LA POLARIZACIÓN LE GANA A LOS PROGRAMAS

Con muchas expectativas, al menos de parte de los candidatos y de sus comandos, se inició la campaña oficial para la segunda vuelta y, con ella, la franja en los medios de comunicación.
Por razones de número ---sólo dos-- esta fase promocional de las campañas puede ser más receptiva que la realizada en vísperas de la primera vuelta.
Por no haber, ahora, un múltiple y heterogéneo bombardeo de mensajes, existe la creencia de que la población puede tomar una decisión más informada.
Es probable que esta vez el mensaje llegue más claro a quienes, se cree, decidirán su voto de acuerdo a las propuestas de los candidatos.
Sin embargo, la realidad del país y la actitud de la ciudadanía dispuesta a votar, apunta a que todos, o casi todos, ya tienen asumida su preferencia.
El desenlace de la primera vuelta fue una ratificación de la polarización de la gente comprometida con el acto electoral. En ninguna de las elecciones presidenciales anteriores desde 1989 se había observado el antagonismo radical que impera hoy. Para los muchos que no vivieron aquel proceso, el ambiente político de hoy es muy similar al que experimentó Chile para la Unidad Popular.
Un bloque, el vencedor en primera vuelta, aspira a que termine ya mismo el ciclo de la izquierda que intentó vanamente implantar Michelle Bachelet, en tanto el mal llamado mundo progresista ni siquiera ofrece mejorar su perfomance, sino tan sólo le importa que no triunfe el candidato opositor.
Con los resultados de la primera vuelta quedó en evidencia una verdadera tragedia para el país: la total indiferencia de la izquierda por su futuro.
A los socios de la Nueva Mayoría les fue mal en la votación, a excepción del PS, coincidentemente la colectividad a la cual pertenece la Presidenta, quien fue objeto de una paupérrima evaluación popular durante casi todo su período.
Todas las cifras en todas las políticas públicas de este Gobierno --menos en educación-- están en rojo, pero así y todo, un amplio sector ciudadano quiere que la izquierda continúe en el poder, incluso por encima de todos los reparos a su propio candidato.
Cuando a un considerable porcentaje de la población no le importan las competencias, las capacidades ni habilidades de un candidato, significa que sólo le interesa que prevalezca la ideología.
Y con el exclusivo dominio de la ideología no hay país que se desarrolle y se modernice-
La postura de los sobrevivientes de la Nueva Mayoría resulta explicable desde la óptica de la defensa de sus cuotas de poder y de los cargos públicos. Hay que recordar que sus partidos fueron permanentes críticos de la gestión presidencial y hasta tuvieron un tiempo los vínculos rotos con La Moneda. Decir, ahora, que Alejandro Guillier es el continuador de la 'obra' de Bachelet, la misma que censuraron y criticaron, es un monumento al cinismo, pero se entiende por el motivo dado anteriormente.
Lo que resulta descabellado es la postura de los dirigentes del Frente Amplio. Se dicen opositores a Guillier, distantes de la Nueva Mayoría, decepcionados de Bachelet, pero llaman a votar por Guillier con el único propósito de evitar un triunfo de la oposición.
Se escudan en la distancia sideral que existe entre los programas del Frente y los de la Nueva Mayoría, pero ello es irrelevante a la hora de impedir, a cualquier precio, que la centroderecha llegue a La Moneda.
Para esta segunda vuelta, las fichas están echadas: la izquierda, con su mochila de haber empobrecido a la población en menos de cuatro años, quiere aferrarse al poder no importa el costo, en tanto la derecha, al no querer más izquierdización, ofrece una luz al final del túnel, una alternativa que permita dar un paso al frente y no enfrentarse al riesgo real de un cataclismo económico, con pérdidas brutales para todos los sectores, incluida, desde luego, la población.
Un dato, uno solo, hace la diferencia: la ejecución de la inversión en el último trimestre fue la peor en nueve años. Quienes entienden saben perfectamente lo que esto significa: sin inversión no hay crecimiento y sin crecimiento no hay empleos.
A la izquierda, esto y muchísimas otras circunstancias que constituyen graves peligros, no le interesa ni le importa. Su única meta es bloquear la posibilidad de que la derecha llegue al poder, una tendencia mundial y que se ha hecho realidad entre nuestros vecinos regionales.
Los programas y las propuestas son una mera excusa para hacer picar a los cándidos. Sólo le interesa la prevalencia de su ideología por sobre el futuro del país, ello muy acorde con la conocidísima e histórica solidaridad internacional socialista, que no tiene fronteras ni respeta nacionalidades.