LOS ERRORES NO FORZADOS

VOXPRESS.CL.- Ésta es una expresión propia del deporte del tenis, y refleja la equivocación de uno de los jugadores sin ser presionado por su rival.
Se dice, y con razón, que el Gobierno ha cometido varios errores no forzados en sus dos meses de gestión.
Sebastián Piñera, en plena campaña electoral, planteó que "la mejor universidad para ser Presidente es haberlo sido", en una acertada interpretación de que no iba a tropezar con las mismas piedras que encontró en el camino en su primera administración.
En éste, su segundo período, no ha partido como un caballo desbocado, sino escogió la prudencia, esperar los tiempos adecuados para abonar un terreno adverso por no tener mayoría en el Congreso.
La oposición lo ha toreado, instándolo a 'pisar el palito' y le transmite a la ciudadanía una sequía legislativa ("casi no tenemos proyectos que discutir") para instalar la sensación de que el Ejecutivo…no ejecuta.
No es así: en dos meses ha ingresado 32 proyectos.
Lo que hace La Moneda es aguardar instancias de entendimientos, previo al envío de sus iniciativas, conociendo la necia disposición del PS, el PC y parte del FA, de reventar todos sus proyectos en las comisiones de la Cámara de Diputados. Es una forzada estrategia la de intentar al menos, antes de las discusiones parlamentarias, aproximar puntos de vista. Así está ocurriendo con las comisiones sectoriales convocadas por el Ejecutivo.
Un ejemplo de ello es la seguridad ciudadana. Aunque no lo suficientemente difundidas para ilustrar a la población, Carabineros lleva ya dos redadas masivas a nivel nacional con miles de delincuentes detenidos en una sola noche. El Ministerio del Interior "está haciendo su pega", no así la Justicia que formaliza a los antisociales y, luego, los deja en libertad.
El bestial asalto en calle Loreley de La Reina, que terminó con la dueña de casa muerta a puñaladas, lo cometió un delincuente en libertad con 20 condenas a su haber.
Esta actitud 'garantista', el cáncer de la reforma procesal penal, puede terminar castrando todas las normas que Interior, a petición de la ciudadanía, está impulsando.
Si para el Presidente su anterior período sí fue un aprendizaje, no lo fue respecto a algunas decisiones casi intrascendentes, en que el Gobierno se ha equivocado, generando mucho más ruido del que suele causar un gran proyecto controversial o una conflictiva Política Pública.
En tonterías ha caído en desprolijidad, dándole queso de comer a una oposición que aguarda hasta el más burdo error para salir de su ratonera. El PS, con la agradecida sobreexposición de Jorge Bermúdez Soto, ha rebajado a la Contraloría General de la República a un nivel muy elemental, para utilizarla como buzón de reclamos.
La Moneda carece de un plan B para contraatacar, trayendo al recuerdo los innumerables errores no forzados de Bachelet y su Nueva Mayoría, como los $ 24 millones gastados en el himno de la abortada reforma constitucional y los $30 millones para asistir a un partido de la Selección Nacional.
La inhibición para 'sacar en cara' dichas acciones se explica por el frágil vínculo con la oposición para llegar a acuerdos. Sin embargo, un buen aprendizaje hubiese permitido instalar a 'voceros informales', esto es, políticos o parlamentarios de Chile Vamos que se dediquen a mantener en primer plano los errores del adversario.
Sin embargo, como lo han reconocido sus propios ministros, se han cometido errores que bien pudieron evitarse, siempre amplificados por la prensa, en manos de capitalistas pero manejada por incoherentes profesionales de izquierda.
Semanas atrás, desde Interior salió un instructivo a todos los ministerios y a sus servicios dependientes para que adoptasen todas las providencias para no cometer más errores no forzados. Sin embargo, las primeros en evitar incurrir en este tipo de torpezas, son las autoridades del Ejecutivo.
La Moneda no se detuvo a reflexionar acerca de las maquinarias de observación y detección de errores gubernamentales montadas por la oposición.
Por apurón, el Presidente se equivocó en la designación de su hermano Pablo como embajador en Argentina, siendo que la mayoría, o casi totalidad, de los representantes diplomáticos no de carrera, aún no han sido nombrados. Con calma y con pinzas, después se escogió para dicho cargo al ex presidente del Colegio de Abogados, Sergio Urrejola.
Si durante la campaña presidencial, el candidato Piñera fue duro en sus críticas al nepotismo de la Nueva Mayoría, pareció obvio que ningún pariente de ministros iría a ocupar puestos en el Gobierno. Pero ocurre que hay, al menos, quince familiares directos cumpliendo funciones ejecutivas. Uno de ellos, un hijo del mismísimo ministro del Interior debió renunciar antes de que lo marginara un dictamen de la Contraloría.
En su declaración patrimonial obligatoria para asumir como ministro, Felipe Larraín consignó que era de $6 mil millones. ¿No podía, acaso, financiar su viaje y estada en Boston para un encuentro de exalumnos de Harvard?
Recientemente, trascendió la compra de un televisor para el Palacio de Cerro Castillo por $8 millones. Se argumentó, infantilmente, que era un instrumento de trabajo: de ser así, ¿no hubiese sido preferible un proyector?
El episodio del protocolo sobre la objeción de conciencia en los servicios públicos de salud, y que tiene al ministro Emilio Santelices caminando por la cornisa, fue de forma y fondo. Por contenido, aunque lo deslegitimó la Contraloría, es debatible y tendrá que serlo siempre, porque la Ley de Aborto en este punto fue mal concebida: ninguna norma legal en un país democrático puede violar la conciencia de un ser humano.
En cuanto a la forma, sí se obró mal, porque se despachó dicho protocolo sin una consulta o una conversación previa respecto a la esperable repercusión política que podía tener, en especial en la izquierda y el feminismo libertino, tan de moda hoy.
Al Gobierno no se le perdona haber aplastado al progresismo en la elección presidencial. Todo el terreno que pisa, cualquiera que sea, lo tiene minado. Por lo mismo, debe ser cauto en todas sus actuaciones y palabras, y más aún en aquellas que son de apariencia superficial, pero que resultan las más rápidas y fáciles de sacarles provecho por parte de la oposición.
Para ganar un partido de tenis, el jugador está en la obligación de cometer el menor número de errores no forzados. Ojalá, ninguno.