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BERGOGLIO LES PONE A TODOS EL CEÑO ADUSTO


Cuando hace casi dos años, la Presidenta de Chile invitó al jefe del Estado Vaticano a una visita oficial a Chile, jamás se imaginó que terminaría viviendo una situación tan estresante, como en la que se halla el Gobierno hoy.

Bachelet cometió un error táctico o pecó de desinformación, al creer que iba a encontrar en Jorge Bergoglio un ‘aliado de lucha’. Ella se equivocó al percibir al Pontífice exclusivamente como un político socialmente comprometido ----que lo es--, omitiendo su condición de jefe del catolicismo.

No tomó en cuenta, al momento de invitarlo al país, que es un pastor espiritual y que, por muy renovado que sea y autor de cambios radicales al interior de la Iglesia, mantiene incólume las inflexibles posturas valóricas del catolicismo.

El propio Bergoglio ha insistido en que “si bien entiendo y comprendo” fenómenos trastocadotes, como el aborto y el matrimonio homosexual, por formación y doctrina los rechaza, y, aún más, los combate.

Bachelet detectó que tener a su lado al ‘político’ Bergoglio en instancias tan decisivas para ella en lo personal, como es su despedida, era un tónico para su imagen mundial. Recibirlo en La Moneda y hablar de pobreza, inmigración, etnias y medioambiente, calzaba, y calza, con su ideario y con el frenesí por su ‘legado`.

Pero la Presidenta jamás se detuvo a calcular que la visita de Estado iba a producirse apenas meses después de su eufórica campaña a favor del aborto y con su firma del proyecto de ley para hacer realidad el matrimonio homosexual.

El clero chileno fue irrestricto en su postura en contra de ambas iniciativas presidenciales y, obviamente, no vaciló en comunicarlo al Vaticano. Fue el término de las armonías y el comienzo del ceño adusto por la visita papal.

Hasta ese instante, el factor financiero no era problema. A partir de la polarización valórica entre el Gobierno y el Vaticano, el costo del viaje, incluso, hasta puso en duda el viaje de Bergoglio a Chile.

Lo concreto es que de la simetría inicial se pasó a una asimetría y, ahora, será la Iglesia local la que tendrá que correr con el mayor peso económico de la visita, para lo cual debió iniciar una campaña caritativa y solidaria pocas veces vista.

El escollo para la Iglesia local no es sólo la recaudación, sino lidiar contra una indiferencia generalizada de su feligresía que no evidencia una simpatía hacia Bergoglio. La autoridad eclesiástica ha tomado debida nota de ello y ha redoblado sus esfuerzos por convencerla de lo contrario.

La agrupación de empresarios cristianos ---íntimamente ligados al mundo jesuita-- liderará el peso de un financiamiento que no es menor, en tanto el Gobierno analiza todo tipo de recortes de fondos que requiere la presencia papal.

En dos visitas formales, una pública y otra reservada, agentes del Vaticano pusieron especial énfasis en la seguridad del Papa, item que es --por lejos— el más caro de todos. En una última decisión al estudiar la asignación de recursos, el Gobierno decidió no financiar ningún tipo de seguridad especial en la misa masiva en La Araucanía.

Ello no sólo ofrece una lectura de tipo financiero ---que es real--, sino, también, refleja el carácter prioritariamente político del viaje de Bergoglio. El extremar controles de prevención no coincide con el reciente estatus de inocencia de los comuneros extremistas, quienes, al ser dejados en libertad, no simbolizan al terrorismo, sino solamente a una antigua reivindicación territorial. Antes, el obispado de Temuco había presionado para que la FACh ablandase sus medidas de protección en su base aérea de Maquehue, lugar de la misa masiva en el sur.

Este episodio reciente es otro de las razones que le hacen ‘ruido’ a la feligresía. Ésta, y con razón, no asume el viaje como netamente pastoral, que fue lo que ocurrió con Juan Pablo II, quien, convertido en todo un rockstar, originó una locura colectiva por estar cerca suyo.

La Presidenta esperaba esos tres días de enero ---15, 16 y 17— como un bálsamo en lo personal y en lo político, pero se encontrará, al menos en lo valórico, con un adversario. Conociendo el carácter de Bergoglio, no es descartable que se refiera a su molestia por el estímulo presidencial al aborto y al matrimonio entre homosexuales.

Al margen de ello, hay que tomar muy en cuenta que las relaciones entre el Gobierno y el Vaticano se enfriaron, luego de que la anunciada cita entre la Presidenta y el Papa, fijada para este noviembre, se cancelara.

Bachelet fue invitada a participar en una Cumbre de medioambiente organizada por el Vaticano. En La Moneda se anunció que, aprovechando el viaje, iba a producirse un encuentro entre ella y el Papa, lo que finalmente no aconteció, al no serle otorgada la audiencia.

La Presidenta no viajó al simposio vaticano.

Si la negativa de audiencia, en sí, constituye un desaire para cualquiera, lo más relevante de ello es que en diciembre, y confirmado, Bergoglio recibirá al Presidente boliviano.

Nadie en Chile, ni menos los católicos, olvidan que Bergoglio declaró al mundo que “me es simpática” la demanda marítima boliviana en contra de nuestro país, una de las causas del porqué la renuencia de la feligresía de enfervorizarse con su visita y del ciudadano, en general, de recibirlo con simpatía y cariño.

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