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LOS GATOS TERMINARÁN METIDOS EN LA MISMA BOLSA


VOXPRESS.CL. "La necesidad tiene cara de hereje" reza un antiguo proverbio que grafica ciertas conductas humanas que subordinan sus convicciones a la obtención de una utilidad por asquerosa que sea.

Más temprano que tarde terminará concretándose el anhelo de la izquierda de que todos los partidos de oposición se agrupen en algo así como una segunda Nueva Mayoría.

En una maniobra para despistar a la gente, los caudillos opositores discurrieron que Convergencia Progresista (CP) era una buena denominación, y a partir de ese momento tres de los antiguos socios de la Nueva Mayoría se dieron a la tarea de buscar puntos de coincidencia que puedan aumentar el número de sus actuales socios, el PS, el PPD y el PR.

El PC está listo para incorporarse, la DC cree que podrá integrarse pero pide 'no apurar los bueyes', en tanto el Frente Amplio continúa en suspenso, porque sus movimientos minoritarios, pero más radicalizados, y sus bases duras, no quieren ser el vagón de cola de los partidos tradicionales y, según ellos, "conservadores". El más entusiasta de este conglomerado sigue siendo el principal protagonista de Revolución Democrática (RD), Giorgio Jackson, quien no se cansa de repetir que "una unidad de la izquierda es perfectamente compatible con los diferentes proyectos que cada cual tiene…". Es aquí, específicamente, donde radica la herejía de esta necesidad de formar un solo bloque político de izquierda.

La Nueva Mayoría fracasó a poco de andar el segundo Gobierno de la socialista Bachelet, precisamente por las categóricas diferencias de visiones y contenidos de sus socios. Una vez derrotada en la elección presidencial de diciembre de 2017, el presidente comunista, Guillermo Teillier, aseguró que "nunca fue una alianza programática, sino tan sólo electoral". Son imborrables los numerosos episodios de fuertes conflictos y enfrentamientos entre los aparentes aliados de dicha alianza por sus notorias diferencias. En lugar de una coalición oficialista, lo que la ciudadanía percibió fue una bolsa llena de gatos. Por lo visto hasta ahora, esta bolsa de gatos Nº 2, o sea, Convergencia Progresista, vendría a ser un poco más de lo mismo, o quizás peor, ahora gracias a la incorporación de fuerzas con mucha energía y rebeldía, como el Frente Amplio.

Como un aviso de que un entendimiento no será fácil, la diputada comunista Camila Vallejo manifestó que "mientras tanto, se puede empezar sin la DC…", aunque en particular, el PPD y el PR quieren a ésta dentro, sí o sí. El primer ensayo de CP para comprobar las temperaturas de cada cual es estructurar una agenda legislativa común, esto es, acentuar una identidad de oposición y que no vuelva a ocurrir, como en episodios anteriores, que algunos, siendo adversarios del Gobierno, han votado a favor de sus proyectos. En la izquierda, en especial en el PC y en sectores del PS, se mantiene intacta la idea de negarle la sal y el agua a La Moneda, en el convencimiento de que no se percibe otra vía para recuperar el poder.

A poco de cumplir un año de ser oposición, la izquierda parece lejos de un programa común e incluso ninguno de los partidos de oposición -excepto algunos del Frente Amplio- tiene un proyecto viable. Por ello, se advierte casi impracticable la idea de algunos de que "antes de aliarnos" hay que tener y compartir un proyecto común. Esta impracticabilidad se sustentas, además, en que en lo doctrinario cada cual tiene su propia Biblia y ninguno demuestra ánimo de negociarla, sino, por el contrario, de imponerla. En un intento -muy falso, eso sí- de pavimentar el camino, la diputada Vallejo (PC) dijo que "en estos momentos, los contenidos son secundarios: sólo importa la unidad".

El PPD exploró una ruta, pero se la cerraron con rocas de inmediato. Su presidente Heraldo Muñoz propuso a sus eventuales socios que antes de sentarse a negociar era indispensable que la (ex) Nueva Mayoría hiciese un mea culpa de sus errores que significaron la pérdida del poder. La respuesta fue demoledora: ¡que primero lo haga internamente el PPD!

Este tipo de desavenencias incluso en el pololeo no pueden inducir a engaño. No se crea que van a terminar siendo escollos insalvables para un acuerdo final. Convergencia Progresista tendrá, sí o sí, que aglutinar al mayor número de socios posibles, porque está más claro que nadie que debe estructurar una alianza electoral para encarar las elecciones de alcaldes y gobernadores. Sus propios dirigentes han afirmado que yendo desunidos a esos comicios, los perderán.

Como un gesto de honestidad frente al electorado y a la población, parece ineludible que la izquierda lo diga ya, y con todas sus letras, que persigue un pacto electoral y punto. Ello se arregla simple y fácil: anteponiendo al nombre de Convergencia Progresista la palabra Pacto. Y así, de paso, se evita repetir la tormentosa aventura de la Nueva Mayoría, en que ninguno nunca se entendió con el del lado.

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