HAY QUE ENSEÑAR, NO ADOCTRINAR

VOXPRESS.CL.- Días atrás, el alcalde de Santiago exhibió imágenes de una profesora de Historia y Geografía, residente en La Cisterna, que fue detenida por Carabineros mientras, encapuchada, dirigía a un piquete de también enmascarados, lanzando bombas Molotov fuera de la UMCE, en Macul.
La 'pedagoga' reveló ser docente de esa universidad, lo que ésta desmintió de inmediato, y sólo se le comprobó haber desempeñado la 'enseñanza' en el Liceo de Aplicación -de fama terrorista, por estos días- y de haber estado a cargo de un Museo de la Tortura, dependiente del PC.
Su aprehensión es un gran dato para los no incautos que, desde siempre, hemos defendido la teoría de que la violencia escolar y universitaria no es generada única y básicamente en el seno de los partidos y movimientos extremistas, sino es la evacuación lógica del 'alimento' que día a día se les da a los jóvenes en las aulas para penetrar ideológicamente sus mentes.
Esta aseveración no es un capricho ni una sospecha: es una certeza que se halla escrita en los anales del PC. Un par de semanas atrás, escribimos acerca del pensamiento del gurú italiano del comunismo, Antonio Gramschi, quien, apenas entrado el siglo XX, proclamó que "hay que infiltrar la educación, la Iglesia y a los trabajadores".
Las pedagogías en Chile no fueron la excepción, y concluidos los tres Gobiernos radicales, y aguijoneado por la Ley de Defensa de la Democracia, el PC inició la masiva infiltración de las carreras profesionales para mentalizar ideológicamente a niños y jóvenes escolares. Dicho adoctrinamiento no paró hasta 1973 y se reanudó en 1990, hasta la fecha.
Las generaciones de profesores posteriores al régimen militar se encargan de distorsionar la historia para acomodarla antojadizamente a sus intereses políticos. La deformación de los hechos en las aulas ha sido tan brutal que la juventud estudiantil están convencidos de que el régimen militar es sinónimo, únicamente, de violaciones a los derechos humanos. Los profesores inducen a creer que durante 15 años, Augusto Pinochet y sus ministros se dedicaron sólo a torturar.
La institucionalidad en que, ahora, sus padres y ellos viven es obra del régimen militar y fueron las políticas económicas diseñadas en esa administración que les permite hoy tener dólares que comprar, viajar al extranjero con facilidad y acceder a bienes, como automóviles y los más sofisticados artículos tecnológicos. A nada de ello se podía aspirar en la Unidad Popular, y los jóvenes lo ignoran porque, intencionalmente, se ha omitido contárselos
En los pocos establecimientos -sean públicos o privados- en que algunos alumnos se atreven a reclamar su derecho a conocer la veracidad de los hechos, chocan con evasivas o vagas interpretaciones de sus profesores. Una parte de estudiantes que se ha informado de la correcta historia por iniciativa propia, teme 'llevar la contra' para no arriesgar una mala nota o, simplemente, caer en desgracia. La mayoría, en colegios públicos o particulares, ya está definitivamente envenenada, y ello explica la violencia e ignorancia que campean hoy en la educación chilena.
Pero siempre hambrienta de más destrucción de la ya causada, la izquierda acaba de discurrir otra idea tan nefasta como todas las suyas: crear un ramo obligatorio para liceos y colegios sobre derechos humanos.
Es de imaginar en qué puede degenerar un curso de esa materia, sabiendo todo el país el diabólico uso que la izquierda le ha dado a esta materia. Ha inculcado en el conciente colectivo, y por ende, en el escolar, que las únicas víctimas de libertades individuales son los exiliados y perseguidos por sus actuaciones en la Unidad Popular.
Los derechos humanos no son exclusiva propiedad de la izquierda para su uso y abuso, sino son un beneficio de todo individuo en cualquiera de sus actividades, incluso las más cotidianas.
Existen, y cada día más, normas legales y ampliamente difundidas, para castigar vulneraciones a los derechos de las personas, y todo tipo de derechos, no exclusivamente de los que entiende como tales la izquierda. Inventar un ramo escolar sobre el tema no es más que una siniestra maniobra extremista para radicalizar su adoctrinamiento ideológico de niños y jóvenes, pasando gatos por liebres.
Con tantas liebres que llevan pasando, nuestra juventud se está acercando cada vez a ser la más ignorante de Latinoamérica. Somos, ya, líderes en consumo de alcohol, de drogas y de portadores del SIDA. Al paso que va la educación, también seremos cabecillas en ignorancia, y ello por causa de la canalla instrumentalización política del magisterio.