicia civil, lo que refleja un interés por limpiar la institución, realidad que no es visible en otras, que están irremediablemente podridas.

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