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EL HORRIBLE FINAL DE UN MAL GOBIERNO

'Lo que comienza mal, termina mal' dice un sabio proverbio popular, tan antiguo que se desconoce su fecha de origen y que, parece, perdurará hasta el fin de los días.

Ingenuamente, se pensó que tras la apabullante derrota política de la elección presidencial, el Gobierno iba a tener una pequeña dosis de humildad y que esperaría su final confiado en la histórica tradición de subir en las encuestas, como gesto compasivo de despedida de parte de la ciudadanía.

En efecto, tal como se esperaba ----y lo han vivido los Gobiernos que lo han antecedido--, la Presidenta llegó a todo un record de aprobación popular desde marzo de 2015, tras su fatídico "me informé por la prensa"…

Sin embargo, con una soberbia sin precedentes, el Gobierno y sus partidos de la Nueva Mayoría han evitado contar, al menos a sus 3 millones de votantes, porqué perdió por paliza en las urnas.

Sólo algunos dirigentes, aisladamente, se han referido al tema, llamando a no tener ambigüedades y asumir las responsabilidades por la derrota.

El presidente comunista llegó al colmo del cinismo, al calificar su participación de "exitosa", porque "es primera vez que terminamos un Gobierno", en alusión a sus destinos inconclusos en los mandatos de González Videla y de Allende.

Nadie del oficialismo 'ha hecho la pérdida' y como si la derrota de la izquierda hubiese sido un mero accidente, su única inquietud ,ahora, es cómo armarse para presidir la mesa de la Cámara y sus comisiones.

En el primer comité político tras la aplastante derrota del 17 de diciembre, el tema se soslayó "porque los partidos aún estamos en reflexión", abocándose el encuentro a fijar el rumbo de la agenda legislativa de La Moneda, que concluye …¡el 31 de enero!

Como si nada hubiese ocurrido, el Ejecutivo ingresó al Congreso Nacional 38 urgencias para discusión inmediata de sus proyectos.

Los parlamentarios, avizorando la total imposibilidad de materializar tal cantidad de leyes en sólo tres semanas, calificaron la iniciativa gubernamental de "frenesí".

Esta descomunal celeridad tiene su razón de ser: La Moneda sabe que, por inútiles, inoportunos, simplemente populistas o mal hechos, sus proyectos que no alcancen a ser despachados por el Congreso antes del 31 de enero, no tendrán el respaldo, ni menos la prioridad, de parte del Gobierno entrante.

Esta locura es copia fiel de lo que ocurrió al inicio del Gobierno socialista, aprovechándose de la mayoría en ambas Cámaras: pasando la aplanadora, se aprobó una Reforma Tributaria contenida en tres hojas. Luego debió corregirse, mejorarse y aún con cojeras, se aprobó en un texto de 120 páginas.

La Presidenta le prometió a los jóvenes de la revuelta escolar del 2011 que iba a eliminar el CAE. No lo hizo y, desengañados, ellos partieron a formar el Frente Amplio.

Con la finalidad de que a cualquier precio se aprobase la gratuidad en la educación superior, en un discurso oficial en el Congreso, la titular del MINEDUC, Adriana del Piano, les prometió a los estudiantes y a los parlamentarios que si le daban luz verde, ella se encargaría de presentar una solución alternativa para paliar el millonario endeudamiento de los alumnos.

La glosa respectiva no ha llegado al Parlamento ni llegará. Una mentira más.

El punto de partida del prematuro derrumbe de la Presidenta fue su error de proteger a su hijo Sebastián, involucrado en el caso Caval. Le contó al país que "no tenía idea" del escándalo y "al igual que todos ustedes, me informé por la prensa".

Hoy, en la agonía de su administración, vuelve a darle una mano a su hijo, luego de que éste tratase de "corrupta" e "indecente" a la Fiscalía de la Sexta Región. La Presidenta, a través de su servil e intolerable vocera Paula Narváez, justificó las injurias y calumnias de Sebastián Dávalos, argumentando que hizo uso de la libertad de expresión…

La nula afinidad doctrinaria de los socios de la coalición oficialista fue una de las varias causas que la hizo naufragar a poco de salir de puerto. Ahora, próxima a terminar su administración, la Presidenta se distancia de uno de sus más leales peones, el ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz (PPD).

El PC no le perdonó que en su condición de precandidato a la presidencia de su partido, Muñoz dijese que "antes de alguna alianza con los comunistas, hay que hacer una profunda reflexión".

Su juicio le costó quedarse abajo del avión del viaje oficial de Bachelet a Cuba.

De toda sus giras al exterior, ésta es la primera en que la Presidenta no se hace acompañar por su canciller y en su reemplazo lo hizo el ministro de Economía, Jorge Rodríguez, quien reveló "haberme informado por la prensa del viaje", pese a que oficialmente se argumentó que la finalidad de la gira no fue sentimental, despedirse de Raúl Castro ----que también dejará su cargo--, sino de fomentar "el intercambio económico con la isla", aunque todos saben, chilenos y cubanos, que por el dominio comunista en dicho país no hay un solo peso para invertir ni aquí ni en ninguna parte.

Éstos, aunque pocos, son ejemplos vivos de aquel viejo proverbio de que "lo que comienza mal, termina mal". En el caso del gobierno socialista de Bachelet, fue muy malo, pero está terminando peor. Mejor dicho, horrible.

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