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QUIEN QUIERA MAR, VENGA A BUSCARLO


VOXPRESS.CL.- El título que antecede a este artículo no hay que asumirlo como desafiante ni arrogante. Sólo equivale al estado real en que quedó éste y los próximos Gobiernos bolivianos, luego del contundente falló de la CIJ de La Haya que selló para siempre la odiosa aspiración marítima del vecino país.

Si bien existe una pequeñísima posibilidad de apelación de su parte ante el Tribunal de Controversias, creado por el fraccionamiento de los derrotados tras la Segunda Guerra Mundial, la sentencia de la Corte de La Haya fue tan ceñida al derecho internacional que no dejó espacio para que otra entidad se anime siquiera a revisarla. Además, la CIJ es considerado el tribunal supremo mundial: después de él, nada.

Vaya esta aclaración para acallar cualquiera duda dejada por la afirmación de Evo Morales y sus manipulados seguidores indígenas en cuanto a que "Bolivia continuará su lucha para salir de su injusto enclaustramiento, motivado por una invasión".

Podría explicarse tan destemplada reacción por el golpe demoledor que le significó el fallo. Morales había puesto todas, absolutamente todas, sus fichas a que la CIJ obligaría a Chile a negociar con él una salida soberana al Océano Pacífico. Se confió en la cadena de "sentencias salomónicas" previas de la Corte y en el apoyo reiterado de su "hermano Francisco" -el Papa-, creyendo que la solidaridad papal hacia él podría contribuir a permeabilizar el criterio jurídico de los jueces de la Corte.

A decir verdad, nadie en Chile puede, ahora, ignorar que había un clima de desconfianza y de mucha cautela por las mismas razones de la súper confianza de Morales.

La decisión de la CIJ fue, en suma, una gran sorpresa para ambos países, pésima para Bolivia y extraordinaria para Chile. De ahí que por estos lados se celebrara con tanta algarabía.

A partir de ahora, el dueño exclusivo de la pelota es Chile, y será nuestro país el que decida sobre la "invocación" de la Corte que instó a ambas naciones a "mantener el interés por un diálogo", pero que a partir de esta fecha puede ser acerca de cualquiera materia, menos del mar.

Para ello no hay prisa y se estima que, al menos, dentro de año y medio no habrá mayores intentos de acercamiento, porque el primer paso tendrá que darlo Bolivia que fue la que puso fin a las relaciones diplomáticas. Se pronostica que ello no ocurrirá hasta el término del período presidencial de Evo Morales, en enero del 2020.

El Presidente de la República de Chile fue tajante al advertir que "cualquiera conversación futura" está condicionada a que el Tratado de 1904 es intocable. O sea, Bolivia carece ahora de alguna instancia legal a la cual aferrarse, y como ya fue advertida de que no tendrá mar soberano, su sensación de manos vacías es patética.

El vicepresidente Álvaro García Linera le hizo un daño gigantesco a los niños de su país, al recorrer escuelas básicas contándoles que, al fin, iban a "poder bañarse en el mar que les fue arrebatado", en tanto Evo Morales le prometía a su población que "Antofagasta fue, es y será boliviana". Puede, entenderse, porqué ambos, más el vocero oficial de la demanda y también aspirante a la Presidencia, Carlos Mesa, son ahora considerados "cadáveres políticos" en su país.

Esta frustración nacionalista de no ver hecha realidad los ficticios sueños en que les hicieron creer, sin duda incrementarán la antipatía hacia Chile inculcada por más de cien años.

No será fácil convencer de buenas a primeras a una comunidad, sin preparación, de que se olvide del mar que, en un mapa, le asignó Simón Bolívar y que perdió en una guerra abandonada prematuramente por sus militares.

El fallo de la CIJ fue para Bolivia como una condena a perpetuidad sin posibilidad alguna de rebaja de pena. Su mediterraneidad será de por vida y si quiere mar, tendrá que venir a buscarlo.

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