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¡QUÉ LEGADO!: EL PEOR GOBIERNO EN 27 AÑOS


Ni la crisis asiática que golpeó duramente a la administración de Frei Ruiz-Tagle ni los severos efectos de la recesión mundial que impactaron su primer período, lograron evitar que este segundo Gobierno de Michelle Bachelet batiese todos los record en cuanto a mal crecimiento económico.

Pese a la recuperación originada por el repunte en el precio del cobre el último trimestre --octubre/diciembre--, el 2017 registró el mismo crecimiento económico que el 2016, lo que convierte a este Gobierno en el peor desde 1990, un nuevo record para agregar al generoso legado de la Presidenta.

Con un IMACEC de 2,6% en diciembre pasado, la economía chilena creció en 2017 un 1,6%, el mismo resultado que tuvo en 2016.

El crecimiento promedio fue de sólo 1,9%, el menor desde el retorno a la democracia.

Las autoridades de Hacienda celebraron las cifras en el entendido, dijeron, que todos los pronósticos aventuraron que "podían ser peores" (1,5%)…

El mejor precio del cobre y el aumento en la inversión minera en el último trimestre de 2017 salvaron al Gobierno de un crecimiento más pobre aún, pero ello no puede ni debe atribuirse a una exitosa política de la autoridad, sino ---tan simple como ello-- al mayor poder comprador del metal por parte de China.

Este rubro tuvo mejor rendimiento que el no minero, que corresponde a la productividad y al comportamiento de la población en cuanto a su poder adquisitivo.

El sector minero creció 3,8%, en tanto el no minero lo hizo en un 2,5%. En este ámbito, los que aportaron el alza fueron el comercio (Navidad y Año Nuevo) y el ítem de servicios.

De la región, Chile es el tercer país de menor crecimiento, sólo por delante de Brasil y Venezuela. Hay que recordar que hasta el 2013, nuestro país era puesto como ejemplo ante el mundo por su sólida economía emergente y en esa condición fue aceptado en la OCDE. Sólo Dios sabe por qué no se le expulsó de dicha entidad durante esta administración.

Gabriel de la Fuente Acuña, el ministro de la SEGPRES ---que dentro de poco dejará el cargo sin haber conseguido que la población lograra identificarlo--, declaró que "son los partidos que fueron sus aliados los responsables de mantener vivo el legado del Gobierno de nuestra Presidenta". Presurosos, los voceros de la agónica Nueva Mayoría salieron a aclarar que no es su misión cargar con esa misión y que ello es tarea de la Mandataria.

No es de extrañar esta dicotomía de los socios oficialistas: durante todo el período se llevaron mal con La Monda y tras la paliza electoral, le endosaron la mayor dosis de culpabilidad al Ejecutivo por su deficitaria gestión.

Injusto es atribuir a la Presidenta todo el peso del fracaso. Es una conducta cobarde, conociendo el aval y la carta en blanco que los partidos de la Nueva Mayoría le dieron a la Mandataria al escogerla como candidata y, en ese entonces, única opción.

Su confusión radica en que, en marzo, ella se irá a la ONU y las colectividades tendrán que seguir dándole la cara a la ciudadanía.

Los partidos, más o menos radicalizados, más o menos afectados por el fracaso electoral, saben, como todos, que en cualquier Gobierno democrático ---democracia sin apellidos--, el crecimiento económico es el útero de los empleos y éstos, a su vez, son sinónimo de confianza y adhesión para la autoridad gobernante.

Fue este factor ---el nulo crecimiento-- el que dejó prematuramente al Gobierno sin ninguna posibilidad de éxito. El populismo reinante en palacio llevó a la Presidenta, al momento de decidir la salida de su ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, que "un país no vive sólo de números".

Los números, no obstante, son el punto de partida y la base del crecimiento económico, cuna, a su vez, del empleo y de la inversión.

Chile, con Bachelet, casi no creció (1,6) y ello elevó el desempleo real al nivel más alto desde 1990, un 15% mañosamente disimulado por un 30% de 'ocupados por cuenta propia', esto es, los cesantes que se ganan la vida en la calle.

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