¿Y SI MADURO FUERA DE DERECHA?
Como a la juventud chilena de hoy casi nadie se lo ha explicado, así con peras y manzanas, la más cercana y real imagen de lo que fue la catastrófica Unidad Popular (1970/1973), lo da la Venezuela de hoy, la del dictador Nicolás Maduro.
Pero el drama de Venezuela es muchísimo peor al que, en su oportunidad, vivió Chile: no tiene a nadie quien loa saque del túnel o, al menos, lo ayude a salir-
La situación de la mayoría venezolana es más parecida a un infierno: no tiene ninguna, absolutamente ninguna, libertad individual; es víctima de expropiaciones ilegales; carece de alimentos para el sustento diario; le cerraron todos los canales de información no oficiales; las leyes se las impone ahora un Poder Legislativo ilícito designado por el ‘Presidente’; el Poder Judicial es dirigido desde el palacio de Gobierno; los magistrados se asilan o huyen; las líneas aéreas dejaron de volar a Caracas por falta de seguridad y de asistencia técnica y quien tiene el coraje de protestar en contra de la opresión, es apresado.
Internamente, Venezuela carece de salvación. La abrumadora mayoría Civil no puede llegar a ningún puerto sólo con su ‘arma’ de las marchas y las protestas, todas, hasta el momento, con centenar y medio de víctimas fatales, consecuencias de la represión policial y paramilitar.
La Fiscal Nacional, Luisa Ortega, la última voz de una justicia imparcial, fue destituida y debió huir ante las amenazas de muerte por tener pruebas de la corrupción de Maduro. Fue ‘chavista’ pero, tras conocer por dentro al régimen, se apartó de él. El ‘Presidente’ dictó una orden de captura internacional en su contra.
La heroica presión realizada por la valiente oposición para recuperar la democracia sólo ha sido útil para remecer la conciencia de la comunidad internacional. A excepción de los regímenes comunistas y las dictaduras, el resto de las naciones ‘apoyan y solidarizan’ con este país que, otrora, fuese una joya económica y refugio para los perseguidos políticos.
Una oferta de ‘diálogo’ del Papa fue desechada por Maduro y las continuas, hasta majaderas, condenas de organismos tan inútiles como la ONU y la OEA, han carecido del mínimo efecto.
Maduro se jacta de su indiferencia ante estos juicios internacionales y se burla groseramente de quien lo critica. Teórica y técnicamente es un dictador perfecto, con todas las características y atributos de tal, pero lo siguen llamando ‘Presidente’.
El Gobierno de Chile sabe perfectamente esto, porque acaba de otorgar asilo a cuatro magistrados que se refugiaron en su embajada en Caracas para que no los asesinaran. Pero, La Moneda y la Cancillería se niegan a hablar de ‘dictadura’ y persisten en su ambigua, híbrida y contradictoria política de “fomentar cualquier instancia de diálogo” sabiendo que ello es total y absolutamente irrealizable.
Hace poco, el Gobierno peruano se animó a citar a una reunión de cancilleres latinoamericanos para ‘analizar’, una vez más, ‘la situación de Venezuela’. La declaración final fue vaga, dejando en libertad a los países firmantes y observadores para que asuman las iniciativas bilaterales que estimen conveniente.
El resultado ni siquiera fue un ‘téngase presente’ sino un acto de cobardía política: los cancilleres hacen verdaderas apologías sobre democracia, pero miran hacia el lado a la hora se asumir decisiones con coraje y efectivas sobre Venezuela.
Este temor internacional frente a la dictadura de Maduro no es más que el pánico de todos los Gobiernos --de derecha, de centroderecha y socialistas-- a las reacciones internas que cada cual puede sufrir de parte de la izquierda obediente al Foro de Sao Paulo.
Chile lo conoce y lo experimenta: cada vez que el canciller Muñoz sale a condenar a Venezuela, el PC lo critica, ataca y desacredita por considerar que sí se trata de una ‘democracia’, es claro al estilo que el marxismo define y conoce como tal.
Así como en Chile existe la convicción de que la de Maduro es una dictadura, en el resto de Latinoamérica se percibe lo mismo, y todos --a excepción de Perú y Colombia— no se animan a asumir acciones que le duelan.
La dictadura --dicen--- huele a dictadura, tiene las características de una dictadura, es igual a una dictadura,….¡pero no lo es!
Internacionalmente, a Maduro se le puede cortar más que la sal y el agua: también el oxígeno. Pero no se atreven, porque en la amplia comunidad de sensibilidades latinoamericanas abundan los poseedores del mismo estilo chileno: sugerir soluciones donde no las hay.
Como corolario, sólo cabe hacerse una pregunta, y, nos imaginamos, de fácil t rápida respuesta: ¿qué harían los países latinoamericanos si Maduro fuese un dictador de derecha? Hoy, seguro, en Caracas no habría un solo embajador de los países representados por este puñado de cancilleres sin poder, hipócritas y carentes de iniciativas genuinamente reales y efectivas.
El boicot internacional a Venezuela será total, ninguna nación podría venderle insumos militares, se bloquearía el zarpe del transporte exportador de petróleo y todas las organizaciones de dd.hh. del mundo estarían infiltradas en dicho territorio para difundir hasta las más mínimas violaciones a los derechos de las personas.
Todo ello, al margen de que ya habría sido expulsada de la ONU y der la OEA y de cuanto organismo forme parte.
Pero nada de ello ocurre ni ocurrirá, porque la de Venezuela es una dictadura socialista.
