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LOS VIEJOS DE MIERDA


VOXPRESS.CL.- Lo habían conversado poco tiempo atrás y lo pactaron en secreto. Al atardecer de un sábado, en su vivienda de Conchalí, Jorge Olivares (84) tomó una pistola, de la que sólo él y su esposa Elsa Ayala (89) sabían de su existencia, y ejecutó el macabro plan: le disparó a ella en el cráneo y, tras verla desplomarse, apuntó el arma en su sien y gatilló. Él murió en el acto, en tanto su cónyuge falleció ocho horas después en el hospital San José.

Con irresponsabilidad, medios de comunicación se refirieron a un "nuevo femicidio", como si se tratase meramente de un hecho policial. Pero el trasfondo va muchísimo más allá: es la realidad de los "viejos de mierda" que hoy son casi mayoría de la población y que, llegado un trance en sus existencias, concluyen que ésta no tiene sentido seguir viviéndola.

Un sobrino, la única persona que se preocupaba de ellos, hizo las gestiones para internarlos en un Hogar de Ancianos, dado que ella sufría un cáncer avanzado y que carecía de los recursos para combatirlo. Su marido, ante dicha situación, estaba abatido.

-Tío -le avisó- está todo listo para que ingresen al Hogar el viernes.

-Te pido un favor -le respondió. Dejémoslo para el domingo.

El sábado puso fin a la vida de su esposa y a la propia.

No es primera vez ni será la última en que la opinión pública se imponga de trágicos acontecimientos como éste. El envejecimiento de la población chilena ha aumentado a un ritmo superior al de otros países y dentro de dos años -2020- los adultos mayores constituirán gran parte de los habitantes del territorio, y en menos de una década serán más los viejos que los adolescentes y niños.

Un documento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que en 2050, el 22% de los habitantes del planeta tendrá sobre 60 años y que 400 millones de personas tendrán sobre 80 años.

Chile, junto a México y Turquía, son los países más jóvenes de la OCDE, pero para 2075, la tasa de dependencia de vejez ( número de personas mayores de 65 años en relación a los que están en edad laboral) será mucho mayor que el promedio mundial.

El INE consigna que hay 73 adultos mayores por cada 100 niños de 15 años y que el 2020 serán 87. En la Región de Valparaíso hoy son 103 viejos contra 100 menores de 15.

En el país hay 3 millones de adultos mayores, de los cuales el 15% vive en condiciones de pobreza y abandono. El promedio de habitantes sobre los 60 años es de un 15.8%. En el 2002 era de un 10.8%, y para el 2020 se espera que sea un 17.3%, lo cual refleja un crecimiento de 6.5 puntos en tan sólo 18 años.

En los países desarrollados, el proceso de envejecimiento ha sido paulatino, al revés de Chile, donde se ha generado de un modo tan veloz que no está preparado para enfrentar, y abordar, el fenómeno.

La realidad hace indispensable garantizar que los adultos mayores se mantengan integrados en distintos niveles a la sociedad, y que no se enfrenten a la cruel disyuntiva de Jorge Olivares y Elsa Araya de Conchalí.

Los adultos mayores en su mayoría son autónomos, pero en Chile todavía existe el concepto de que vejez es sinónimo de deterioro físico y mental, y por ello se les discrimina. Su invisibilidad refleja que nadie asume que también llegará a viejo.

No se les reconoce su estatus y no por cariño, sino despectivamente, se les denomina "abuelitos". Se ignora que hace tiempo hay una tercera y una cuarta edad, y que una persona de 70 o 75 años no es un anciano, como lo suelen definir los medios de comunicación.

Hay quienes, en el Congreso y fuera de él, se oponen a una de las soluciones más a mano para este creciente grupo de la sociedad: aumentar la edad de jubilación, ligándola automáticamente a la expectativa de vida. En lo único que parece haber consenso sobre la vejez es en el indispensable incremento a los montos de pensiones y a un expedito y barato acceso a la salud y a los fármacos.

En la OCDE hay ocho países que ligaron automáticamente la edad de jubilación a la expectativa de vida, lo que eliminó las presiones políticas. Ello, de momento, no ocurre en Chile.

Cada ciudadano en edad laboral y cada joven -todos con adultos mayores en sus familias- deben preguntarse qué quisiesen para ellos cuando lleguen a la vejez.

A los adultos mayores, de tercera y cuarta edad, no hay que observarlos a la distancia, con sus achaques y dificultades de desplazamientos, sino hay que ponerse en sus lugares e intentar sentir lo que ellos sienten, especialmente cuando viven en la soledad, en el abandono, en la escasez, en la enfermedad y, lo peor, en el olvido.

Téngalo presente: usted va hacia allá, al igual que sus hijos y sus nietos.

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