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BERGOGLIO OBLIGA A PASAR EL PLATILLO

Una de las muchas materias hoy en debate es la propuesta del Ejecutivo de otorgar beneficios e incluso excepciones tributarias a todos quienes aporten dinero para la visita papal, programada para enero de 2018.

Jorge Bergoglio había anunciado visita, en principio, para el 2017, pero fue oportunamente aconsejado que no lo hiciera, luego de comentar, ante las cámaras de todo el mundo, que “me es simpática la demanda marítima boliviana” en contra de Chile.

Ahora sí vendrá, y ello producto de una invitación personal que le formulara la Presidenta durante una audiencia en el Vaticano.

Resulta una paradoja que una mujer agnóstica, hija de una atea, haya pedido a Bergolgio que viajase a Chile. Pero ello tiene una explicación: se trata de una visita de Estado y, por tanto, de potente contenido político, más aún si ella requiere con urgencia despedirse con un espaldarazo.

Reafirmación de ello es lo aseverado por el provincial jesuita de Arauco, Carlos Bresciani, quien aseguró que “el Papa en apenas tres días no va a arreglar nada, pero puede apurar procesos”. A su vez, el delegado gubernamental para la gira en Chile, Benito Baranda, advirtió que “estamos conscientes de que habrá gente que protestará por su presencia, pero sólo le pedimos que lo haga con respeto”.

No quiere Baranda que se repita el episodio con motivo de la visita pastoral de Juan Pablo II, cuando la ultra izquierda le arruinó un encuentro en el Parque O’Higgins y quemó neumáticos.

Los viajes papales son de dos tipos: visitas apostólicas y de Estado. La diferencia entre ambas está en el origen de quien realiza la invitación: son "apostólicas" cuando quien la formula son los obispos del país y de Estado" cuando quien lo hace es el gobierno de turno de la nación.

En su calidad de máxima autoridad del Estado Vaticano es recibido por el jefe del Gobierno anfitrión que lo acoge. Al revés de la mayoría de Mandatarios que son recibidos oficialmente, la presencia del líder de una Iglesia, en este caso la católica y, por ende, la más numerosa, supone un costo muy superior en seguridad, especialmente por el número de feligreses que convoca….o que van a manifestarse en su contra.

Bergoglio está a favor de una salida al mar soberana para Bolivia y calificó de ‘tontos’ (zurdos en lunfardo argentino) a los católicos osorninos por oponerse a la designación de un obispo discípulo de Karadima.

Tendrá tres encuentros multitudinarios: en Santiago, Temuco e Iquique. Para reafirmar la calidad de encuentro político y no pastoral, el jefe del Vaticano se reunirá en tres oportunidades con Bachelet, quien, a esas alturas, estará embalando sus pertenencias para la entrega del poder.

De no haber venido ahora, la visita de Bergoglio tendría que haber esperado “hasta después de Piñera”, como ocurrió con la omisión de su natal Argentina por ser su Presidente ‘el derechista’ Mauricio Macri.

En su invitación a Bergoglio, Bachelet actuó con una gran irresponsabilidad, porque cuando lo hizo, el país ya iba en picada en cuanto a escasez de recursos económicos. Hacía tiempo que el ministro de Hacienda había ordenado un fuerte apriete del cinturón para no recargar la escuálida caja fiscal.

Dicho en términos muy fáciles de entender: el Estado chileno no tiene fondos para financiar la visita papal. De ahí que esté pasando el platillo para obtener ayuda financiera privada. Para facilitarla, ha ofrecido excepciones tributarias, lo que a muchos no les gusta, incluso en el propio Ejecutivo, el cual aspira a ‘raspar la olla’ pública para no dejarle un solo peso a la administración que viene.

Para mayor claridad, ese canallesco objetivo está plasmado en una circular reservada.

La visita de tres días de Bergoglio le costará al país, según información oficial, US$ 4 millones, pero esa cifra no corresponde a la realidad. En sus anteriores viajes a México y Ecuador, el costo diario fue de US$ 2 millones, por lo que se estima que la suma total a pagar por Chile debe bordear los US$ 6 millones.

Como la catolicidad local está cada vez más indiferente y la ciudadanía cada vez más necesitada, nada urgente medió para que se invitase a Bergoglio a tan alto costo.

No bienvenido por razones más que obvias y en una visita no pastoral, el viaje papal tendrá exclusivamente un sello político que ni siquiera le será útil al Gobierno en su conjunto, sino únicamente a Bachelet, quien será apuntalada para no irse en medio del fuego, sino tan sólo de las brasas.

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