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EL LADO MÁS OSCURO DEL FRENTE AMPLIO

2011. El PC criollo, ya decidido a integrar la heterogénea fuerza de izquierda que se armaría para recuperar el poder, asume la iniciativa para entorpecer el Gobierno de Sebastián Piñera.

Para ello, echa mano a su brazo estudiantil para tomarse las calles, exigiendo una educación de calidad, gratuita, igualitaria, dependiente del Estado y sin espacio para colegios particulares y universidades privadas.

Rostro visible de aquel movimiento fue Giorgio Jackson, licenciado de un colegio privado ñuñoíno, entonces presidente de la FEUC. El PC encargó conducir las protestas a la militante egresada de Historia y Geografía, Camila Vallejo.

El amorfo referente preparó su propio paquetes de medida para incluirlas en el programa de Gobierno de Michelle Bachelet: uniformar toda la educación bajo el control estatal (la ENU de Salvador Allende), expropiar el capital de los inversionistas extranjeros, establecer una Asamblea Constituyente, terminar con las AFP’s y las Isapres y exterminar el modelo neoliberal.

Bachelet les cumplió, a duras penas, con la gratuidad en la educación, la que todavía se halla en debate.

Desilusionada y molesta, esta emergente expresión de izquierda dura decidió separar aguas del Gobierno, de la Nueva Mayoría y, en gran número, del mismísimo PC, que se irritó por la sangría para sus cuadros jóvenes.

Se definieron autónomos y opositores a cualquiera dominio cupular. Aún con visos de montonera y sólo organizados para las manifestaciones callejeras, Carlos Ruiz --un izquierdista ortodoxo e impulsor de libertades sin límites--, los ordenó y generó una orgánica que les permitiese desarrollarse. Le copiaron el nombre al movimiento político que se aglutinó para instalar la izquierda en Uruguay: Frente Amplio.

Le propusieron a Ruiz una opción presidencial, pero la desechó por lo inmaduro y todavía no consolidado movimiento.

A esas alturas, todos los jóvenes comunistas habían retornado disciplinadamente a su partido, entre ellos, Camila Vallejo: aburguesada, participó en las protestas con ‘nana’ para que condujera el coche de su guagua. El lugar de ésta, lo asumió en el Frente, Gabriel Boric, un inconformista insaciable desde sus tiempos de escolar en Punta Arenas.

Jackson, arrogándose tener mejor derecho por ser el caudillo del aliado más numeroso del bloque, su Revolución Democrática (RD), asumió un liderazgo natural, pero en sorda competencia con Boric, que lo supera, por lejos, en extremismo. Éste, a su vez, abandonó la Izquierda Ciudadana (IC) –hoy, en pacto con la DC-- para crear Autónomistas y unirlo al Frente.

Ambos fueron rápidamente tentados por la figuración persona y confesaron su ambición de ser candidatos el 2022. El Frente parecía estar en su armado cuando se produjo un hecho que cambió súbitamente sus tiempos: el triunfo de Jorge Sharp como alcalde de Valparaíso.

El Frente creyó posible una opción presidencial ya mismo y, haciendo honor a uno de sus preceptos, el feminismo, buscó una alternativa con algún mínimo nivel de recepción popular, llegándose, así, al nombre de Beatriz Sánchez, una ex mirista ligada a RD y, por ende, a Giorgio Jackson.

Todo parecía ir bien, incluso en las encuestas, hasta la primaria interna, luego de que al camino de Sánchez saliese Alberto Mayol, un sociólogo respaldado por Humanistas, Ecologistas, Verdes e Igualdad.

Ganó Sánchez, pero con una votación menor a la esperada, lo que originó al interior del bloque la convicción de que el Frente tiene techo y que no iba a pasar a segunda vuelta. Las relaciones con Mayol quedaron agrietadas, porque éste denunció discriminación de RD en su contra.

Con este revuelto panorama, no puede extrañar lo que acaba de ocurrir: Mayol anunció su inscripción como candidato a diputado en el mismo distrito en el cual va, blindado, el caudillo Giorgio Jackson. El choque fue inmediato y llegó a lo burdo, al enfrentarse con imágenes y audio por las redes sociales.

Astuto, Mayol eligió esa alternativa, consciente de que si daba la pelea internamente, Jackson y Sánchez le pasarían la aplanadora. Públicamente, el Frente baló su postulación, “y no hay espacios en ningún lado para él”. Se le fustigó por un supuesto anti-feminismo, y la propia candidata lo censuró y concordó con su marginación.

Más ilustrado, inteligente y con un millar de libros leídos, Mayol ganó la pulseada y será candidato en el mismo distrito de Jackson.

El ex precandidato presidencial detectó que, contraviniendo la declaración de autonomía del Frente, Jackson se estaba aproximando a la Nueva Mayoría, fruto de una oscura transacción: lo ayudan con votos oficialistas en su elección a diputado y él, a cambio, le entregaba su apoyo a Guillier en segunda vuelta.

Las consecuencias de esta crisis no son menores.

De partida, lo acontecido deja en evidencia que la moral y la ética, tan proclamadas por el Frente, están tan ausentes como en la vieja política que su gente combate y censura. No tiene, en definitiva, ninguna diferencia con las malas prácticas de los partidos tradicionales, de los cuales tomó distancia.

Luego, quedó en evidencia la ausencia de liderazgo y las cojeras de conducción de su candidata presidencial, que hasta la fecha era vista como una excepción por los ilusos adherentes de la ultra izquierda.

Enseguida, esta fractura preñada de desconfianzas puede costarle caro a la Nueva Mayoría y a Alejandro Guillier, en cuanto a una importante evasión de votos presupuestados para la segunda vuelta.

Se prevé que en esta instancia, no más del 40% de simpatizantes del Frente concurrirán a votar. Y ahora, quizás menos.

Este sentimiento, ciertamente pesimista, se reflejó de inmediato en el comando guillerista: el candidato criticó a quienes “trataron de darnos lecciones de moral”, en tanto Sergio Bitar calificó al Frente de “primitivo”.

El electorado no imaginó que más temprano que tarde conocería el lado más oscuro de un movimiento que, en su accionar aunque no en su ideología, parecía diferente-

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