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ZALDÍVAR, UN BOMBAZO EN LA IZQUIERDA

Andrés Zaldívar Larraín, el octogenario senador, que en marzo culminará una de las trayectorias parlamentarias más prolongadas de que se tenga recuerdo, es integrante de una antigua y numerosa familia demócrata cristiana.

Casado con una de las hijas del extinto agricultor y diputado del desaparecido Partido Conservador, Fernando Hurtado Echeñique, es abogado y empresario agrícola en la comuna de San Clemente.

Fue precandidato presidencial y efímero ministro del Interior en el primer Gobierno de Michel Bachelet. Hasta el 11 de marzo presidirá el Senado.

La primera y gran figuración política de Zaldívar fue haber sido el ministro de Hacienda más joven de la historia: lo designó Eduardo Frei Montalva para su Gobierno (1964/1970).

Su designación no estuvo exenta de polémica, por tratarse de un abogado, y no de un economista, cuya tesis de titulación se refirió a los contratos de arriendo. Vestido con chaqué y sombrero de copa para la entrega del mando a Salvador Allende, fue manteado por los militantes DC frente a la puerta del Congreso, en un acto de chacoteo en medio de tan lúgubre acontecimiento.

En su calidad de ex ministro de Estado fue propuesto para que integrarse el Consejo de Asignaciones del Congreso Nacional, junto a otros ex parlamentarios, ex ministros y académicos, como lo establece la ley.

Desde que se sugirió su nombre, Zaldívar originó rechazos. Se le impugnó con distintos argumentos, desde que era un premio de consuelo a su derrota electoral del 19 de noviembre y que se trataba de un lavado de imagen por sus conflictos de intereses por su vínculo con una pesquera.

Otros lo acusaron de haberse negado a la petición de la Fiscalía de entregar la nómina de asesorías externas al Senado --que no fue decisión exclusiva suya, sino de la sala--, en tanto, otros recordaron su reciente investigación por un supuesto tráfico de influencia a favor de inmigrantes chinos.

Simultáneamente a la polémica generada por la proposición de su nombre, la (centro) izquierda, reforzada ahora por el Frente Amplio, llevaba adelante negociaciones para repartirse los más relevantes cargos en la Cámara de Diputados, entre ellos, la mesa y las comisiones.

Este grupo negociador reflejaba tanta fragilidad como la Nueva Mayoría: sin simetrías ideológicas, lo suyo tenía por objetivo, desde el Legislativo quitar la sal y el agua al Gobierno de Chile Vamos.

En el debate por la distribución de los cargos en la Cámara quedó tempranamente en evidencia el fuerte liderazgo del PS y el Frente Amplio, por sobre los demás, al punto que hubo un principio de acuerdo, con la venia del PC, para que la mesa fuese presidida por una mujer frentista.

Claramente desplazados en estas conversaciones, casi en calidad de invitados menores, participaron el PPD, el PR y la DC.

Definido por los participantes como 'acuerdo administrativo', lo poco avanzado reflejó la complejidad de la futura oposición: sin una postura común. El PS, con su mayoría en la Cámara, se atribuyó el mejor derecho a llevar la batuta y eligió como socio privilegiado al Frente, a futuro con una veintena de diputados. El PC se les unió.

Estando fracturados los planteamientos para un acuerdo, se produjo en la sesión plenaria de la Cámara el terremoto originado por Zaldívar. El PS, el PC y el Frente ----aún con su pequeña dotación-- se cuadraron en contar del nombramiento del senador. El socialismo fue más allá: lo hizo en contra de todos los postulantes, al Consejo, entre ellos, el actual titular de Defensa, el radical José Antonio Gómez.

Por amplia mayoría triunfó la propuesta con Zaldívar incluido, lo que de inmediato desmoronó el diálogo para repartirse los cargos en la Cámara, al anunciar la DC su retiro de la mesa de negociaciones.

Con un erróneo olfato sobre la percepción popular, el PS, el PC y el Frente fustigaron con dureza el acuerdo transversal que condujo a la aprobación del Consejo de Asignaciones tal como se presentó, utilizando como razonamiento que "es precisamente esto lo que la gente nos condena y es esto lo que tiene a la política por los suelos".

El sector duro de la izquierda opositora censuró "el acuerdo" de fuerzas dispares para abrochar el nombramiento del Consejo sin siquiera darse cuenta de que, él mismo, estaba de cabeza buscando también un 'acuerdo' para repartirse los cargos en la Cámara.

Independiente de esta contradicción --una de sus muchas--, lo definitivo y concluyente es que el 'factor Zaldívar' hizo detonar prematuramente una bomba de tiempo al interior de la futura oposición de izquierda.

La DC ----aunque nunca se sabe de sus pendulares posturas-- parece haber roto para siempre su viejo pacto con el PS, que ahora no la quiere; en tanto, hay dos partidos --el PPD y el PR-- que públicamente están haciendo ver su concepción socialdemócrata, marcando una diferencia con la izquierda ultra, encarnada ahora por el Frente, el PC y el PS.

Algunas colectividades parecen estar dejando de lado sus ficticias y mal maquilladas 'sensaciones unitarias' de un gran bloque para robustecer sus propias identidades mediante pequeñas sociedades.

Según sean las circunstancias,

éstas podrán contribuir --o no-- al desarrollo del país y les puede resarcir su credibilidad perdida en el seno de la Nueva Mayoría.

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