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Esta semana: LOS CÓMPLICES DE AYER, AHORA LLORAN


VOXPRESS.CL.- La imagen es más demoledora ahora que cuando ocurrió: cuando en 2016, el proyecto sobre gratuidad universal estaba trancado en el Parlamento, la (ex) Presidenta Bachelet pidió a los rectores de universidades estatales (CRUCh) que concurriesen a La Moneda a darle públicamente su apoyo.

Gracias a su solidaridad ideológica, los rectores, encabezados por Ennio Vivaldi (PS) y ex novio de ella en la Escuela de Medicina, acordaron juntarse en un punto para llegar en bloque al palacio de Gobierno.

Rememorar esa imagen hoy resulta contraproducente, cuando por estos días son esos mismos rectores progresistas, incondicionales de Bachelet e hinchas acérrimos de la gratuidad, quienes solicitan con urgencia a este Gobierno --sus enemigos de antaño- que "haga algo" para evitar la crisis económica que se les vino encima específicamente por culpa de esa gratuidad. La situación la califican de tal magnitud y gravedad que hasta vaticinan eventuales quiebras económicas de algunos planteles universitarios.

Varios de esos rectores concurrieron al Congreso Nacional en Santiago a la entrega de un premio del Progresismo Internacional a Bachelet, acto durante el cual le gritaron que "gracias a usted, Chile es otro". Ahora sí tienen conciencia de cuál es la 'diferencia'…

Apenas entrada en vigencia la gratuidad, a las universidades se les produjo un primer gran problema financiero por los desfases en los pagos recibidos del Estado por cada alumno no pago. Ahora, el déficit se incrementó en virtud de lo populista del sistema, elaborado sobre la base de un populismo electoralista y consciente Bachelet de que ése sería la única herencia -¿u obra?- que dejaría como legado.

Al establecerse la gratuidad sin selección, sino sobre índices de economía familiar, no se obviaron los altísimos niveles de repitencia en los planteles y la perenne permanencia de infiltrados de izquierda que pasan años sólo dedicados a mentalizar y adoctrinar a compañeros, sin premura alguna por titularse.

En marzo del 2018, 328 mil estudiantes accedieron a la gratuidad, esto es, sin cancelar matrícula y arancel mensual, pero como el beneficio solo cubre la duración formal de las carreras, al término del primer semestre en julio pasado, 39.692 alumnos lo perdieron.

Según la Ley de Educación Superior, en caso de repitencia, las universidades deben financiar el 50% del arancel y matrícula del reprobado. En su oportunidad, el CRUCh guardó silencio y, obsecuente con la iniciativa socialista, aceptó un compromiso que subsidia la flojera y que le correspondía pagar al Estado.

En el reino del estatismo, la comunista Cuba, la gratuidad educacional se pierde en su totalidad con la repitencia: alumno que no pasa al curso siguiente debe irse a trabajar.

La aceptada obligatoriedad financiera por parte del CRUCh, que antes no la tenía, le significará, sólo para el segundo semestre de este año, una brecha por cubrir de $30 mil millones. Las públicas no estatales estiman que tendrán $9.500 millones menos de ingresos al año, en tanto para las estatales, la cifra podría llegar a $20 mil millones.

Lo inaceptable de esta situación extrema en que se hallan estas universidades es que conocieron y aceptaron las reglas del juego, y lo hicieron por complacer a la Presidenta socialista, subordinando los intereses, y la autonomía, de los plantes a su cargo.

Resulta patético que, luego de alabar y patrocinar un sistema mal diseñado, ahora salgan en tropel a solicitar ayuda financiera a los mismos que hace dos años se opusieron a aprobar un proyecto con los graves defectos que hoy quedan a la vista.

Por complicidad ideológica, los rectores se alinearon con una mala política. En su momento no se atrevieron o voluntariamente no quisieron ver una realidad que se pronosticaba adversa. Simplemente, no defendieron a sus propias universidades por el único propósito de que Bachelet debía irse con esta antorcha de oro -la gratuidad- como trofeo de guerra.

Se equivocaron, erraron, mal solidarizaron y no defendieron los derechos a que los obliga sus cargos, de tal modo que es inadmisible que, ahora, vengan a llorar como mujeres lo que no supieron defender como hombres.

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