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LA TENTACIÓN DE DESANDAR EL CAMINO


Si una particularidad ha tenido Chile Vamos respecto a sus adversarios políticos es su sentido de no pelearse y de evitar los conflictos internos.

Si en el pasado hubo una característica que distinguió a la centroderecha fue su irrefrenable vocación por los enfrentamientos.

En un pasado no muy lejano hubo señales de que podía romper la hegemonía de la izquierda y, en el momento menos oportuno, surgieron divisiones y desencuentros que echaron por tierra cualquier opción de éxito electoral.

Sin ir demasiado lejos, en el anterior Gobierno de Sebastián Piñera, desde un comienzo, se produjeron diferencias y pugnas que contribuyeron a vaticinar con anticipación que le sería imposible retener el poder.

Para la campaña presidencial recién pasada se percibió con claridad el esfuerzo de los socios de la coalición de Chile Vamos por evitar las desavenencias. O, al menos, no hacerlas públicas, algo que fue pan de cada día en la vereda de enfrente.

A excepción del poco agradable round Piñera- Ossandón, el balance fue un clima de armonía, en el cual las dificultades internas ----que en política siempre las hay--- no salieron a luz pública.

Este inédito camino por el cual esta vez transitó la centroderecha, hay que cuidarlo y preservarlo si es que, realmente, la meta es permanecer al menos, dos períodos consecutivos en el poder.

La gente de Chile Vamos ha hecho patente una diferencia de manejo en cuanto al gabinete ministerial: la vez anterior se reclutó a profesionales para una administración de cuatro años, en cambio ahora no quiere pasajeros en el servicio, sino personas que permanezcan en él.

Para su primer período, Piñera sacó a ejecutivos y académicos del ámbito privado para ponerlos en ministerios, y éstos, antes o después de concluido el Gobierno, retornaron a su sector.

Ahora, la idea es otra: quien llegue a un ministerio que no viva pensando en que ante cualquiera eventualidad volverá a su mundo privado.

Bajo este concepto es que los partidos de Chile Vamos le entregaron al Presidente electo una larga lista de postulantes, todos pasados por el cedazo de la transparencia. Sin embargo, el futuro Mandatario la consideró excesiva, deslizando un comentario poco feliz en cuanto a que "los presidentes quedaron muy bien frente a sus militantes", recordando, de paso, que los nombramientos son una facultad presidencial.

Esto es así, pero dicha facultad no está exenta de errores, como ocurrió con algunas 'designaciones personales' en el anterior Gobierno: un ministro no alcanzó a asumir y debió renunciar por conflicto de intereses y nombró a la esposa de su partner de tenis..

Los partidos de Chile Vamos no imponen: sólo sugieren. Pero tampoco parece aconsejable que el Presidente proceda de acuerdo a su exclusiva voluntad.

Piñera fue electo gracias al gigantesco trabajo de sus partidos y de independientes que, de algún modo, quieren verse representados en los nombramientos.

Este episodio es un llamado de atención para el futuro inmediato del Presidente y su conglomerado: las disidencias son puertas adentro. Lo que le espera al nuevo Gobierno es titánico en lo Ejecutivo y Legislativo, como para estar, desde ya, perdiendo energías.

El modelo puesto en práctica por la Nueva Mayoría debe servir como ejemplo a Chile Vamos: sus caudillos se pelearon casi a diario públicamente y desperdiciaron su tiempo en hablar más que en actuar. Hoy tienen poco o nada que exhibir como realizaciones.

La gallina sólo cacarea cuando pone un huevo: no antes, ni menos si no lo ha hecho.

Así como no saber controlar la lengua conduce indefectiblemente a conflictos, es una utopía llamar y pedir unidad cuando hasta por detalles se crean roces que van en sentido contrario a ella.

Es incomprensible que Chile Vamos haya permitido que se hiciera pública, real o ficticia, una supuesta presión de Andrés Allamand, dada su influencia en la campaña, para ser ministro ----dejando de ser senador-- con la finalidad de posicionarse como futuro presidenciable.

Tampoco es conveniente para el clima interno y externo de Chile Vamos el que, ya mismo, uno de sus líderes renovadores esté pregonando sus intenciones de convertirse en el próximo Presidente.

Nadie puede discutir los méritos del hoy diputado y mañana senador Felipe Kast (Evopoli), pero es absurdo y extemporáneo estar apelando a su mejor derecho para suceder a Piñera.

Sin ninguna utilidad para nadie, en momentos en que ni siquiera la centroderecha a asumido el poder, el tema ya originó confrontaciones con publicidad en el seno del sector.

Lo menos que puede hacer cualquier interesados en la sucesión es esperar el desarrollo de los acontecimientos. La prioridad de la futura coalición gobernante es salir adelante, airosa y con éxito, en un escenario político que no le es favorable.

Para lograrlo es decisivo mantenerse en el camino que se recorrió para la campaña y no caer en la antigua y típica tentación de las divisiones.

Que hay y que habrá diferentes visiones sobre un mismo objetivo, es natural en la política. Pero hay que tener el buen criterio de plantearlas en reserva y no llevarlas a la exposición pública.

El mal ejemplo de la Nueva Mayoría está fresquito como para no haberlo captado desde ahora mismo.

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