EL AUTOGOL DE LOS POLÍTICOS

VOXPRESS.CL.- El populismo en la política siempre deja víctimas y, casi invariablemente, sus proyectos terminan derrumbándose.
"Darle a las masas lo que quieren las masas" es la peor receta a que puede echar mano un aspirante a líder en cualquier país democrático.
Tan añejo precepto puede dar réditos en pueblos que están maduros para ser presa de un totalitarismo, pero naufragan grotescamente en aquéllos en que la institucionalidad es fuerte y resistente.
En un total desastre terminaron las aventuras populistas en Brasil y Argentina, en tanto Ecuador corrige cada día su rumbo, sepultando la cirugía estatista de Rafael Correa.
Patético es el caso de Nicaragua: el ex guerrillero revolucionario Daniel Ortega, sin un peso en las arcas fiscales, retiró el aporte estatal a las jubilaciones, originando más que un caos, una tragedia por la represión armada en contra de quienes protestan.
Más temprano que tarde, los caudillos populistas se quedan sin recursos para cumplir con sus 'ofertones', originándose invariablemente la colisión ciudadanía-Gobierno. Por ello, duramente derrotada, debió irse Cristina Fernández de la Casa Rosada.
Populistas fueron las reformas impulsadas por Bachelet: una, la tributaria, para que "los ricos" pagasen más impuestos; otra, la educacional, para que no hubiesen establecimientos que cobraran por enseñar, y la laboral, destinada a reforzar a los sindicatos en contra de sus empleadores. ¿Triunfó alguna? La celebrada gratuidad, hoy es la piedra en el zapato de las universidades, porque sus efectos colaterales provocarán su desfinanciamiento.
Uno de los tantos proyectos populistas concebidos en el régimen socialista de Bachelet fue el término del sistema binominal de elecciones, por ser "una herencia de la dictadura". Su eliminación se festejó casi como un suceso histórico.
El sistema, ideal y democrático, para sustituirlo se llama proporcional, un símil del existente hasta 1973.
Si el proporcional antiguo y el binominal no eran democráticos, el actual tampoco lo es: ocupan escaños parlamentarios quienes carecen de una genuina representación de la gente.
¿Alguien medianamente inteligente puede concebir como democrático que un candidato que obtuvo mil votos esté sentado en lugar de otro que logró 3 mil o más?
Dos ejemplos son suficientes para reforzar esta increíble incoherencia: Maule eligió a cinco senadores y quien obtuvo el tercer lugar en votos, Andrés Velasco (Ciudadanos) quedó fuera; en Valparaíso, la tercera mayoría en sufragios, Lily Pérez (Amplitud) también fue marginada.
Gracias a este sistema de arrastre, dado por la popularidad del cabeza de lista, hoy deciden las leyes personajillos que le hacen pésimo a la imagen de una tradición republicana, como los 'honorables' definen al Congreso Nacional.
La presidenta de la Cámara de Diputados, una nieta de Salvador Allende, declaró que la corporación "es la casa de la democracia", inaceptable error de acuerdo a la ley electoral en vigencia.
Democracia, y plena, sería el sistema más arcaico de todos, pero que no calza con los cálculos e intereses de los partidos: son electas las primeras mayorías, y punto.
Uno de los argumentos más socorridos en el debate parlamentario sobre el sistema para sustituir al binominal, fue que "posibilitará la existencia de más y pequeños partidos", ello en reproche al predominio, hasta ese momento, de dos grandes bloques.
Resultado del nuevo sistema es que de los 28 partidos existentes hasta noviembre de 2017, sólo lograron sobrevivir 18, y muchos de éstos tuvieron que fusionarse o formar grandes bloques, los mismos que antes se censuraban.
El objetivo que se propusieron los legisladores no se cumplió, ni en democratizar las elecciones ni en permitir el surgimiento de nuevos y más colectividades.
Entre tantos asesores de los parlamentarios podría haber alguno al que se le ocurra indagar acaso, en el resto del mundo, habrá otros Congresos en los cuales se hacen tan mal las leyes que, al corto plazo, hay que corregirlas, cambiarlas, aclararlas o hasta eliminarlas.
Nunca antes en la historia del Parlamento había ocurrido que un diputado declarase no saber porqué estaba allí, "ya que de esta cuestión entiendo poco o nada".
El escaso mundo pensante que va quedando en Chile sufre frente a un escenario legislativo cada vez más chato. Antes de que sea demasiado tarde, la ciudadanía, y no ellos porque no lo harán por razones obvias, deben exigir a sus eventuales representantes un nivel acorde, al menos, al de una persona medianamente letrada.
La ignorancia generalizada imperante en el Parlamento lo refleja el altísimo número de asesores, todos pagados con dineros provenientes de los impuestos de los chilenos. La función de ellos es "hacerles la pega", aportándoles variada información temática e incluso disertaciones y discursos.
El Congreso se encuentra en plena faena de racionalización de gastos, y parece ser la oportunidad de que se prescinda de los asesores pagados con dineros públicos, y quienes, por su precaria preparación los requieran, que los financien directamente, echando mano a sus millonarias dietas, también provenientes de fondos del Estado.
Es el populismo el que coloca a estos 'pernos' en sitios que no les corresponden por su falta de capacidad. Si alguien tiene alguna duda de ello, piense en Nicolás Maduro, el dictador venezolano.