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EL LADO B DEL ‘LEGADO’


La historia y los historiadores han cambiado. Por estos días no se encuentran disponibles textos subjetivamente tratados. Hoy, los registros del pasado no son ---como antes--- escritos por los vencedores: son más reales, hasta descarnados, desmitificadores y no nos hablan de héroes.

De esta nueva visión no se salvan ni nuestros próceres de la Patria: del héroe impoluto de antaño, a Bernardo O’Higgins, ahora, se le presenta como un gran estadista, un mal militar y con sus virtudes y defectos personales.

La historia dejó de tener sólo un lado A y ahora, también, tiene su lado B, el que por siglos fue omitido y ocultado.

Valga esta introducción para plantear lo que está sucediendo con la Presidenta Bachelet en la víspera de su adiós. Anda enloquecida incrementando acciones, viajes e intervenciones públicas que le permitan nutrir estadísticamente lo que ella y sus asesores proclaman como su ‘legado histórico’.

Nadie, racionalmente, puede dar crédito a un hipotético ‘legado histórico’, tras dejar el poder con un índice promedio de impopularidad cercano al 70%.

En virtud de su persistencia de dejar constancia “a las nuevas generaciones” acerca de su obra, es oportuno, a través de una rápida rememoración, saber que la Presidenta tiene en su propia historia política un lado B. Éste es el que se quiere ocultar y que es, incluso, más generoso que lo positivo que aspira a perpetuar.

El gran episodio que signó su administración fue la mentira que le contó al país respecto a los negocios especulativos inmobiliarios de su nuera, la que se encuentra en vías de un juicio oral por fraude, cohecho y lavado de dinero.

Fue de tanta magnitud el impacto de su falsedad, que su prestigio se derrumbó y jamás volvió a levantarse.

Le decía al país no tener nada que ver con el escándalo familiar, pero ponía autos fiscales a disposición de su nuera e hijo para que viajaran a declarar a la Fiscalía en Rancagua.

Estuvo, al menos, un año aturdida por su desplome en cuanto a confianza y credibilidad: fue, claramente, una Presidenta ausente, distante, y hasta pensó en renunciar “si con ello se acaban los problemas”.

Un hecho que ningún historiador puede omitir: estuvo al borde de dejar el poder, situación conocida como Golpe Blanco.

Bachelet será recordada como la Presidente más desvergonzada en cuanto a ejercer presiones sobre sus funcionarios de confianza e incluso sobre la Justicia. Más grave aún, protegió a sus amistades urgidas por ilícitos, ante el peligro de que fuesen a comprometerla.

Necesariamente tendrá que ser recordada por sus instructivos al Servicio de Impuestos Internos (SII) para que no se querellase en contra de determinadas personas por el riesgo de ser involucrada.

Fue un descaro su comportamiento protector a Rodrigo Peñailillo, casi un hijo para ella, a quien, por la gravedad de las circunstancias, debió marginar del Ministerio del Interior, pero ordenó que el SII no lo demandara por el otorgamiento de facturas ideológicamente falsas a SQM, mediante las cuales recibió un millonario pago --un trabajo copy paste-- que terminó en la tesorería de su campaña presidencial.

De haber ‘entregado’ a Peñailillo hubiese originado una crisis institucional: el desenlace no iba a ser otro que el financiamiento irregular de su campaña.

Pese a la confesión que Peñailillo hizo ante la Fiscalía en cuanto a la efectividad de aquel ‘trabajo’, su situación quedó ‘en el aire’, ello pese a que el entonces director del SII, Michel Jorratt, reveló que el entonces titular del Interior le ordenó ir a las oficinas de SQM y sustraer y eliminar toda su contabilidad.

Pese a las presiones de su propio sector, se negó a solicitar la renuncia al Administrador/Tesorero de La Monda, Cristián Riquelme, quien giró fondos para fines ideológicos ---como al padre de la diputada comunista Camila Vallejo— y tuvo reuniones con los involucrados en el caso Caval, quienes recurrieron a él en busca de auxilio económico. La Contraloría solicitó su formalización por fraude al Fisco y negociación incompatible, pero la influencia de la Mandataria resultó más efectiva.

