MIENTE, MIENTE, QUE ALGO QUEDA
La irremontable y categórica ventaja que Sebastián Piñera le lleva a Alejandro Guillier en la víspera de la primera vuelta de la elección presidencial, terminó por hacer caer al candidato oficialista y a su comando en la peor de las conductas: mentir, y con descaro
La desesperación y la impotencia suelen inducir a actitudes tan deleznables como redactar una minuta de campaña destinada, exclusivamente, a desprestigiar al candidato opositor.
Lo lógico y esperable en una contienda presidencial es presentarle a la gente los argumentos para convencerla de que voten por uno. Pero al no existir propuestas propias creíbles, la campaña se distorsiona intencionalmente, cayendo en la peor de las estrategias: tratar de destruir al rival.
Es fácil entender a Guillier y a su comando: dicen ser independientes y no ser la continuación de la Nueva Mayoría, pero todos son de la Nueva Mayoría y prometen “afianzar y profundizar su inconclusa obra’.
Así, es difícil que la población los entienda y menos que los apoye, tratándose del peor Gobierno de la historia moderna después de la Unidad Popular de Salvador Allende-
El hallarse atrapado en un canal sin agua, indujo al comando a intensificar lo que ha sido el tono de su campaña: pegarle lo más duro posible al rival opositor. La vocera comunista del candidato, Karol Cariola, había anticipado que “hay que contarle al país lo deshonesto que es Piñera”.
Pero ni infundadas querellas le han dado resultado a la izquierda..
El último ‘hallazgo’ en cuanto a marketing político de Guillier y su equipo es difundir, lo más posible, que Piñera es “un riesgo para el país”. Es una campaña del terror, la misma que la izquierda está habituada a enrostrarle al adversario.
Según la minuta distribuida por el comando central a sus operadores y activistas, hay que perseverar en “contarle a la gente” que de ser electo Presidenta Piñera, el país caerá en regresión, retrocederá a un conservadurismo medieval y que todas las ‘conquistas’ sociales logradas por la Nueva Mayoría, serán borradas.
Como dice haber estudiado Periodismo, con seguridad que en el ramo de Comunicaciones a Guillier le contaron sobre aquella célebre expresión del jefe de propaganda de los nazis, Joseph Goebbels: “miente, miente, que algo queda”. Se asocia esta afirmación hecha por él a su jefe Adolf Hitler en momentos en que sus tropas retrocedían, maltrechas, ante la supremacía aliada en la Segunda Guerra Mundial.
Gran coincidencia: hoy su candidatura retrocede ante el avance de la adhesión popular hacia su adversario electoral.
A juicio de la minuta del comando guillerista, el “riesgo” que implicaría la victoria final de Piñera apunta directamente a todo lo que su Gobierno y su izquierda no han podido materializar, dada su ineptitud y errores de gestión. Ése es el real peligro, no para el país, sino precisamente para su sector.
Su Nueva Mayoría, ahora mañosamente presentada como Fuerza de la Mayoría, fracasó rotundamente en su propósito de llevar a Chile más hacia la izquierda; falló en sus ‘reformas estructurales’ por oposición ciudadana y endeudó al Fisco en un monto que no se conocía hace 24 años.
No cumplió con ninguna de las necesidades sociales y entregará una educación con peores niveles de calidad a como los recibió. El riesgo con que amenaza torcidamente la candidatura de Guillier no es para la población, sino es el temor a que queden al descubierto todas las barrabasadas de este Gobierno.
Ningún otro candidato al margen de Piñera, ha explicado, casi con peras y manzanas, lo que pretende hacer para poner de pie a una nación postrada y transformarla, otra vez, en una economía emergente y no desfalleciente, como la actual.
Es un riesgo el que Chile haya descendido en el ranking de confiabilidad financiera mundial, y ese riesgo es obra de la mala gestión de la Presidenta y su Nueva Mayoría.
Chile, sin duda, está ad portas de correr un gran riesgo y éste vendrá, inexorablemente, con un eventual triunfo de la izquierda, hoy agonizante en el poder. Sus huestes tienen la impuesta misión de evitar, como sea, que Chile se sume a la larga lista de países que, por voluntad popular, han rechazado seguir siendo gobernados por ella. Para tan ideológica finalidad, no sólo cuentan con financiamiento externo, sino consuman la canallesca práctica de mentir, y mentir una y otra vez…a ver si algo queda.
