LA IGLESIA NO ES DE LOS CURAS

VOXPRESS. CL.- "Ésta es una Iglesia que debe morir. Debe morir y debe ser sepultada y, ojalá, no tenga resurrección. Esa Iglesia clericalista, elitista, que la conformamos no solamente los obispos, sino también muchos laicos. Creo que acá también, si bien los protagonistas de los hechos son sacerdotes, obispos, religiosos o religiosas, esto fue posibilitado por este harem de laicos, laicas y fieles que animaban los sesgos de ciertos sacerdotes".
Tales expresiones pertenecen a Marcelo Gidi Thumala (55), linarense de nacimiento, con sangre palestina, sacerdote jesuita y abogado por la Universidad de Chile. Hoy es académico de la Universidad Gregoriana de Roma, fue capellán del Colegio Monjas Inglesas y profesor del San Ignacio El Bosque. En la red juvenil ignaciana MVX conoció a Juan Carlos Cruz, uno de los denunciantes de Fernando Karadima, el cual le confidenció las "humillaciones" por parte del párroco de El Bosque.
Su madre, doña Emilia Thumala, fue militante del Partido Socialista, amiga de Salvador Allende -quien la visitaba- y muy cercana al fallecido obispo Carlos Camus Larenas, uno de los primeros y grandes 'progresistas' de la Iglesia local. Por su formación jurídica, Gidi fue designado investigador de las denuncias por abusos en contra de los 'peso pesados' John O'Really y Cristián Precht.
Es categórico Gidi -un enconado crítico por la permanencia de Ricardo Ezzati como cardenal- en afirmar que "esta Iglesia debe morir y no resucitar", e incluye en su deseo a los laicos que descarriaron y mal tentaron a los curas, y propone una renovación de éstos para que no se repita la historia…
Cada cual tiene su propio derecho a enfocar y analizar la judicialización masiva del clero chileno por abusos, pero no parece muy cristiano atribuírselos a la "mala influencia" de laicos y laicas. Sesgado, y hasta con una discutible intencionalidad, Gidi culpa de la caída de sus ministros a "una Iglesia elitista", ignorando que, si no muchos, varios de ellos eran párrocos rurales, con un entorno pobre.
La Iglesia le fue dada a los hombres por Jesucristo, y desde esta perspectiva los laicos que la forman lo hacen por fidelidad a EL. La feligresía no está en ella por seguir a un cura en particular. Éste es sólo un instrumento, y como tal se quiebra y se prescinde de él.
La crisis actual, en Chile y en otros países del mundo, no es de la Iglesia, como lo mal entiende Gidi: ¡es del clero! Se trata de sectores reducidos de éste, y son quienes tienen que morir sin resurrección por obra de la justicia civil.
La Iglesia no la sostienen obispos, párrocos, curas, religiosos y religiosas, sino su inmensa feligresía que le entrega su tiempo, que ora por ella y que contribuye a su financiamiento.
Por siglos, sus autoridades y párrocos han apelado lastimeramente a los laicos para que acudan a socorrer sus penurias, por lo que incluirlos entre "los muertos sin resurrección" es un acto de injusticia, de ignorancia y de arbitrariedad.
Debe estar informado este jesuita sobre la disminución en todas las parroquias de las donaciones y aportes extraordinarios. ¿Sabe quiénes son los responsables de esta retracción? Los curas, solamente los curas que deben morir y no resucitar.
Más que las cosquillas que le originan los laicos elitistas, Marcelo Guidi podría aprovechar su residencia para comentarle a su vecino romano Jorge Bergoglio que apure la 'limpieza' en todas las Conferencias Episcopales y que no se contente con haberlo hecho en apenas cuatro, una de ellas Chile.
Sólo cuando las Iglesias Católicas del mundo entero sean depuradas, no sólo Marcelo Gidi podrá sentirse satisfecho, tranquilo y en paz por "la muerte sin resurrección" de todos, absolutamente todos, los curas abusadores, los únicos responsables del cataclismo.