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OTRA DERROTA DE LA IZQUIERDA

Un sentimiento de alivio y de esperanza originó en la ciudadanía el fallo de la Corte de Apelaciones de Temuco que, con las mismas pruebas, pero con otro juez, ordenó repetir el juicio en contra de once comuneros extremistas mapuches imputados por el horrendo crimen del matrimonio Luchsinger/McKay.

Hasta la fecha, sólo un comunero, Celestino Córdova, cumple condena, tras ser capturado cerca del sitio del delito con una bala en su cuerpo, correspondiente a la pistola con que se defendió una de las víctimas.

La decisión de segunda instancia se produjo sólo días después de la mala noticia que remeció a la magistratura nacional con la elección de Haroldo Brito como presidente de la Corte Suprema.

Izquierdista duro confeso y activo dirigente gremial de la Asociación Nacional de Magistrados, Brito fue electo apenas con un tercio de los votos de sus colegas ministros.

Aunque su elección fue estrecha, la izquierda la recibió, y la saboreó, como un triunfo. Con la misma algarabía había reaccionado tras la sentencia del excéntrico juez José Ignacio Rau, quien absolvió a los 11 implicados en el doble crimen en Vilcún, dejándolos totalmente libres de culpa.

Todas las organizaciones de izquierda se movilizaron durante el juicio y activaron sus acciones, presiones y hasta amenazas en la víspera del fallo de Rau, al punto que varios testigos se restaron de asistir a declarar.

Este magistrado, reconocidamente socialista, desechó centenares de pruebas, entre ellas un arma utilizada en el doble asesinato, y las que aceptó como tales las descartó absolutamente todas.

Una de ellas demostraba que la organización colectiva del ataque al predio de los Luchsinger/McJay se hizo en la casa de la machi Francisca Linconao, que ya estuvo en prisión preventiva. Tan "inocente" se considera que, conocida la orden de repetir el juicio, se refugió en Bolivia, con un Gobierno indigenista y socialista, desde donde fomenta una campaña solidaria internacional de la izquierda a favor de los comuneros imputados.

La sentencia de la Corte temuquense fue una derrota para el juez Rau, quien actuó con una evidente arbitrariedad y también fue un inesperado revés para la izquierda en general, y el comunismo en particular, que está detrás del movimiento insurreccional y terrorista en La Araucanía.

Profesionalmente, lo obrado por la Corte es una bofetada para el colorido magistrado. Para su carrera judicial es un tropiezo gigantesco el que se haya anulado todo lo que él decidió y se ordenase repetir el juicio exactamente con las mismas pruebas. Esto revela que para la Corte, en ellas existen elementos suficientes para condenar a uno o varios de los imputados.

Sólo ese antecedente es lapidario para el juez Rau, porque, sin decirlo en su redacción, el fallo de segunda instancia establece su parcialidad.

La determinación de la Corte es, además, una señal de que no todo el Poder Judicial tiene la misma sensibilidad de quienes votaron por Brito para presidir la Suprema y que no debieran percibirse temores respecto a ingerencia política suya en los fallos.

Este punto es particularmente sensible, dado que permanecen latentes los casos en que personajes, dirigentes y autoridades de izquierda en este Gobierno no fueron tocados por la Justicia, conociéndose públicamente sus acciones ilícitas.

Lo recientemente ocurrido con el caso Luchsinger/McKay es una victoria ---ojalá no momentánea-- de la justicia chilena sobre la asfixiante izquierda política.

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