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EL FUTURO NO ESTÁ AQUÍ


VOXPRESS.CL.- Continúa vigente, y sin contrapesos, una investigación que cinco años atrás hizo la Universidad Diego Portales para determinar acaso, algún día, Chile podría llegar a ser un país desarrollado.

La conclusión del estudio fue decepcionante: "dado el analfabetismo funcional de la población, esa meta podría lograrse dentro de…¡150 años!

El documento explica que "pese a su ignorancia, el chileno funciona", e incluye en tal afirmación a quienes tienes estudios de educación superior.

Para intentar, al menos, una tendencia que revierta tan apocalíptica realidad, es clave, casi de vida o muerte, una educación moderna, jerárquica y con alumnos interesados en las materias y en el aprendizaje. Ello no se ha dado, no se está dando y todo hace prever que no se dará.

Uno de los factores adversos es la paupérrima calidad de los contenidos, precariedad que se acentuará con la gratuidad, una conquista socio/económica pero no académica.

Otro elemento de negativa incidencia es que la mayor parte de la educación en el país es la pública y un alto número de los establecimientos depende de las municipalidades que, en cuanto a recursos, suelen no disponerlos en abundancia. Si a ello se le suma que los propios estudiantes son, en muchos casos, los menos inquietos por su presente y futuro, poco o nada se puede esperar.

Sociólogos y filósofos son grandes defensores de los bruscos cambios generacionales y de las nuevas conductas juveniles, que "van de la mano con las innumerables mutaciones sociales". Atribuyen sus deterioros conductuales e intelectuales a la degradación general de la sociedad en su conjunto.

Visto desde esa perspectiva es fácil entender lo que está aconteciendo con el estudiantado público, con un franco retroceso en sus rendimientos y con inquietudes no ligadas a sus deberes.

Al menos en Chile, varios son los fenómenos que dan la pauta de que el país se distancia del desarrollo, al menos del intelectual, por los innumerables déficits en el ámbito escolar.

Los crecientes niveles de conflictividad del estudiantado indujo, el 2015, a crear una Unidad de Mediación en la Superintendencia de Educación (SE), ello con la finalidad de contribuir a resolver desavenencias y confrontaciones al interior de escuelas y liceos. Ese mismo año se recibieron 61 solicitudes de especialistas mediadores.

En dos años, dicha demanda de ayuda aumentó 23,8%, llegando el 2017 a 1.457 requerimientos. Este 2018, sólo entre el 15 de marzo al 21 de mayo, la SE recibió 256 solicitudes: ¡los colegios arden en conflictos internos!

La mediación opera cuando los problemas superan una simple resolución, por lo que una de las partes recurre a la Superintendencia. Los conflictos más frecuentes son la agresividad entre estudiantes (27,8%), medidas disciplinarias supuestamente injustificadas (17,1%), maltrato de un adulto al alumno (15,2%) y discriminación (11,2%).

Esta última, conocida como bullying, tiene gran amplificación en la opinión pública, pero las cifras la desmitifican: está muy por debajo de los reales problemas, los de conducta, que son los gravitantes en el comportamiento agresivo de la juventud escolar y, por consecuencia, en sus acciones que poco o nada tienen que ver con su naturaleza.

En los últimos tres años, los colegios municipales de Santiago han perdido 320 días de clases por estar en toma, casi el equivalente a un año escolar.

Recientemente, las más visibles han sido las del Liceo Amunátegui, Instituto Nacional y Javiera Carrera, liceos que lideran la lista de los establecimientos que han perdido más clases en lo que va de este año. Para gran parte de los alumnos del Liceo Miguel Luis Amunátegui, sus comidas fuertes del día son el desayuno y el almuerzo que les da el colegio. Muchos padres de esos alumnos reconocieron que no tienen recursos para darles a sus hijos una buena alimentación.

Sólo en mayo se perdieron cerca de 17.568 raciones alimenticias.

El establecimiento que suma más días en toma en 2018 es el Liceo Nº1 Javiera Carrera, con 20 jornadas: en casi un mes, las alumnas se han tomado 12 veces el liceo, con el argumento de que no hay baños ni camarines suficientes. Sus quejas no apuntan a la enseñanza, sino a "la educación sexista"…

Casi increíble respecto a años anteriores, el Instituto Nacional ha tenido este 2018 sólo siete días en toma. El presidente de su Centro de Alumnos, Vicente Salinas, explicó que “con el paso de los años se ha concluido que la única manera de conseguir objetivos es presionando a las autoridades, y las tomas es lo que más los angustia”.

Todas estas acciones, generalmente condimentadas con violencia y destrozos, colmó la paciencia de las autoridades. Hasta el 2017, por la similar sensibilidad política con los autores de movilizaciones y tomas, se omitió intencionalmente frenar a estas minorías ultra que lo que menos tienen es interés en estudiar y en cuidar a sus propios establecimientos.

A días de que un incendio generara $ 300 millonarios de pérdidas en las instalaciones del Liceo Miguel Luis Amunátegui, el Presidente Sebastián Piñera anunció el envío de un proyecto de ley que endurece las sanciones penales contra quienes causen daños en la infraestructura de los colegios.

Este compromiso se suma a las acciones judiciales asumidas por la Municipalidad de Santiago, al presentar una demanda civil de indemnización de perjuicios contra ocho personas, siete apoderados y un alumno, por los daños que se generaron en el Liceo Amunátegui. En paralelo el municipio sumó una querella por el delito de incendio y daño calificado.

Parece, por fin, haber llegado la hora de atacar el mal con la única medicina que, si bien no sana, produce dolor: la penalización legal. No resultará fácil un consenso en esta iniciativa, dada la composición de este Parlamento, cuya mayoría progresista está siempre del lado de los promotores de desmanes. "Es responsabilidad del Estado dar soluciones" dicen, ahora, que no están en el poder y le exigen desembolsos a un Estado que ellos mismos ralearon financieramente.

Puede, y es hasta posible, que se logre materializar algún tipo de penas para estas semillas de maldad, pero lo que está definitivamente claro es que con este modelo de comportamiento y de desinterés por aprender y progresar de los escolares municipalizados, el futuro de Chile no hay que buscarlo en la educación pública secundaria.

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