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CULTO A LAS ESTUPIDECES


VOXPRESS.- El culto a decir estupideces parece haberse apoderado de la clase social "con voz", y cuyos mejores intérpretes pululan en la televisión, en la politiquería y muy penosamente entre novatos e ignorantes dirigentes estudiantiles.

A partir de una infeliz expresión de Gerardo Varela, ministro de Educación, se generó una cacería política en su contra, como si fuese el único de cuya boca ha surgido una sandez.

Varela no ha explicado si lo escribió en serio o en broma, pero fue una pésima idea la suya en sugerir a los apoderados organizar bingos para ayudar al Estado a mejorar las infraestructuras de los recintos escolares. Ni las utilidades del cobre -si es que las hay- alcanzarían para remozar los innumerables establecimientos públicos en estados deplorables.

Gerardo Varela no es el único, ni el primero ni el último protagonista de este genuino deporte nacional que es el mal hablar, utilizando -como en este caso- expresiones poco afortunadas o incorrectas, en el supuesto de que se trata de ingeniosas ironías.

A los pocos días de su criticada propuesta, su jefe, el mismísimo Presidente de la República, en Puerto Vallarta, agradeció a un director financiero mundial su cariño "al igual como nosotros queremos a los perros en Chile, que son nuestros mejores amigos"…

Estadísticamente, está comprobado que en Latinoamérica los habitantes que peor utilizan el idioma son chilenos y argentinos. Éstos por la cantidad de criollismos que intercalan y nosotros, por un pobre dominio del vocabulario.

El lenguaje informal, el callejero, el de los recreos escolares, el de los 'carretes', no es vinculante a este culto de hablar sandeces.

De partida, los más entusiastas en sacar en cara los errores de los demás son los tendenciosos profesionales de la prensa de la TV, quienes no perdonan en otros una expresión errada, pero son campeones en utilizar equivocadamente algunos vocablos, con lo cual contribuyen a que la población los utilice y los asuma como si fuesen correctos.

Un antiguo adagio afirma que "los errores de los abogados están entre rejas, los de los médicos se hallan bajo tierra, pero los de los periodistas son de dominio público".

Algunos ejemplos. A diario en la TV se emplea el vocablo álgido (frío) como caliente, climax o tenso; mítico (algo imaginario, no real) en lugar de emblema, simbólico o leyenda; bastante (suficiente) para describir abundancia o cantidad; desapercibido (desatento) por inadvertido; 'apreta' en vez de aprieta e incluso palear (de pala) en reemplazo de paliar (atenuar).

La Antártica, un continente, se agrega al "Chile insular"…y se cree que es lo mismo vivienda, hogar y domicilio. Está de moda usar magnate como sinónimo de Presidente.

Tiempo atrás, una lectora informó a su teleaudiencia la pena por la muerte de Roberto Bolaños, el escritor chileno, "que tanto nos hizo reír con sus personajes de Chavo y Chapulín". El mexicano actor de estos personajes, Roberto Gómez Bolaños, estaba aún vivo.

Un relator que se hizo popularísimo en el Mundial de Fútbol de 1962, transmitiendo una velada de boxeo, anuncio que el peleador chileno "está mortalmente herido en una ceja"…Retirado y añoso, el púgil de aquel entonces goza de buena salud en el extranjero.

Un argentino de mucho renombre que llegó recomendando al más alto nivel a Chile, solía jactarse de que "me puedo equivocar, pero jamás decir estupideces". En un partido de fútbol comento (textual) que "si esa pelota llega a entrar, eh, era gol"…

Es llamativa esta contradicción de que sea el periodismo, cuna de equivocaciones, el más proclive a poner en ridículo a quienes se expresan mal, especialmente cuando son de una ideología distinta.

Son estos mismos profesionales, con severas deformaciones, los que se apresuran en poner sus micrófonos a tiernos dirigentes estudiantiles que no dominan más de treinta palabras, todas memorizadas de discursos que les pasan sus líderes adultos. Es dramático cuando se les interrumpe: son incapaces de recuperar la ilación.

De 'frases célebres' está plagado el quehacer de los políticos y, naturalmente, los medios se encargan de acentuarlos, cual rotativos, con finalidades obvias.

Un programa del cable tiene casi como característica una confusión histórica del Presidente Piñera. Atribuyó a Lenin el "miente, miente, que algo queda", expresión original de un filósofo griego, hecha célebre en la víspera de la caída de Berlín en 1945 por el general nazi Joseph Goebbels.

Siendo ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, proclamó que "hay que quitarle los patines a los estudiantes ricos y dárselos a los pobres", ello en alusión a su prometido término de la educación. El senador Jaime Quintana quedó marcado para siempre por su fallido anuncio de "la retroexcavadora", en referencia a la profundidad de las reformas estructurales de Bachelet que lo removerían todo.

El profesor de Historia y ex ministro de Estado, Francisco Vidal, expresó que "ni Burundi le daría mar a Bolivia": esta nación africana es mediterránea…

La hoy diputada y entonces directora de JUNJI, Ximena Ossandón, reclamó por considerar que su sueldo de $4 millones "es reguleque, no más".

El diputado Pablo Lorenzini fue obligado a dar disculpas, luego de asegurar que "la causal de aborto por violación es harto dudosa, porque hay muchas señoritas que, a causa del alcohol, se olvidan que tuvieron una noche de amor"…

La ex Presidenta Bachelet dijo que "el país está agradecido del aporte" de su hijo Sebastián Dávalos en la oficina Sociocultural de La Moneda, luego de que éste borrara toda la información (de Caval) contenida en su computador de Palacio.

El entonces candidato presidencial progresista Alejandro Guillier le enrostró a su rival Marco Enríquez ser "un mantenido" de su esposa, "quien gana un millonario sueldo".

Es interminable la lista de idioteces de esta naturaleza que se expresan públicamente y con toda naturalidad.

No son chascarros ni lapsus, sino consecuencia de una falta de reflexión previa de lo que se quiere decir, de carencia de recursos idiomáticos, de una ignorancia general o de una clara mala intención. Así, el resultado siempre será el de una estupidez.

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