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LOS POLOS DE LAS CONVICCIONES

Ese día tenía que llegar y todo apuntaba a que iba a tener el desenlace previsto: la aprobación de la interrupción del embarazo en las tres causales que propuso el Gobierno.

Es explicable y natural la desazón de quienes se sienten derrotados por aquéllos que, a su juicio, están en un error.

Para los que bregaron fuera o dentro del Parlamento por lo que consideran ‘el derecho a la vida’, la aprobación de este proyecto es, simplemente, aborto, así a secas, sin flecos ni adjetivos ni adornos.

Se sabía de antemano que esto iba a pasar y, ello, por una realidad que hace definitivamente inalcanzable algún tipo de acuerdo o avenimiento: las convicciones de cada cual.

En el mundo, en Chile, en el Gobierno socialista y en el Congreso Nacional dominado por el oficialismo, hay quienes, por su formación, creen a pie juntillas que la concepción es sinónimo de vida. Pero también hay quienes, y son mayoría, que no dan crédito a ello y defienden sin transar su postura.

Ha sido, es y será imposible que algún día lleguen a reflexionar siquiera parecido seres que están convencidos de que lo suyo es una certeza, y, como tal, no es transable. Debe ser este proyecto uno de los pocos, en los últimos años, en que no hubo discusión ni debate parlamentario: sólo existieron exposiciones de dos visiones totalmente antagónicas.

Alguna vez, y de esto hace muchos años, Chile fue un país mayoritariamente católico y sus habitantes eran obedientes de la palabra que les entregaba su Iglesia.

Pero hoy, el escenario es muy diferente, y no solamente en Chile. Las radicales, materialistas y hasta violentas transformaciones sociales pusieron a los individuos como ejes de su existencia y del mundo, despojándose de sentimientos y creencias espirituales.

No existe posibilidad alguna de un entendimiento entre un creyente y un agnóstico o un ateo. Para éstos últimos, el aborto es un derecho humano propio de la mujer y ésta, en la libertad absoluta de sus decisiones, es soberana para optar por la eliminación de un ser vivo.

El aborto, sin ningún tipo de causales, siempre estuvo en el programa de este Gobierno como parte, por un lado, de la ingerencia del PC y, por el otro, para dar cumplimiento a las demandas de la izquierda extremista, actualmente encarnada por el Frente Amplio.

Quienes están en contra del proyecto deben agradecer que más temprano que tarde, el Gobierno terminó por darse cuenta de que su idea del aborto libre jamás iba a pasar. Tomó, entonces, la variante de acomodarla y acotarla a sólo tres causales para que pudiera aprobarse.

Ni los partidarios de las libertades plenas de la mujer para decidir sobre su cuerpo ni los sostenedores de la vida humana desde su concepción, iban a ponerse de acuerdo: unos se halla en un polo y los otros, en el opuesto, sin comunicación alguna.

Fuera y dentro del Congreso Nacional hay quienes creen en Dios y también los hay quienes niegan su existencia. Nada ni nadie podrá hacerlos cambiar, porque los unos y los otros están convencidos de que están y tienen la razón. Unos, son fieles a su Iglesia; los otros, consideran a ésta “el opio del pueblo”.

Los partidarios del aborto consideran al proyecto como un “paso a la modernidad”, porque, en cuanto a esta legislación, acerca a Chile a los países desarrollados, y, por lo mismo, definen de “retrógrados” a quienes se oponen.

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