Riquelme había sido integrante de su comando de campaña.

Otro de los sucesos que marcaron su administración fue el escandaloso respaldo a Javiera Blanco (DC), con quien materializó una estrecha amistad desde que fue vocera de su campaña presidencial.

Enjuiciada por la población por su desastrosa gestión en el Ministerio de Justicia y su responsabilidad en los ‘jubilazos’ en Gendarmería y en las muerte de niños del SENAME, terminó premiándola con un nombramiento vitalicio como consejera del CDE.

Personalmente envió a sus ministros al Congreso Nacional para que hiciesen lobby y salvar a Blanco de una acusación constitucional.

Designó como ministro vocero a Jorge Insunza, hijo de un apreciado amigo suyo, ex diputado comunista, y resultó que ya en ejercicio del cargo se reveló que siendo presidente de la Comisión de Minería de la Cámara prestó servicios profesionales a grandes empresas privadas del cobre.

Su amiga y compañera socialista Dilma Rousseff la visitó para pedirle que defendiera los intereses de a OAS, trasnacional brasileña financista de su campaña y de Lula da Silva, que estaba apremiada en Chile por incumplir el contrato de construcción del puente Chacao.

De OAS y el viaducto nunca más se supo, excepto por la (supuesta) investigación en curso a cargo de la fiscal Chong sobre el financiamiento de dicha compañía brasileña a la anterior campaña presidencial de Marco Enríquez.

No meses, sino años, demoró la Presidenta en unirse a la censura mundial en contra de la dictadura de Nicolás Maduro. Fue sólo la presión interna casi unánime ----a excepción del PC— la que la obligó, a regañadientes, a condenar al régimen dictatorial, después de ser la única Mandataria en el orbe en llamar, una y otra vez, al diálogo en Venezuela, una irrealidad respecto a la cual había fracasado hasta el Papa.

Sin embargo, pese a la expropiación del Legislativo y el Judicial por parte de Maduro, Bachelet jamás ha utilizado el concepto de dictadura para definir a la Venezuela actual. Nunca lo ha hecho tampoco con el que fuera su hogar, la desaparecida Alemania Comunista.

Casi anecdótico, pero vale la pena consignarlo en el lado B de su historia presidencial, fue cuando forzó a la FACh a gastar $ 30 millones para llevarla al partido Brasil-Chile en Sao Paulo.

Pidió a sus ministros abstenerse de intervenir en la campaña presidencial, instructivo que pocos respetaron: la vocera Paula Narváez llegó al límite de la injuria en contra de los dos únicos dos candidatos de la oposición.

Ella misma no se abstuvo, al unirse con fuerte tono a esas agraviantes críticas y, es más, utilizó a su madre, Ángela Jeria, para apoyar a Alejandro Guillier, en desmedro de la otra candidata de la Nueva Mayoría, Carolina Goic.

Su más reciente ‘legado’ fue demostrar, una vez más, que no trepida en mentir. Para que sus propios partidos de la Nueva Mayoría aportasen los votos para aprobar su emblemática ‘reforma universitaria’ les prometió que la primera semana de noviembre complementaría la ley con un proyecto de reemplazo del controvertido CAE, causa del endeudamiento de miles de estudiantes de la educación superior.

El suyo fue un compromiso formal solemnemente anunciado por la ministra Adriana Delpiano, no sólo a los parlamentarios, sino al ámbito universitario.

Pues bien, el martes 7 de noviembre, y mientras la Presidenta se embarcaba a Asia a la Cumbre de la APEC, su ministra anunciaba oficialmente al país que dicho proyecto de sustitución no estaba “por el exceso de trabajo que hemos tenido”…

Bachelet insiste en que “éste es otro Chile”, respecto al que ella encontró en marzo de 2014, haciendo alusión a la inmensidad de su obra. Es de esperar que los historiadores a cargo de redactar su ‘legado’ sean fieles a los hechos y lo cuenten todo, sin ocultamientos ni omisiones.

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