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EL VOTO MARCADO

Fue una tormenta en un vaso de agua la que, ficticiamente, originó la izquierda por una denuncia del candidato opositor en cuanto a la detección de votos marcados en primera vuelta, obviamente a favor de la postulante extremista.

Desenfrenado por la alta temperatura de la campaña, el candidato oficialista llamó a su oponente a "pedirle perdón al país" por semejante acusación, y los cada vez menos creíbles líderes del Frente Amplio llamaron a oficializar un apoyo a Guillier ante "tan descabellada denuncia".

Casi humorístico a no ser por su desatada ofuscación ----artificial, desde luego--, el representante de la Nueva Mayoría denunció que "es un ataque artero al Estado, al Gobierno, al SERVEL, a los vocales de mesa y a los militares"…, haciendo alusión a los uniformados encargados de custodiar los locales de votación.

La izquierda, siempre rápida y aprovechadora en sus reacciones, presentó la denuncia como una acusación de fraude electoral, "lo que atenta contra la imagen del proceso y del país en el exterior".

El SERVEL salió a aclarar la situación y reconoció "tener antecedentes" de que "en una sola mesa" se produjo "la situación que se denuncia".

No se requieren 100, ni 500 ni mil votos marcados para hacer público un hecho irregular, el cual, en conocimiento del SERVEL, debió ser investigado y aclarado, procediéndose al inmediato cambio de vocales.

Más relevante que la denuncia ---después, reconocida por el SERVEL-- fue la inesperada e histérica reacción de La Moneda, la cual, en dos oportunidades en un mismo día, salió a aclarar lo ocurrido, criticando ácidamente al acusador, deslindando responsabilidades y explicando que el Ejecutivo nada tiene que ver con los actos electorales, sino el SERVEL. Éste es un servicio público dependiente del Gobierno y con jefes y funcionarios designados por él.

En el episodio --oficialmente, un solo voto marcado-- hay involucrados tres patas de la mesa: los vocales, loa apoderados y el SERVEL.

Este último se ha hecho fama por su ineptitud: aún est6án frescos sus grotescos errores con el padrón parra la municipal de octubre de 2016, su revoltura de mesas para las primarias del 2 de julio y un sinfín de otras caídas, según el servicio, "a raíz de la falta de personal". Será por ello que está habilitado para votar el próximo domingo el extinto y genial pianista Claudio Arrau…

En la primera vuelta ---19 de noviembre--, muchas mesas estaban constituidas pero sin contar a la vista con el material para abrirlas a los sufragantes.

La marcación irregular sólo se puede producir en la preparación y ordenamiento de los votos, esto es, responsabilidad exclusiva del presidente y sus vocales. Que haya sido sólo uno el autor del ilícito, pone en duda a todos quienes son sorteados públicamente para ejercer dicho rol. Automáticamente pasan a ser sospechosos de su probidad.

Este escenario de riesgo alertó al bloque opositor, el cual en primera vuelta adoleció de una falla irrepetible y hasta casi suicida: la falta de apoderados.

En un importante número de locales, no hubo más que dos o tres apoderados opositores para centenares de mesa, de tal modo que fue imposible una mínima fiscalización del correcto proceso de votación y, con mayor acuciosidad, del conteo.

Cuando de por medio se está jugando el destino del país, lo mínimo esperable es que, si no todos, exista una suficiente disponibilidad de voluntarios dispuestos a ejercer un rol controlador.

Personas avezadas en este papel de defensores del candidato propio, saben detectar --y lo han transmitido-- cuáles son las mesas sospechosas de algún tipo de manipuleo que contravenga la ley.

La denuncia del voto marcado no tuvo, ni tiene, más trascendencia que despertar la duda y no por sobra de tiempo, La Moneda salió urgente a aclarar su rol (¿se habrá sentido aludida?).

El riesgo de irregularidades siempre está presente, y más aún en esta elección crucial del próximo domingo, en que se juega muchísimo más que un nuevo Presidente.

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