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LA CUENTA QUE CASI NO CUENTA


VOXPRESS.CL.- Siempre ha sido un simple trámite, aunque ha habido, y hay, ocasiones en que algunos Mensajes Presidenciales son más sensibles que otros. El leído por Sebastián Piñera el 1 de junio cabe en este casillero.

El escenario actual de la política chilena ofrece una particularidad que hace más fértil aún la histórica división entre la derecha y la izquierda. Fruto de la desaparición del centro se profundizó el distanciamiento ideológico, agravado, ahora, por los respaldos que se produjeron en la elección presidencial del 17 de diciembre.

La población criolla salió del régimen militar con una acentuada inclinación por la izquierda. Para nadie es un misterio que gran parte de la sociedad chilena, la que no milita ni participa activamente en política, se siente más y mejor interpretada por la sensibilidad socialista, pero ésa misma no es partidaria de aventuras desconocidas y actúa con cautela frente a procesos que lo quieren cambiar abruptamente todo. Se acabó el Chile de los extremos, aquél en el cual cohabitaban, con desprecio mutuo, los que lo poseían todo y los que carecían de todo.

El bloque poblacional que más creció en las últimas décadas fue una clase que, sin ser pobre, se transformó en emergente y accedió a bienes que sus antepasados jamás pudieron tener.

Es un fenómeno social más que político. La ex Presidenta y su Nueva Mayoría calcularon mal, al momento de diseñar su destructivo programa de Gobierno, basado en el cambio de un modelo neoliberal por otro estatista, arrollador y con la huella totalitaria del PC. No hay que olvidar que, tras ser electa a fines de 2013, Bachelet afirmó (textualmente) que esperaba "completar la obra inconclusa de Salvador Allende".

Intentó hacerlo, pero fracasó, y ello en gran medida porque la propia ciudadanía se lo impidió. Esta mayoritaria clase emergente no quiso correr riesgos ni poner en peligro su nuevo estatus, que era, en rigor, lo que le ofrecía la Nueva Mayoría.

Esto explica la amplia derrota sufrida por la izquierda en la Presidencial. Fue tan grande la desazón originada por ese revés, que la izquierda la atribuyó despectiva y ofensivamente "a los fascistas pobres", en alusión a ese sector que no siendo de derecha votó por Piñera.

Se generó, así, este nuevo escenario jamás soñado por la izquierda en cuanto a que, alguna vez, iría a perder el poder. Lo perdió, y ello aún no lo digiere ni lo asume, frente a lo cual ha adoptado una postura casi irracional: consciente de que tiene mayoría en el Congreso, quiere seguir gobernando, pero esta vez no desde La Moneda, sino desde el Parlamento. Exige que el Ejecutivo le consulte previamente todo lo que pretende hacer, cómo y porqué.

Es tanto así, que la oposición se coordinó organizadamente para replicar, rechazar y deslegitimar la Cuenta Pública del Presidente de la República. A ello se sumó, en persona, la ex Mandataria, de paso en Chile, quien, sin mirarse en el espejo, calificó de "endogamia piñerista" a esta administración.

Pese al llamado al diálogo y a los acuerdos del Presidente en su Cuenta, la reacción inmediata opositora fue torpedearla y 'ningunearla. Sus heridas aún sangrantes se abrieron más con el repaso que hizo Piñera del desastroso panorama con que recibió al país.

Sólo en abril de 2018, Chile creció un 5%, cifra nunca alcanzada durante todo el Gobierno de Bachelet, que ni siquiera llegó a un 3%. Se entiende, entonces, porqué nunca sus parlamentarios intentaron siquiera un aplauso al interior del Congreso Pleno.

Esta oposición, que sigue pensando y actuando como si fuese el oficialismo, continúa sin entender el rol que jugó, y seguirá haciéndolo, la clase emergente, sus llamados "fascistas pobres".

Visto así, la Cuenta Pública fue tridimensional: de un lado, el Gobierno que aspira a hacer realidad sus proyectos para "volar alto y que no deje a nadie atrás" y "sin enfrentamientos a puño cerrado"; del otro, una izquierda obtusa que, por ningún motivo, quiere que los ciudadanos lo pasen bien, porque sería una herida de muerte para sus pretensiones; y, finalmente, se halla la población que desea perpetuarse en la ruta del progreso individual.

Un 43% de ciudadanos confesó en una encuesta que escucharía o vería por TV la Cuenta Pública. Ese porcentaje ha sido, siempre, muy menor, porque a la gente sólo la alerta lo que puntualmente le interesa, incluso sin importarle la suerte de su vecino. Cada cual quería escuchar o leer sólo lo concerniente a una mejor previsión, a beneficios para la tercera edad, a la rebaja de los costos en salud, a que el Metro le llegue a una cuadra de su casa, a la estabilidad de los empleos, etc., así como a los empresarios sólo les hacíae sentido un relajo tributario, que no ocurrió.

Como Cuenta Pública no podía ofrecer mucho, porque con sólo dos meses en el Ejecutivo tenía poco que rendir. Pero el Presidente estrujó los buenos resultados que están alcanzando sus 'acuerdos nacionales', producto de sus comisiones sectoriales, a las cuales se negaron concurrir el PS y el PC. También enumeró los proyectos ya presentados al Congreso, poniendo énfasis en "haber ordenado la casa" en cuanto a la inmigración.

Dedicó tiempo a poner énfasis en sus iniciativas de equidad en cuanto a las mujeres, el tema de moda hoy y del cual ninguna autoridad quiere quedarse abajo. Simultáneamente a estas palabras presidenciales, a sólo cuadras del Congreso, una marcha encabezada fundamentalmente por jovenzuelas de extrema izquierda, hacía ver que "estamos y estaremos en contra del Gobierno, porque no nos escucha y parece que no nos ve".

Esos mismos (supuestos) estudiantes que marcharon durante el Mensaje, no tuvieron idea, ni la tienen, de los proyectos anunciados por el Presidente en una materia que fue ignorada por su antecesora: la calidad en la educación. Eso no les ha importado jamás a estos ideologizados manifestantes y tampoco les inquieta ahora. Son otras sus prioridades.

En suma, fue una Cuenta Pública como muchas otras, preñada de buenos proyectos y mejores intenciones, pero que se enfrenta a un escenario muy complicado. Sin acuerdos y entendimientos con una odiosa oposición no llegará a puertos muy lejanos, y lo peligroso de esta condicionante es que corre el riesgo de otorgar concesiones a quienes sólo aspiran, y anhelan, el fracaso de este Gobierno.

Sólo el futuro a corto y mediano plazo dirá si contó esta Cuenta.

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