LA CUMBRE DE LOS SOSPECHOSOS

VOXPRESS.CL.- Si repara en la foto, observará la imagen de un Jorge Bergoglio más que en oración, en una actitud de abatimiento. No lo está pasando bien, y no puede estarlo, a raíz del descontrolado estallido de escándalos sexuales del clero en países… en los que se han podido conocer.
Bergoglio, permanente víctima de los efectos de una insuficiencia pulmonar, está enfrentado a un escenario muy similar al que llevó a la renuncia a su antecesor, el alemán Benedicto XVI. Éste se encontró con una rivalidad incontrarrestable de sectores que se llamó cuando los llamó "faltos de vergüenza" por la cantidad de abusos sexuales que estaban cometiendo o encubriendo.
Un libro recién publicado por monseñor Georg Gaexswein, también alemán y el más cercano a dicho Papa durante su breve pontificado, revela que fue él, Benedicto, quien efectiva y realmente inició la persecución de los abusos sexuales al interior de la Iglesia Católica.
Personalmente viajó a Pensilvania y, luego a su propio país, con la finalidad de encarar las malas prácticas de sus ministros en sus distintos grados.
En Estados Unidos, a esa fecha, eran 300 los sacerdotes involucrados y 1.000 menores afectados, en tanto en Alemania, desde el fin de la Segunda Guerra hasta su último año de pontificado, se contabilizaban 1.800 curas acusados y 3.800 niños abusados.
Pero Benedicto fracasó en el intento, abdicó y el cónclave de cardenales eligió a Bergoglio en virtud de ser uno de los más participativos y poseedor de las mejores soluciones.
Sin embargo, este jesuita bonaerense se traía bajo la manda un proyecto de profundas reformas a la Iglesia, transformando, como él mismo dijo, en "más humana", "más humilde" y "totalmente abierta y receptiva a la gente". Su postura aperturista le abrió de inmediato un flanco, en especial de la poderosa curia italiana, que apunta a "una iglesia guía espiritual" antes que a una "de puertas abiertas de par en par", como la que pregona Bergoglio.
Tratando de hacer quirúrgicamente sus radicales cambios para no generar más resquemores en sus adversarios, Bergoglio, sin proponérselo ni quererlo, abrió un nuevo frente de ataque, y éste le reventó tras su deslavada visita a Chile y recoger los reclamos por "encubrimiento" de obispos chilenos a casos de acoso sexual.
Todo Pontífice, permanece regularmente informado en detalles de curas procesados por el derecho canónico y de los destituidos de sus cargos, y no sólo en Chile, sino de todos los lugares desde donde se notifican denuncias: Estados Unidos, Australia, Chile, Argentina, Perú, Irlanda, España, etc. En su estadía en el Vaticano, Bergoglio ha aceptado la renuncia de cuatro cardenales -el último, un norteamericano- por actos indecorosos.
No obstante, el cadencioso ritmo de la justicia católica se vio bruscamente alterado por la avalancha no revelada de abusos en Chile: 160 curas separados y 266 denunciantes por acoso. Molesto por su "desinformación", Bergoglio "intervino" la Conferencia Episcopal local, la que fue obligada a revelar a la justicia civil cuanto episodio de esta naturaleza se produjera. Hasta la fecha, la PDI, por órdenes de fiscales, ha allanado 16 centros eclesiásticos, incluyendo varios arzobispados y obispados.
La Justicia tiene con arresto nocturno al ex canciller del Arzobispado capitalino, Óscar Muñoz, y fue la causante de las recientes marginaciones de sus cargos de los obispos de Chillán, Carlos Pellegrin, y de San Felipe, Cristián Contreras. El primero, ex rector del Verbo Divino de Santiago y el segundo, influyente ex Secretario de la Conferencia Episcopal.
En su visita a Chile, Bergoglio creyó que pidiendo perdón en La Moneda "por el daño a víctimas menores", su rol de jefe estaba eximido de culpas. Pero no fue así: uno de sus opositores, el arzobispo de Boston, Sean O'Malley, lo obligó a abrir una caja de Pandora. Jamás imaginó que iba a tener que enfrentarse a una de las más catastróficas crisis internas de la Iglesia Católica en toda su historia, la que el arzobispo Georg Gaexswein, la definió como "nuestro 11 de septiembre" en alusión al ataque a las torres gemelas en Manhattan.
Abatido y rendido ante el irrefrenable estallido de abusos, Bergoglio convocó para el 21, 22, 23 y 24 de febrero de 2019 a una reunión en el Vaticano a todos los presidentes de Conferencias Episcopales del catolicismo mundial para tratar el tema. La información oficial dice que la decisión la tomó luego de "escuchar al c9".
Este es un grupo de nueve cardenales que "ayudan al Papa en su gestión", y entre los cuales, curiosamente, figuran dos prelados muy controvertidos: uno, el chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, está en el número 1 de los encubridores denunciados por los tres acusadores de Fernando Karadima, y, el otro, George Pell, enfrenta en Australia un juicio relacionado con abusos sexuales.
En rigor, fue el poderoso Sean O'Malley, presidente de la Comisión para la Protección de los Menores, quien le impuso a Bergoglio "poner prioridad" al problema, y de allí esta citación.
Ante la información de un diario italiano que daba fuera del C8 a Errázuriz, el Vaticano apresuró una declaración oficial para confirmarlo en su puesto. Hay que recordar que Bergoglio le imputó directamente a él ser el causante de la escasa efervescencia popular en su visita al país en enero de este año.
Esta novedosa tolerancia que le ha surgido al Jefe de la Iglesia es una evidencia de que se ha visto en la obligación de dominar su encendido y cambiante carácter, más aún si sobre él pesa una acusación de "encubridor" del abusador cardenal norteamericano Theodore McCarrick, hecha por su ex embajador vaticano Carlo María Vigano, aún sin respuesta oficial por parte de la Santa Sede.
Está confundido Bergoglio y de ello da cuenta su orden de expulsar de la Iglesia al cura chileno Cristián Precht. Con ello generó el malestar del sector progresista del clero local porque la dura medida afecta a un ex colaborador de la Vicaría de la Solidaridad y no procedió igual con el "conservador" Fernando Karadima.
Por ser obsecuente con la premura que le planteó O'Meally, el jefe del Estado Vaticano ha caído en una contradicción que conduce a una confusión al mundo católico. Antes de fijar la cumbre de los presidentes de Conferencias Episcopales del mundo, debió ordenar, tal como lo hizo en Chile, "la limpieza" de todas las jerarquías eclesiásticas y de los cleros locales, con la participación, como está ocurriendo acá, de la justicia civil. No parece ecuánime ni justo que en febrero de 2019 comparezcan juntos Episcopados que están siendo "limpiados" y otros, la gran mayoría, supuestamente "sucios", y que ni siquiera han sido investigados.
Tras iniciar la 'razzia' en la Iglesia chilena, Bergoglio anunció que "será un ejemplo para el resto del mundo", pero hasta la fecha no se sabe de ninguna otra Conferencia Episcopal intervenida y que, por instrucción de la Santa Sede, esté siendo investigada y allanada. En la cita de febrero no existirá equidad en cuanto a la información real que se le entregue al Papa.
Curioso, muy curioso, para una Iglesia que predica la igualdad.