El OFICIALISMO, ESCLAVO DEL PC
Las cotidianas imágenes difundidas por el mundo sobre la abusiva dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, han incrementado las interrogantes de chilenos comunes y corrientes que se preguntan, y preguntan, qué hace el Partido Comunista inserto, y mandando, en una auténtica democracia como la nuestra.
Todo el mundo, el libre desde luego, condena la descarada imposición de un régimen totalitario en dicho país. No obstante, el PC criollo, integrante de la coalición que gobierna a Chile, lo defiende y apoya, incluso contraviniendo las declaraciones oficiales del Ejecutivo a través de la Cancillería.
No es la nuestra la democracia que, como tal, concibe el comunismo. Es aquélla, la de presos políticos, la de opresión, la de asesinatos a los opositores, la de anular un Congreso elegido por los ciudadanos y reemplazarlo por otro escogido a dedo por el ‘Presidente’, es la que expulsa del poder a la Fiscal Nacional porque no le gustan sus decisiones, es la que tiene a la población sometida a un régimen de hambre y la que rechaza cualquier intento de diálogo, como el propuesto por el Papa.
En una ‘democracia’ de esas características –como las de Corea del Norte y Cuba-- tendría que desenvolverse, si fuera coherente y honesto, el PC chileno, y no operar maliciosamente en el seno de una auténtica, como la nuestra.
Hoy, el PC es el partido más gravitante al interior de la Nueva Mayoría, maneja a su amaño al candidato presidencial de ésta, desafía permanentemente a ‘su’ Gobierno y no acepta reparos ni críticas a su accionar.
Para asegurar la victoria de Bachelet a fines de 2013 --única socialista en ese momento capaz de recuperar el poder que ella misma perdió--, la izquierda convocó a todos, sin identidades y apellidos. Al llamado concurrieron, además de los partidos tradicionales, movimientos varios, antiguos guerrilleros, anarquistas, extremistas de todos los pelajes y, además de los históricos ‘jóvenes idealistas’, se unieron los ‘tontos útiles’ que nunca faltan a cambio de poder y rentables cargos públicos.
Entre esta heterogénea y amorfa masa de una ‘ideología transformadora’ llegó el PC, ausente en todos los gobiernos anteriores de la Concertación, porque no creyó en el plebiscito (1988) a que convocó Ricardo Lagos (“a Pinochet lo derrotaremos con un voto y un lápiz”), en el convencimiento de que no había más alternativa que la vía armada.
Probadamente incapaz de ser uno más e impulsado por su ADN de imposición y totalitarismo, el PC no se sentó a la mesa, como los demás, sino se subió a ella: fue el artífice del programa político de la Nueva Mayoría de “reconstruir’ a Chile”. Planteó el exterminio de la actual institucionalidad, sustituyéndola por un sistema totalitario, en el cual el control del país se trasladase a las masas a través del Estado.
Para hacer una Constitución acorde al modelo comunista, propuso una Asamblea Constituyente (AC), para que fuese ‘el pueblo’, vía ‘votación’, el que fijase sus contenidos.
Nótese la singular similitud de ese abortado proyecto de Bachelet con lo que está ocurriendo en Venezuela con su ilegal Asamblea Nacional Constituyente..
Fue la ciudadanía con el apoyo de la minoría opositora en el Congreso y el lógico vaciamiento de la caja fiscal los que impidieron que, por estos días, estuviésemos lloriqueando por ser una Venezuela 2, tal como la sociedad evitó que fuéramos una Cuba 2 con la Unidad Popular de Allende.
Cando se produjo el frenazo forzado de las ‘reformas estructurales’ por falta de financiamiento, el PC se fijó como meta seguir con ellas, y más a fondo, en un segundo gobierno de la Nueva Mayoría. Por lo mismo, se sobresaltó cuando Lagos anunció su candidatura y se alistó rápidamente para neutralizarlo.
Inventó a un candidato que su propia militancia se encargó de inflarlo en las encuestas para lograr, así, el apoyo de sus socios de coalición. Lo impuso y hasta hoy es el soporte de Guillier, al cual lo instruye, adoctrina y alecciona, cercenándole toda posibilidad de opinión propia --la que, en todo caso no es mucha ni relevante.
Ignoró la designación de tres voceros que sus aliados le asignaron a Guillier y en dicho rol siguió, en exclusiva, la diputada comunista Karol Cariola. Ahora, para afianzar el control sobre lo que el candidato debe decir, sumó en el área de difusión al camarada secretario general del partido, Juan Andrés Lagos, de triste recuerdo en su paso por la ARCIS.
Por su intransable imposición ideológica, el PC no tiene contraparte en la candidatura de Guillier ni en su propio Gobierno, el cual, y no sólo en el caso venezolano, es contradicho y desafiado por la colectividad.
Acaba de anunciar la candidatura al Congreso de la camarada que fue destituida de la rectoría de la Universidad de Aysén por la propia Presidenta: “ni un minuto más duró después de afirmar que los jóvenes carecen de cerebro para las matemáticas” dijo Bachelet.
Ha prolongado artificialmente el proceso de cierre de la Universidad ARCIS, declarada inviable por la Justicia, doblándole la mano al MINEDUC.
Las críticas de la juventudes comunistas a la reforma educacional y a la mantención del CAE se traducen en una seguidilla de marchas de protesta y con ataques por incumplimientos a la Presidenta, a la ministra Delpiano y a la Nueva Mayoría.
La Presidenta siente que por gratitud y lealtad, tiene que aceptar este sometimiento del cual, desde que se les convocó, ha sido víctima por parte de los comunistas
En el caso del candidato presidencial, es impensable un intento por aminorar la ingerencia del PC, porque no hay otro con tan férrea y disciplinada organización de base para trabajar y moverse bajo el agua, como lo tendrá que hacer el oficialismo para una segunda vuelta. Por ello, se puede dar, y seguir dándose, el lujo de contradecir y criticar a sus anchas a su propio Gobierno.
