LA CARROZA AHORA IRÁ MÁS RÁPIDO

Más certezas que dudas deja el, supuestamente, último cambio de gabinete ministerial de la Presidenta, a pocos meses de la entrega del poder.
Aparentemente, estos movimientos nunca estuvieron previstos, pero el enfrentamiento interno en el Ejecutivo por la negativa a la construcción de la planta minera Dominga, al norte de La Serena, no sólo hizo estallar una bomba en La Moneda, sino que se transformó en una válvula de escape del gran disenso político que, dentro del Ejecutivo, originaba la presencia de Rodrigo Valdés.
Desde que llegó al ministerio de Hacienda, Valdés fue observado con recelo por los radicales reformistas que, según programa, aspiraban a terminar con el modelo neoliberal y, así de simple, ‘refundar’ Chile.
Alberto Arena, amigo y ex tesorero de campaña de la Presidenta, dejó al país al borde de la bancarrota, instancia en que Rodrigo Valdés, un economista del MIT de Massachusetts, fue llamado a dejar la presidencia del Banco Estado para hacerse cargo de las finanzas del país.
Tristemente recordado por la izquierda es aquel cónclave de la Nueva Mayoría --en el club de Campo San Miguel del Banco Estado-- en que Valdés informó sobre un inmediato freno a las ‘reformas estructurales’, a raíz de las famélicas arcas fiscales. Hasta le impuso metas a la intocable CODELCO.
Tenía, y tiene, muy claro que el crecimiento económico es el único mecanismo viable que conduce a la recuperación del país, porque con la llegada de la inversión ---hoy nula— se fomenta el empleo.
Se enfrentó con Ximena Rincón, entonces titular del Trabajo; desautorizó a Alejandra Krauss, actual ministra de dicha cartera y le puso la proa a quienes exigieron la inmediata extinción de las AFP’s.
A regañadientes, puso su firma en la infinidad de proyectos express y populistas que continúa enviando la Presidenta al Congreso.
Dominga era un proyecto minero/portuario que, tras años de revisiones del Gobierno y luego de superar innumerables barreras, estaba prácticamente aprobado. Generaba, además, 10 mil puestos de trabajo para la Cuarta Región, la que permanece un punto más abajo que el promedio nacional de desempleo, ello al margen de ingresar millones de dólares al alicaído Fisco.
La resolución final quedó en manos de un comité de cinco ministros, los que, sospechosamente, fueron citados un viernes al anochecer para las 7 del lunes siguiente.
Desde el segundo piso de La Moneda (Uriarte/Aleuy) provino una orden tajante: ¡rechazarlo!- Uno de los ministros, el de Economía, Luis Emilio Céspedes (DC), se retiró de la reunión sin votar, oliendo la encerrona.
La versión oficial da cuenta que no fue aprobado “por contaminar el ambiente y poner en riesgo la salud de unos pingüinos”.
Puede que sea simple coincidencia, pero, anteriormente, la Presidenta también se opuso a la construcción de una central eléctrica en Barrancones, en Punta de Choros ---más al norte de Dominga—, igualmente por ser una amenaza al medio ambiente.
Allí, en el mismo sector de ambos proyectos, existe una comunidad esotérica en la cual la Mandataria compró un terreno y se lo traspasó a su hija menor.
Ante tan injustificable portazo a una inversión millonaria, Rodrigo Valdés declaró que “hay gente en el Gobierno que no tiene como prioridad el crecimiento económico”. De pasó respaldo a su subsecretario Alejandro Micco (DC), el primero en criticar el rechazo, y a su colega Céspedes por haberse retirado de aquella encerrona.
Fue su condena, el paso final que faltaba para que la Presidenta decidiese marginarlo de su equipo ministerial. En venganza, ella fortaleció como figura nacional al ministro del Medio Ambiente, Marcelo Mena, convirtiéndolo en un héroe político, y sus mensajes públicos de agravio al ministro llegaron a ser groseros.
En un régimen de sumisión como ha sido éste, en el que prevalecen el acatamiento y el ‘yes man’, hay que destacar la decencia de Rodrigo Valdés de no ponerse de rodillas, de no pedir perdón ni quedarse callado para conservar el puesto. Simplemente, se fue, y junto con él, el (ex) ministro Céspedes y el (ex) subsecretario Micco.
Tras uno de los cambios de Gabinete más lúgubre y con aplausos forzados, asumieron Nicolás Eyzaguirre (PPD) en Hacienda y Jorge Rodríguez (DC) en Economía. Para sustituir la vacante en SEGPRES, se designó a Gabriel de la Fuente (PS), quien no tuvo tiempo de ponerse ropa para la ocasión.
Esta fractura interna y posterior revoltijo del gabinete ministerial no le trae ningún alivio al Gobierno en su último semestre. Por el contrario. Entrega más comprobaciones y certezas de que el funeral ya muy previsto de la Nueva Mayoría sólo cambió de carroza, a una que irá más veloz hacia el cementerio. Ya la habían amortajado la bajísima desaprobación popular, la partida en los hechos de la DC y el cambio de nombre de nombre para el pacto parlamentario oficialista.
Políticamente, lo ocurrido es el remache a la muerte de la Nueva Mayoría. No gobierna como bloque ni se admiten discrepancias, ni siquiera opiniones diferentes. Michelle Bachelet, con un 21% de aprobación ciudadana, asumió el control total de su administración. En su nave sin rumbo y que se estrella con cuanto iceberg se le cruzan, embarca sólo a sus compinches, por cuestionados y criticados que sean: a su nuevo ministro de Hacienda, lo tuvo que sacar de Educación por incompetente y en la SEFPRES resultó de total inutilidad.
A cargo del Presupuesto tendrá que articular delicados acuerdos en el Congreso, en el mismo que durante meses ni siquiera ‘lo pescaron’,
Para tranquilizar la inquietud generalizada de quienes genuinamente dan empleos, Eyzaguirre manifestó que seguiría “exactamente igual” todo lo que hizo Valdés. A los pocos minutos, el nuevo titular de la SEGPRES anunció que la prioridad, ahora en adelante, no será el crecimiento, sino la educación…
Para mayor abundancia de contradicciones e incoherencias, la vocera, Paula Narváez (PS), anunció que “lucharemos por el crecimiento, pero no el crecimiento solo, sino con igualdad e inclusión”…Compatibilizar simultáneamente ambos conceptos podrá suceder el día en que se alineen los astros: nadie ---ella, menos-- parece haberle informado que hay un orden, pues con el crecimiento, sólo con él, surgen los recursos que, luego, permitirán las iniciativas sociales tendientes a la igualdad y a la inclusión.
En su tortuoso camino hacia la despedida, la Presidenta sigue empeorando el escenario de su administración. Con el cambio de gabinete anota el record histórico desde 1990 de tener tres ministros de Hacienda y de involucrar, con total descaro, sus intereses personales, casi familiares, en decisiones que le pudieron traer oxígeno a la economía nacional.
Para mal de males, ella misma contribuyó a apurar la defunción de la Nueva Mayoría, porque no sólo desbalance+o el cuoteo de sus ministros políticos en desmedro del PPD, sino le quitó más piso todavía al candidato oficialista, Alejandro Guillier. Éste, en su mareo post crisis, dijo estar tranquilo porque “lo ocurrido es sólo un sismo de menor intensidad”.
Cada día se entiende con mayor claridad porqué Guillier y los despojos de la Nueva Mayoría se alejan cada día más de una --siempre lo fue-- remota opción presidencial.