LA IZQUIERDA, AMENAZA PERMANENTE A LA SOBERANÍA NACIONAL

VOXPRESS.CL.- En su último Congreso Ampliado, realizado en Colombia, la Internacional Socialista acentuó su principio fundacional de la solidaridad sin fronteras.
Para comprenderlo mejor, el socialismo, en términos simples, privilegia la mancomunidad de intereses por sobre los nacionales, entiéndanse éstos los de un país.
Un ejemplo: el comunismo chileno entrega evidencias periódicas de respaldo a gobernantes con su misma ideología por sobre los de nuestro país. Su diputada Camila Vallejo colaboró en el libro de la demanda marítima ordenado por Evo Morales contra Chile para reforzar y difundir sus argumentos ante el mundo.
En la citada asamblea de la Internacional Socialista, una de sus conclusiones respondió a la interrogante ¿qué organización queremos para desarrollar nuestro carácter internacionalista?: "requerimos una plataforma mundial que brinde un espacio de intercambio permanente, y un espacio de solidaridad con los partidos que la integran y con sus gobiernos". Muestra de ello es el rápido respaldo que Nicolás Maduro le dio a su camarada Morales, exigiendo que Chile le dé mar a Bolivia.
Tal reflexión encaja en la postura de la ultra izquierda chilena respecto al fallo de la Corte Internacional de La Haya, que falló definitivamente a favor de nuestro país en su añoso litigio con Bolivia.
El PC se ubicó en un silencioso segundo plano y el Frente Amplio, claramente se dividió, al punto que se originaron pugnas entre sus aliados a raíz de que, finalmente, decidió sumarse a "la unidad nacional" convocada por el Gobierno. Uno de sus "rostros" más atrayentes por su popularidad, el desfachatado parlamentario Raúl Alarcón (Florcita Motuda) declaró estar a favor de Venezuela por su denuncia contra Chile de estar involucrado en el (auto) atentado a Nicolás Maduro y fue categórico en su respaldo a Bolivia por su demanda de una salida soberana al Océano Pacífico por Antofagasta.
Quien fuera candidata presidencial del Frente Amplio, Beatriz Sánchez (RD), durante la campaña electoral ratificó, las veces que se le preguntó, ser partidaria de un entendimiento con Bolivia con ese propósito.
Esta solidaridad ideológica por sobre la soberanía de un país, la plasmó tiempo atrás un folclorista comunista chileno, Ricardo Alarcón, quien le compuso al grupo extremista Inti Illimani la canción "Si Somos Todos", en que alude a América del Sur como un solo territorio sin límites y con una bandera común. Una de sus estrofas dice: "si somos americanos, no miraremos fronteras, cuidaremos las semillas, tiraremos las banderas".
La ciudadanía debe observar con especial cuidado este fenómeno, prioritario para la izquierda, con el objetivo de distinguir con total claridad a quienes no privilegian los intereses del país.
Si se observa el panorama posterior a la sentencia de la Corte Internacional, hubo espontánea satisfacción y hasta sorpresa, pero no se percibieron síntomas del chauvinismo que, en la víspera, se llevó a extremos increíbles en Bolivia. Fueron comprensibles las respuestas de reafirmación soberana en Arica -en su momento, eje de la disputa fronteriza con Perú- y en Antofagasta, ultrajada sin miramientos por Evo Morales.
El chileno no es nacionalista, sino sólo un explotador de oportunidades. De ahí que no valora, ni tampoco se ha detenido a hacerlo, la histórica trascendencia de la sentencia del más importante tribunal del mundo. Pero ello es independiente de que, como a todo habitante de cualquiera nación del mundo, sí le importa una eventual cesión forzada de parte de su territorio soberano.
Mayoritariamente desconocedores de su pasado, los chilenos de hoy poco o nada saben del sacrificio de millares de compatriotas en la Guerra del Pacífico, y que gracias a ese sacrificio el territorio nacional no llega sólo hasta Atacama, sino incluye el litoral, el desierto y el rico mineral entre esa Región y la actual Línea de la Concordia. Son miles de kilómetros, de costa a cordillera, que nadie se los obsequió al Estado, sino fueron conquistados con sangre, mucha sangre.
Los vaivenes de la política son un libro no escrito, y nadie tiene la carta que le permita pronosticar con certeza quiénes serán nuestros gobernantes del futuro. Por ello, es clave que las generaciones actuales transmitan a sus descendientes lo que han costado en recursos (US$ 50 millones) las defensas territoriales y la cautela de los límites.
El internacionalismo de la izquierda, como se ha dicho, no reconoce fronteras, sino las subordina a su solidaridad ideológica. No le importa subyugar pueblos soberanos con tal de hacer prevalecer el "estatus común", tal como lo hizo la Unión Soviética, al agrupar por la fuerza a naciones independientes, etnias, lenguas y religiones bajo una sola bandera, la de la hoz y el martillo.
Este desprecio de la izquierda por la identidad nacional la vivió Alemania: el dictador comunista Erich Höenecker la dividió en dos, con frontera electrificada y bandera e himno propios.
No se puede aventurar que Chile quede exento, a futuro, de una auto violación de su soberanía territorial por razones ideológicas, y ello hay que prevenirlo, ya mismo, con la denuncia e identificación de quienes subordinan los intereses del país a los de su perversa ideología.