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LA ARAUCANÍA, A FOJAS CERO


VOXPRESS.CL.- El ministro de Justicia, Hernán Larraín, le ha revelado una muy mala noticia al país, al asegurar que "es muy difícil que pueda darse el Plan Araucanía", uno de los cuatro pilares que fijó el Gobierno, al asumir, en marzo pasado.

El objetivo específico de esta iniciativa era recuperar la normalidad en la zona con participación de todos los ámbitos de la comunidad regional, incluyendo a los comuneros subversivos, actores principales y determinantes para el éxito o fracaso de la iniciativa.

Dañada por la, por años, violencia rural, La Araucanía pasó a ser la Región más pobre del país. El propósito gubernamental es -¿o era?- inyectarle recursos económicos para estimular su desarrollo social y económico. Para que ello se logre es ineludible, antes de todo, pacificar la zona y exterminar el terrorismo que destruye tierras, empresas, modestas viviendas, iglesias, escuelas y hasta termina con la vida de gente ajena a este conflicto originado por el movimiento de recuperación de tierras ancestrales y que lucha, con armas, por la autonomía del pueblo mapuche.

Según la última encuesta poblacional CASEN, en el país hay un millón y medio de habitantes que se confiesa de la etnia mapuche. De todo ese número, sólo diez comunidades en Cautín, Malleco y Arauco se declararon en "guerra contra el Estado de Chile".

Adoctrinados, primero, por miembros de la ETA y, luego, por efectivos de las FARC, estos terroristas cuentan con el apoyo del extremismo de izquierda nacional e internacional, con financiamiento externo a través de varias ONG's, con soporte bélico desde Argentina y con varios medios de difusión en la web con sede en países de Europa, que se encargan de "contarle al mundo" los motivos de su "justa lucha". Agrupados en la Coordinadora Arauco/Malleco (CAM), estos guerrilleros encapuchados se definen "anticapitalistas" y, fieles a ello, sus ataques tienen como primer objetivo "las empresas de los ricos" para obligarlos a emigrar de la zona y devolverles las tierras que alegan como suyas. El penúltimo Intendente de Cautín y hoy senador, de origen mapuche, evaluó en 9 millones de hectáreas lo que reivindican como propio.

No obstante, no conformes con sus ataques contra el empresariado agrícola de la zona, extendieron su espectro de enemigos a todos "quienes respaldan al capitalismo" y ampliaron sus acciones destructivas a templos religiosos -mayoritariamente evangélicos- e incluso a sus propios hermanos de sangre que sólo se dedican a trabajar sus tierras.

El Plan Araucanía era absolutamente inconcebible sin antes aplacar la violencia rural y capturar, identificar, enjuiciar y encarcelar a los autores de la sistemática violencia y creciente destrucción de la propiedad ajena. Se supuso, en su momento, que ésa iba a ser la finalidad de un bien adiestrado y equipado Comando Jungla de Carabineros, instalado en los sectores más sensibles y riesgosos. Pero en virtud del cúmulo de antecedentes surgidos por la muerte de uno de los comuneros extremista, Camilo Catrillanca, dicha unidad policial "altamente especializada" ha hecho, si es que ha hecho, una labor de vigilancia que, como quedó en evidencia, está lejos de ser un proceso de pacificación.

Sin pacificación en La Araucanía, las interminables conversaciones y acuerdos llevados a cabo por 'el negociador' ministro del Desarrollo, fueron tiempo perdido y horas mal gastadas.

La muerte del comunero miembro de la temible comunidad Temucuicui -en la cual estuvo "dialogando" el ministro- se produjo tras un operativo común y corriente de carabineros alertados por el robo de tres autos a profesoras de una escuelita para niños mapuches. Esto es, Carabineros realizó un procedimiento normal de reacción ante un asalto con robo.

Luego del desafortunado operativo policial, los comuneros extremistas desplegaron una ola de ataques incendiarios, incluido el asesinato de un vigilante mapuche, originando el peor de los panoramas imaginables de violencia.

Está claro que Carabineros falló en la anticipación a los hechos, conducta clave en toda labor de inteligencia policial. Por no ser conocedores del tema, nos remitimos a una definición formal de ella: "es la obtención de información que ayude al Estado a combatir al crimen. Esto puede representarse en distintas formas, ya sea como espionaje, infiltración y seguimientos". Tal definición se complementa con su utilidad: "su fin es neutralizar organizaciones cerradas que cuentan con el apoyo de terceros", exactamente lo que es la CAM y sus súbditos extremistas.

Ahora, con la posibilidad cada vez más distante de exterminar a los causantes del terror en La Araucanía, el plan de recuperación de la zona es casi una utopía, más aún si por su poca feliz actuación, Carabineros retrocedió a su etapa anterior de inhibición y pasividad, dado el ambiente adverso que se encargó de crearle la izquierda.

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