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UNA COSQUILLA A LOS PRIVILEGIADOS


VOXPRESS.CL.- Parece estar cerca el atenuar en algo uno de los abusos que más irrita a la población: el salario de privilegio de los parlamentarios.

Desde que, por motivos políticos, se hicieron frecuentes los estudios de opinión, siempre e invariablemente, el último lugar de simpatía popular lo ocupan los legisladores. Tan negativa percepción es reforzada por el rechazo que originan sus ingresos, comparativamente descomunales respecto al resto de los ciudadanos.

El artículo 62 de la Constitución define que "los diputados y senadores percibirán como única renta una dieta equivalente a la remuneración de un Ministro de Estado, incluidas todas las asignaciones que a éstos correspondan."

Dicha dieta asciende a $9.121.806 (bruto), aunque es susceptible de descuentos por conceptos de impuestos, salud y previsión, quedando como monto final en una cifra cercana a los $7 millones.

La semana pasada (12 de junio), por 76 votos a favor, 46 en contra y 25 abstenciones, la Cámara aprobó solicitar al Gobierno poner urgencia al proyecto que fue ingresado hace cuatro años y que propone rebajar la dieta parlamentaria.

Esta propuesta de disminuirla de $6 millones líquidos a $5 millones es casi un saludo a la bandera, porque un sueldo de esta magnitud continúa formando parte del 3% al 5% de la población con mayores ingresos.

El salario promedio de los trabajadores en el país es de $400 mil y el sueldo de los diputados es 34 veces más que el sueldo mínimo ($ 276 mil).

Un solo diputado le cuesta al Fisco $296.012.422 al año, que es la suma de la dieta de $9.121.806; del monto por personal de apoyo de $6.050.131; el pago de (las controvertidas) asesorías externas por $2.329.756; el financiamiento de gastos operacionales para comités por $232.970 y otros $955.283 para personal de apoyo.

A su vez, un senador tiene un costo anual de $379.049.241, con asignaciones todavía mayores a las de los diputados.

A cada parlamentario, el Fisco le entrega un auto y un número indeterminado de teléfonos móviles, cuyos usos son con cargo al erario nacional, ello al margen de un determinado número de pasajes aéreos.

En la votación en sala hubo quienes rechazaron la propuesta, argumentando que "no tenemos porqué ser menos que un ministro de Estado o uno de la Corte Suprema" y defendieron su actual ingreso, "porqué debemos estar al nivel de lo que se paga en el sector privado", aduciendo que "sacrificamos, quizás, mejores rentas por servir al país"…Tal supuesta vocación la ponen diariamente en entredicho,, al no estar casi nunca presentes cuando las comunidades los requieren, ni en las emergencias. Pero, para micrófonos y cámaras, se hallan 'siempre listos'.

Si en la página del Congreso Nacional se revisan los perfiles individuales de los parlamentarios, se concluye que un 50% de ellos no encontraría un trabajo de jerarquía, con ese rango de remuneración, en el ámbito privado. Al chequear el destino de los legisladores que dejaron en marzo el Parlamento, se advierte que, en su mayoría, se incorporaron al ámbito académico, en el cual es conocido el mediocre promedio salarial.

La iniciativa apunta a que el sueldo de los legisladores se reduzca, sea fijado por ley y no modificado, siempre al alza, cada año, usando como instrumento el reajuste de empleados públicos. Anualmente, sus parlamentarios le cuestan $16 mil millones al país.

Aquí radica el punto de inflexión, porque la ciudadanía se pregunta acaso ese costo vale la pena. La mayoría de los parlamentarios accede al Congreso por intereses políticos personales y del partido al que representan, y su aparente 'servicio público' no es más que un trabajo ideológico con fines ideológicos. Ha habido casos -el de Andrés Zaldívar es el más fresco- en que eligen al Legislativo como una fuente laboral permanente en sustitución de otra actividad más demandante y menos rentable.

El debate del proyecto no estuvo exento de fricciones. Los diputados autores de la iniciativa hicieron un llamado a sus colegas a "ser consecuentes" con la realidad, en tanto quienes se opusieron adujeron que "la inconsecuencia es de ellos, ya que si consideran que ganan demasiado, devuelvan una parte".

Aunque parezca no creíble, hay quienes mensualmente retorna a la tesorería de la Cámara, una cifra que, dice, estimar innecesaria. Uno de ellos es Jorge Rathgeb (RN).

En definitiva, si llega a materializarse esta rebaja remunerativa de los congresistas, igual no pasará de ser una mera cosquilla a un puñado de privilegiados.

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