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EL IRRENUNCIABLE CORAZONCITO DEL SOCIALISMO

Un exceso de confianza parece el optimismo con que Chile Vamos se alista para abordar la oposición de la izquierda en el Parlamento.

Un innovador y aperturista del sector, autor de la teoría de la 'derecha social' (?), Manuel José Ossandón, tiene fe en llegar a acuerdos con colegas senadores "republicanos" de izquierda, como Isabel Allende, Carlos Montes, Juan Pablo Letelier y Rabindranath Quinteros, todos del PS.

Sin embargo, de acuerdo a como se están desarrollando los hechos en la izquierda, pareciera ser más aconsejable la prudencia respecto al futuro de las ineludibles negociaciones entre el futuro Gobierno y la futura oposición.

Hay dos personajes no menores en la politiquería actual que abogan por la conformación de un bloque que le devuelva a la izquierda el control del poder al más breve plazo: Álvaro Elizalde y Guillermo Teillier, presidentes del PS y del PC.

Ambos, actores centrales en el fracaso electoral de Alejandro Guillier, no se detuvieron un solo minuto a meditar la causa de la derrota política de la izquierda, sino se abocaron de inmediato a materializar una oposición que, de entrada, le arruine el sueño a Chile Vamos de estar, al menos, dos períodos en La Moneda.

Si se repara en el sinfín de declaraciones de personajes de la izquierda en las últimas semanas, ninguno demuestra una actitud positiva, sino negativa, del futuro inmediato. Su objetivo supremo es impulsar la profundización de las reformas de la Presidenta y, lo más pintoresco a juicio de Elizalde, "perfeccionar la democracia".

Da la sensación de que la Nueva Mayoría y como se llame cuando se alíe con el Frente Amplio, no aprendió de la lección que le dio la ciudadanía el 17 de diciembre.

El aplastante triunfo del candidato de Chile Vamos fue la victoria del 'no más' Bachelet ni "no más" Nueva Mayoría.

No obstante ello, la conducta y acciones de la izquierda no reflejan el impacto de la derrota ni menos intentos por corregir una postura odiosa, prepotente y avasalladora que la llevó a uno de sus más estrepitosos fracasos.

Lo que para muchos puede resultar un contrasentido y, para otros, falta de cordura y humildad, tiene una sola explicación: ¡la izquierda no cambia! Ha tenido siempre el mismo corazoncito y pasan los siglos y los años, y sus seguidores continúan marchando al compás de sus latidos.

La revelación de Teillier en cuanto a que "no nos importan las diferencias con la DC, sino tan sólo la unidad de nuestro sector" y la disonante expresión de Elizalde respecto a que "hay que perfeccionar la democracia, cosa que Piñera no hará", son reflejos de un ADN que ningún invento científico va a modificar.

Tras las experiencias chilenas con Salvador Allende y Michelle Bachelet, todo Chile sabe lo que significa "perfeccionar la democracia", porque el socialismo en el mundo nunca la ha concebido en su estado puro, sino la adecua a sus orientaciones y propósitos.

Para la izquierda existe una democracia con exclusión de la riqueza, de los privados y del capital. Ejemplos vivos muy a la mano son la experiencia catastrófica de Venezuela y el martirio sufrido por el pueblo cubano.

Hasta el corazón de ese pueblo encarcelado y sometido, llegó la Presidenta de Chile para hablarle de "democracia" y de "derechos humanos". Más que ridículo, ese viaje de la Mandataria entre gallos y medianoche, fue un agravio para los presos políticos en la isla, cuyo 'delito' es negarse a aceptar la democracia con apellido impuesta a la fuerza por los hermanos Castro.

Fue una vergüenza que en La Habana, Bachelet se declarara paladín de los derechos humanos "tanto en mi país como en el exterior", a sólo cuadras del sitio donde el ícono juvenil de todos los tiempos, el 'Che' Guevara, ejecutase con sus propias manos a 129 compatriotas.

Una fotografía de que al socialismo sólo le interesa el poder para, luego someter, lo dejó en evidencia el presidente del PS, cuando solicitó a La Moneda "un informe de todo cuanto ha hecho Bachelet para defenderla".

"Todo cuanto ha hecho" ya tuvo una contundente respuesta el 17 de diciembre, pero el corazón de la izquierda es más fuerte que los hechos y muy resistente a la realidad.

Chile Vamos, entonces, va a enfrentarse a una misión durísima, como es negociar con quienes ---aunque no todos-- están en las antípodas de sus iniciativas. Clave serán las habilidades negociadoras de los ministros políticos para navegar en una mar con depredadores desinteresados en los más mínimos entendimientos.

Esta izquierda, ahora reforzada con el Frente Amplio, tiene una visión de país que no encuadra en la óptica de la gran mayoría que votó porque se fuese del poder. Aquél es un elemento muy peligroso que puede, de partida, echar a pique el optimismo que se advierte en las huestes vencedoras de la elección.

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