NO HAY SEGUNDA SIN PRIMERA
En la esperanza de que los lectores tengan un básico conocimiento acerca del fútbol, lo que está viviendo la izquierda, a menos de un mes de la elección presidencial, parece kafkiano. El único tema en tabla es lo que proyecta hacer para la segunda vuelta de diciembre, como si la del 19 de noviembre no existiera.
Aquí viene el símil con el fútbol: nadie se imagina a un entrenador, dando instrucciones para el segundo tiempo de un partido sin haber jugado el primero.
En las cúpulas de todos los partidos y movimientos aglutinados en la izquierda de estos días, se confía en que, finalmente, se llegará a un entendimiento entre todos para apoyar a quien resulte segundo en la primera.
Conociendo las micro ideologías y las sociedades por conveniencia imperantes en la izquierda, tal entendimiento no hay que interpretarlo como un programa de un eventual Gobierno, sino tan sólo como un dique para impedir el acceso de la centroderecha a La Moneda.
Enceguecida en ese propósito, la izquierda no se ha detenido a reflexionar sobre la incidencia que puede tener en el electorado, específicamente en el indeciso, el estar todos los días transmitiendo una derrota, la de la primera vuelta.
No ha sido cuidadosa ni cauta la izquierda, tan conocedora de los recovecos electorales y de los hábitos de los votantes. Siempre ha existido una porción de ellos que, sin compromisos ni ideas, husmean hasta el último minuto sobre eventuales ganadores para darles su voto. Este número de ciudadanos no es menor y los analistas del tema no los deben obviar.
Al margen de ello, los políticos locales han recibido infinitas pruebas de que las encuestas son falibles, y un ejemplo lo constituyeron las municipales de octubre del año pasado.
Ateniéndose a las cifras que éstas entregan, casi semana a semana, la primera vuelta tiene a un claro favorito, el opositor Sebastián Piñera, quien dobla al candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier. Se espera, eso sí, alguna probable variación negativa hacia éste, luego de conocerse que miles de firmas patrocinantes de su lista pertenecen a narcotraficantes y que uno de sus principales captadores de adherentes, el alcalde PS de San Ramón, tiene como funcionarios de su municipalidad a miembros de una banda dedicada al ilegal rubro.
Esos mismos números dan cuenta que la única eventual sorpresa podría darla la extremista Beatriz Sánchez, pero la realidad que se vive al interior del Frente Amplio parece no creer en ese milagro: el debate sólo se centra en la segunda vuelta.
Habida cuenta de esta realidad adversa para la izquierda, que ya se sabe perdedora en la elección propiamente tal, antes de afinar qué hará para la segunda vuelta tendrá que chequear minuciosamente lo que ocurra en la primera.
Será ésta, la primera, la que entregue pistas decidoras respecto a la materialización (en serio) de un pacto para ‘el asalto final’.
Hay situaciones comprobables que hacen suponer que, ya, en la primera vuelta, sectores de la izquierda no votarán por el candidato ‘oficial’. Las conductas de desobediencia partidaria han quedado al descubierto en la campaña, como los anuncios de que los socialistas atacameños ignorarán la orden de partido de hacerlo por un comunista, y los democratacristianos de Arica se volcarán hacia el candidato a senador independiente con patrocinio del PPD, pese a tener su propia aspirante.
El PC tiene constancia de que un buen número de sus militantes que se negaron a refichar en el partido le darán el voto a Beatriz Sánchez y no a Guillier, candidato inventado y dirigido por el comunismo.
Todos los vaticinios de los analistas electorales apuntan a que el mismísimo presidente del PS se perderá como postulantes al Senado por el Maule, fruto del descontento de las bases por su gestión, el mismo peligro que corre la reelección de la senadora Isabel Allende Bussi en la Quinta Región, y por los mismos motivos.
La DC está complicada por la presión de 12 diputados que le exigen a la directiva que, ahora mismo, llegue a un acuerdo con Guillier para la segunda vuelta. Tal postura equivale a enrostrarle a su estandarte Carolina Goic que la espera una contundente derrota.
Del otro lado están quienes pregonan que en segunda vuelta, la colectividad decrete libertad de acción, un aviso claro de que no existe una disposición de apoyar a Guillier en esa instancia.
No obstante, lo que nadie parece estar calculando es que este tipo de desafecciones va a producirse en primera vuelta. Una conducta de esta naturaleza no sólo generará variaciones en los desenlaces de las candidaturas, sino será un factor gravitante en un eventual acuerdo para el repechaje de diciembre.
Las decisiones del Frente Amplio no tendrán influencia alguna en primera vuelta, pero sí en la segunda. Uno de sus caudillos, Giorgio Jackson (Revolución Democrática) es partidario de una negociación “condicionada”, esto es, que Guillier garantice poco menos que ante notario que pondrá en ejecución parte sustancial de su programa. El otro líder del referente, Gabriel Boric (Movimiento Autónomo) puso como condición para cualquier apoyo que el aspirante oficialista asegure públicamente el fin de las AFP’s…o, en caso contrario, que se olvide de él y su gente.
No ha sido feliz la idea de la izquierda ---se incluye en ella a seis de los candidatos-- centrarse en un discurso vinculante a la segunda vuelta, siendo que existe una previa, que es la real elección presidencial. Ignorarla, como lo ha hecho, ha sido un error estratégico frente a esa masa de indecisos que, ausentes de la realidad nacional, aún no saben por quién votar.
Pero, de mayor trascendencia aún, el ansioso acuerdo para la segunda vuelta estará necesariamente condicionado por las infidelidades de algunas militancias y por el no respeto a los pactos de las cúpulas, en la primera.
La primera vuelta había que jugarla, y la izquierda no lo hizo.
