top of page

LA GRATUIDAD YA NO ATRAE


VOXPRESS.CL.- Los jóvenes realmente interesados en su futuro están viviendo a estas horas un trance que les pone los pelos de punta: la PSU. Así como sus antepasados con el Bachillerato y la Prueba de Aptitud Académica (PAA), la que se rinde ahora, de Selección Universitaria (PSU), tiene en vilo a los 294.176 inscritos.

Calificada de "más clara" y "menos compleja", la PSU 2018 tiene un sello muy particular: el número de inscritos bajó por primera vez en seis años. Son 1.306 jóvenes menos respecto al año pasado, en el que hubo 295.482.

Los inscritos habían ido aumentando constantemente y los record se registraron entre 2015 y 2016, coincidente con el inicio de la gratuidad en las universidades.

La baja de quienes la rinden corresponden sólo a licenciados este 2018, porque los de años anteriores constituyen una gran proporción del total de inscritos. Para el actual proceso, los antiguos representan el 28% (aproximadamente 82 mil), cifra levemente inferior al 2017, cuando fueron el 29,7%.

Se considera a esta fuerza de rezagados como la más interesada en un buen resultado, porque se trata de jóvenes que no quedaron conformes con el desenlace de su PSU anterior.

Esta baja en quienes rinden la prueba, no vista en los últimos seis años, responde fundamentalmente a la decepción que en muchos ha originado la gratuidad. Planteada con un altísimo costo para "igualar la cancha" y dar idéntica oportunidad "a quienes no tienen patines, el beneficio de no pagar su educación superior terminó siendo una desilusión para muchos.

El populismo responsable de instaurar la gratuidad, 'la 'vendió' como si fuese una garantía para obtener un título profesional, omitiendo la pésima base arrastrada desde la educación primaria.

Sólo en el primer semestre de este año perdieron la gratuidad casi 2 mil alumnos, y a punto de concluir el año, se estima que una cifra parecida, aunque algo menor, dejará de recibirla en diciembre. La causa es que quienes postulan a ella -por evaluación económica familiar y no por rendimiento escolar- ignoran que en caso de repitencia y de continuar sus estudios, deben pagar el 50% de la matrícula y del arancel mensual. La otra mitad corre por cuenta de la universidad -no del Estado-, de forma tal que ésta tampoco hace un esfuerzo por retenerlo. Por el contrario.

Aunque también la baja de inscritos va a la par con el descenso de la población adolescente en el país, dicho factor no se considera tan determinante como es el desinterés generalizado en el mundo joven.

Un 14% de la población joven confiesa "no querer estudiar ni trabajar", en tanto un 22% se revela "decepcionado" sobre su futuro, lo que dice relación directa con el histórico, creciente e irresoluto vicio de la educación superior que continúa con una cartera de ofertas de carreras que dan cero garantía de certeza laboral.

Un 12% de profesionales universitarios confiesa "trabajar en una labor ajena", esto es, que no corresponde a lo que estudiaron, y un 22% de titulados sigue sin encontrar trabajo.

La propia ONU ha advertido a todos los países que el 2030, un 45% de modalidades de trabajos hoy en vigencia, no existirán.

Las familias con más estrecheces económicas dejaron de hacer el supremo esfuerzo de antaño de incurrir en el más duro de los sacrificios a cambio de "tener a un hijo profesional". Su enfoque se hizo más práctico y directo: buscar de inmediato un trabajo que aporte recursos frescos, e indispensables, al hogar.

No se trata de dramatizar con un descenso en los inscritos para rendir la PSU, porque la disminución no es catastrófica frente al número que sí la rinde. Pero es un "indicador social" que nadie imaginó que iba a materializarse durante el cacareado ofertón de la gratuidad.

A menos de tres años de su puesta en marcha y considerada la obra maestra del Gobierno socialista, la gratuidad ya está dejando víctimas. Unas son las propias universidades que la alentaron y la suscribieron, pues desde ahora tienen que financiar el 50% de los alumnos repitentes, lo que les ha significado un déficit anual de alto monto, y los otros son los estudiantes que, creyendo erróneamente que al no pagar, podían estar eternamente en un plantel, se enfrentaron a una cruel disyuntiva: la deserción prematura.

En los últimos años, precisamente por el surgimiento de la gratuidad, se percibió un aumento en los inscritos para la PSU, pero ni siquiera las adecuaciones en la prueba logró frenar la desilusión y el desencanto de quienes se quiso privilegiar con este beneficio.

bottom of page