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¿ACASO SERÉ YO, MAESTRO?

VOXPRESS.CL.- Ni siquiera es un secreto a voces, sino una absoluta certeza: Jorge Bergoglio ya decidió "cambios profundos" en la jerarquía de la Iglesia chilena y los párrocos del Gran Santiago fueron instruidos de que la feligresía ore por quienes serán las nuevas autoridades.

La nómina de obispos que durante esta semana viaja en pequeños grupos a Roma para la crucial reunión (14 al 17) con el Jefe de la Iglesia Católica, no será la misma al regreso.

De partida hay cuatro prelados con 75 o más años, y Bergoglio ha sido enfático en el cumplimiento de la edad límite, excepto en el caso de Ricardo Ezzati, a quien expresamente, el 2017, le solicitó que se mantuviese.

El perfil del obispo que quiere Bergoglio, lo definió hace poco, al escribir que “debe tener siempre ante los ojos el ejemplo de Jesús, que como Buen Pastor, no vino a ser servido, sino a servir, y para dar su vida por las ovejas”.

“Los santos obispos –y hay muchos en la historia de la Iglesia, muchos obispos santos– nos muestran que este ministerio no se busca, no se pide, no se compra, sino que se recibe en obediencia, no para elevarse, sino para rebajarse, al igual que Jesús”.

“Es triste cuando se ve a un hombre que busca este oficio y que hace tantas cosas para llegar hasta allí, y cuando llega allí, no sirve, se pavonea, vive solamente para su vanidad”.

No se conocen en el historial de la Iglesia conceptos tan crudos para definir la impronta de sus ministros.

La renovación de la jerarquía eclesial chilena poco tiene que ver con un cambio radical de perfiles, sino con la suciedad que escondía la alfombra, consecuencia de un escándalo que se manejó mal, que no se solucionó y que nunca se asumió con transparencia por parte de las autoridades del clero local.

Es aquí donde hay que instalar un muro divisorio: la que está en jaque es la jerarquía, la jefatura, y no el gran estado llano de sacerdotes, algo que no evaluó Bergoglio, quien englobó a toda la Iglesia en un conflicto puntual.

Si fuese real la catastrófica visión suya, tendrían que ser desplazados de sus cargos todos, o casi todos, los obispos.

Bergoglio se encapsuló en la cuestión de Juan Barros, el principal objetivo de los tres denunciantes. Su gran error fue generalizar en su carta condenatoria, con lo cual puso bajo sospecha a todo el clero.

Desde una perspectiva acotada al caso Barros, Bergoglio dará cumplimiento a su anuncio de consensuar soluciones a "corto, mediano y largo plazo". De esta reunión en el Vaticano se espera, entonces, que el blanco se centre en lo inmediato, esto es, en quienes fueron protagonistas del escándalo y en la designación de un líder, u otros líderes, que garanticen la no repetición de situaciones similares.

Si es que no se contradice ----como parece ser su costumbre--, Bergoglio no debería cortar más cabezas que las estrictamente involucradas en aquel episodio: el cardenal emérito (en retiro) Francisco Javier Errázuriz, el cardenal arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, y el gran protagonista y acusado de "cómplice de Karadima", el obispo de Osorno, Juan Barros. Hasta horas atrás, se dudaba de su viaje por hallarse con licencia médica…

Este último, en dos ocasiones le ha presentado su renuncia, pero Bergoglio se la ha rechazado.

Con incansable insistencia, los denunciantes han pretendido implicar a quienes fueron del entorno de Karadima en la parroquia El Bosque, como Andrés Arteaga, Horacio Valenzuela y Tomislav Koljatic. El primero de ellos, obispo auxiliar de Santiago y ex Gran Canciller de la Universidad Católica, está enfermo de cuidado hace tiempo y no viajará al Vaticano. Su reemplazo puede, perfectamente, atribuirse a motivos de salud.

Valenzuela es el obispo que más tiempo tiene a su cargo una diócesis ---la de Talca--, pero no participaba del "círculo íntimo de Karadiima" al momento de las denuncias, al igual que Koljatic, que es generacionalmente posterior.

Valenzuela, eso sí, no tiene una positiva evaluación de su trabajo territorial.

Además de la larga vacancia del obispado de Valdivia, que urge ser llenada, cuatro de los prelados viajeros ya hicieron llegar sus renuncias por estar excedidos en la edad tope (75): Gonzalo Duarte (Valparaíso), Ricardo Ezzati (Santiago), Alejandro Goic (Rancagua) y Cristián Caro (Puerto Montt).

Se especula que por su postura y colaboración frente a los casos de Karadima y Barros, se le podría pedir a Goic que permanezca por un tiempo. Pero, además de sus 78 años, el mantenerlo configuraría una contradicción de Bergoglio, muy riguroso en la salida de los excedidos de edad.

Dos datos sugerentes. El primero y único en viajar este lunes 7 es el Vicario Apostólico de Aysén, obispo Luis Infanti, un alabado luchador social y quien abrió las declaraciones contra Barros ante el emisario Charles Scicluna; y el último en hacerlo será Ignacio González, Opus Dei a cargo de la diócesis de San Bernardo y defensor a ultranza del acusado.

En Santiago y en Roma se especula que el anticipado y solitario viaje de Infanti no obedece a un supuesto deseo de visitar a su familia italiana, sino a la intención de Bergoglio de 'tantearlo' como el cardenal a cargo de la renovación de la Iglesia chilena.

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