PRIVILEGIO DE UNA MIGRACIÓN
No sólo Chile, sino grandes zonas del planeta están convulsionadas por los desplazamientos y asentamientos humanos.
Las migraciones son episodios de muy antigua data y, en su mayoría, contribuyeron al progreso y desarrollo de muchos países, entre ellos el nuestro.
Están grabadas a fuego en la historia de Chile las masivas oleadas de extranjeros que, sin portar nada, se abrieron camino y llegaron a ser prósperos empresarios, profesionales y comerciantes, y los descendientes de éstos son, también, aportes importantes a los avances de todo tipo experimentados por el país.
Españoles, italianos, árabes, croatas y alemanes llegaron a Chile a hacerse un espacio y, hoy, sus herederos son orgullosos del ejemplo de fortaleza y valor de sus antepasados para convertir su nada en todo.
Así como aquellos extranjeros eligieron este territorio para asentarse, millares de chilenos escogieron para hacerlo otras latitudes que les brindasen mejores expectativas de vida.
Ni aquéllos ---los extranjeros que llegaron-- ni éstos --los compatriotas que partieron-- recibieron beneficios o privilegios que les hiciesen más llevaderas sus aventuras migratorias.
Muy distinto es el caso de la comunidad haitiana que se multiplica a diario en el país. Con facilidades de documentación para el ingreso y con vuelos privados casi a diario que los transportan a Santiago, dichos ciudadanos huyen de la miseria para insertarse, acá, en otro tipo de pobreza.
Esta irrefrenable oleada fue vista hasta con simpatía en un comienzo y se percibió como un modelo de ayuda de Chile a los habitantes del país más pobre de toda América.
Su arribo coincidió con la carestía de la mano de obra chilena y con el condicionamiento de ésta a remuneraciones y oficios.
No obstante, la inmigración haitiana está redundando en el hacinamiento, en el incremento de los bolsones de extrema pobreza y en la cesantía disfrazada de 'trabajo por cuenta propia'…en las calles.
Habitan en Chile 500 mil 'turistas', o sea, extranjeros que residen sin documentación oficial y hay 120 mil niños ilegales que estudian en escuelas públicas.
De estas cifras, el mayor número corresponde a haitianos, por lo cual son protagonistas de un beneficio poco común en el mundo, cual es vivir sin problemas ni sobresaltos en la clandestinidad.
Pero hay más: el SERNAC decidió incorporar el creole --lenguaje criollo-- a sus informaciones oficiales, con la finalidad de que los inmigrantes que se sientan vulnerados en sus derechos tengan un expedito acceso para sus reclamos. El idioma oficial en Haití es el francés.
El Registro Civil oficializó, también, informaciones en esta lengua criolla para una más fácil obtención de documentos, y la PDI se los enseña a sus funcionarios.
Ninguna de las olas migratorias que llegaron a Chile a empujar el progreso tuvieron algún beneficio idiomático, y menos los millares de chilenos que se han instalado en países con lengua diferente, a excepción de los exiliados políticos, en especial en Europa del norte y Canadá.
Esta arbitrariedad de que algunos chilenos hablen creole y que los haitianos no necesariamente hablen castellano, es un grosero atropello a nuestros pueblos originarios, los cuales, con mucho mayor derecho, deberían ver difundidas sus propias lenguas, tanto o más como la criolla de los haitianos.
Mapuches, pehuenches y atacameños, por mencionar sólo a algunas etnias originarias, no tienen otras instancias de intercomunicaciones que el idioma castellano, en tanto a los haitianos se les privilegia, expandiendo la suya.
Hasta la fecha, el discurso recurrente que se escucha en Chile sobre la inmigración es que "se discrimina" a quienes llegan "en busca de nuevas oportunidades".
El escenario parece ser todo lo contrario: para favorecer a algunos de ellos se discrimina a otros.
Resulta que la masividad del fenómeno haitiano, hace tiempo que dejó de ser un aporte. Hoy es una carga para un Estado escuálido en sus finanzas que no tiene recursos, ni siquiera, para prestarle atención digna de salud a los más pobres.
Una inmigración racional y planificada no genera focos de hacinamientos y de extrema pobreza, como lo que por estos días se está viviendo con el incontrolable flujo de haitianos a Chile.
